Somos hijos de Dios, ni más ni menos. Reconocer esa dignidad: no somos cualquier cosa. Tenemos un Padre, tenemos alguien que cuida de nosotros. Esa es la tarea de la Pascua: reconocer que somos Hijos y el que nos lo ha enseñado es el propio Jesús, que siempre está con nosotros y nos regala esta Pascua para reconocerle presente y para reconocer que este Dios es Padre. Y todo comenzó el día de nuestro bautismo cuando un grupo de cristianos se reunieron esperanzados a pensar y a decir al Señor: “Te presentamos este niño o niña para que sea cristiano, para que te reconozca y que sea tu Hijo”.

Aquí estamos, hemos crecido y nos sumergimos en la Pascua y reconocemos que tenemos a un Padre que es nuestro y que pone hoy estos hermanos a celebrar la Eucaristía. Terminamos una Jornada Diocesana donde muchos de vosotros, gracias a la Delegación de Jóvenes y al Secretariado de Vocaciones, habéis estado, desde este viernes, ininterrumpidamente, rezando, escuchando y a pidiendo. Y por eso hoy Jesús, a todos los que habéis rezado, con el cansancio que lleváis y con la alegría que da el trabajo bien cumplido, nos pone delante la imagen del Buen Pastor y nos dice que él nos ayuda a reconocer que somos hijos.

Cuando Jesús quiere decirnos cómo es, él, que habló en un contexto rural, se refería a este silbido del rebaño. A ser capaces, en medio del ruido de nuestras vidas y de nuestras peleas, de oír ese silbido de Jesús. Creo que lo hemos escuchado alguna vez, los más mayores y los más jóvenes: seguro que alguna vez hemos escuchado ese silbido de Jesús, esa voz que nos ha dicho: «Tú eres Hijo y tú tienes una misión». Dios tiene una intención sobre ti, él te ofrece un futuro, un proyecto, una comunidad y un rebaño que es la Iglesia.

Sin embargo, a veces lo que ocurre es que cuando Jesús habla, nosotros ponemos nuestras voces por delante o nos convertimos en lobos que intentamos aprovecharnos del rebaño o intentamos poner nuestros intereses por delante de Jesús. Pero Él sigue llamando y desde ese día del bautismo nos dice que se queda con nosotros, siempre se va a quedar y con un estilo muy particular.

La Primera Lectura y el Salmo nos dicen este domingo que Jesús se queda siendo la piedra angular, esa que no se ve, pero que si la quitamos nos cae todo. Una piedra que todo el mundo pasó de ella, que estaba en los vertederos, pero Dios lo ha puesto como la piedra eje. Y todos los que se pegan a Jesús, todos los que lloran y están lleno de cicatrices, se convierten en la piedra angular de esta edificación que es la Iglesia. Jesús es la piedra angular y todos los que queremos estar con Él somos la piedra angular de esta gran construcción.

Pero Jesús no solo es piedra, sino también es pastor y primero ha sido cordero, obediente, paciente y sacrificado. Es el único camino para entender a Jesús y el pastoreo. Es el único camino para ponerse a su servicio. Él no fue un león o alguien poderoso, simplemente fue un cordero que supo salvar su propia vida y nos advierte que el que está aquí para salvarse a sí mismo no va a ningún sitio. Esto es para ir con su estilo y con los suyos.

Poneros esta mañana ante Jesús, atreveros, aprended de los jóvenes que han rezado este fin de semana. Tengamos el atrevimiento de ponernos hoy ante el Señor y decirle: «¿Me llamas?» Muchas veces no se lo preguntamos porque no nos atrevemos. Y no escuchamos. ¿Sois capaces, en este momento de la vida, de preguntarle al Señor: «Qué pides de nosotros»? ¿Qué pides de mí ahora mismo?

Jesús está toda la Pascua buscándote y pide una respuesta directa. Muchos futuros, muchos caminos están por delante. Reconoce la llamada que Dios te hace para construir su proyecto y cuando lo escuches inmediatamente, con lo feliz que es escuchar su voz, él lo primero que dirá: «Sé valiente, tira adelante, yo estoy contigo, no tengas miedo».

Y para eso nos da una compañía: la comunidad de dónde venís y una dónde estamos todos, la diocesana. Él no nos quiere solos y no quiere que caminemos solos. Y por eso ha llamado a mucha gente para que no estemos solos, personas que prestan su vida para que su proyecto sigue desarrollándose. Sacerdotes, consagrados y consagradas, padres y madres, catequistas, abuelos y abuelas. Gente que nos han enseñado a reconocer la voz del Pastor. Ahora nos toca a nosotros ser voz de la voz y decirle que sí.

Con vuestro sí, la Iglesia va a ser más creíble. Nos reconocemos como Hijos, sabed que tenemos un Padre que es de todos y que es nuestro. Hoy Jesús da gracias por cada uno de los síes que entregamos.

Arzobispado de Madrid

Sede central
Bailén, 8
Tel.: 91 454 64 00
info@archidiocesis.madrid

Catedral

Bailén, 10
Tel.: 91 542 22 00
informacion@catedraldelaalmudena.es
catedraldelaalmudena.es

 

Medios

Medios de Comunicación Social

 La Pasa, 5, bajo dcha.

Tel.: 91 364 40 50

infomadrid@archimadrid.es

 

Informática

Departamento de Internet

C/ Bailén 8
webmaster@archimadrid.org

Servicio Informático
Recursos parroquiales

SEPA
Utilidad para norma SEPA

 

Search