Aquel Domingo de Ramos del año 2000 era 17 de abril. El Papa san Juan Pablo II se había referido, en su homilía en Roma, a María como «fiel discípula del Señor», y le había pedido, especialmente para los jóvenes, que «os acompañe en este itinerario de conversión y progresiva intimidad con su Hijo divino».
|