En todo inicio, en todo comienzo hay siempre un componente de continuidad y un proyecto de novedad. Por eso, agradecemos el pasado, el camino recorrido hasta aquí, y miramos esperanzados el futuro que el Señor nos promete. El Espíritu Santo que invocamos en esta eucaristía nos enseña a ser agradecidos con Dios y con las personas; no nos situamos en el presentismo que fomenta el individualismo y con frecuencia el narcicismo de los que creen que todo comienza con ellos. En la sociedad, pero especialmente en la Iglesia, tenemos raíces, acogemos las vidas de hombres y mujeres que han entregado sus vidas, nos han trasmitido la fe, han creado caminos de comunión, han sido transparencia de evangelio…han sido cauces de santidad.

Pero el Espíritu es también quien nos abre a la novedad para mirar al futuro haciendo nuevo cada inicio y cada camino que tenemos que recorrer. Hace nuevas todas las cosas porque todo lo que toca el Espíritu las regenera con la gracia del Resucitado. Nos saca de la rutina y de la comodidad, del 'siempre se ha hecho así' y nos saca de nuestras seguridades por muy jóvenes que seamos. Siempre es el Espíritu Santo quien nos pone instrumentos, personas a nuestro alrededor que nos hacen cambiar.

Hoy comienza su misión un nuevo Rector del Seminario e inauguramos un nuevo curso. Mirada al pasado para agradecer y después al futuro para confiar. Existe un hilo conductor del Espíritu que une en continuidad las historias de muchas entregas desinteresadas y responsables, de mucho mimo y atención en el servicio eclesial de cuidar la formación de los futuros presbíteros de la Iglesia. Hoy celebramos una cadena de servicios para dar a la Iglesia servidores de Cristo y del Pueblo de Dios.

Como no, aunque está en Roma, pero damos gracias a José Antonio por estos años en los que se ha gastado y desgastado, en palabras de San Pablo, por la tarea nada fácil y tan esencial para la misión de la Iglesia.

Mi gratitud, Antonio, por tu disponibilidad para acoger con generosidad y confianza el encargo que tu obispo te ha hecho en la Iglesia y para la Iglesia. Aquí no se trata de sucederse unos a otros en cargos de prestigio que preanuncian seguir escalando puestos. Venimos a servir, a servir al pueblo de Dios, a todo el pueblo de Dios que es el sujeto de la formación de los ministros ordenados y lo hacemos ayudando, con humildad y la sabiduría de la gracia, a formar a sus futuros pastores como servidores fieles de ese pueblo santo. Venimos a acompañar procesos formativos de cada seminarista con amor y alegría, para que seáis configurados a la imagen de Jesucristo Pastor y Siervo, y siempre en nombre y al servicio del pueblo de Dios. Esta es una tarea, un servicio, un arte y en definitiva una misión. Es la misión que hoy Antonio te entregamos.

Una misión donde no te faltarán las dificultades, pero tampoco la sabiduría y la fuerza del Espíritu, junto con la ayuda del equipo de formadores unidos por el mismo objetivo, con idéntico entusiasmo, compartiendo contigo el mismo encargo eclesial. Y este año también, abriendo el seminario a otras diócesis, como la diócesis de Alcalá que también entra a formar parte de este proyecto. Y siempre en la comunión, en ella el Espíritu os regalará la consolación de su alegría y su paz, “sentir arder el corazón”, esta es la forma de estar comprometidos en la construcción de una iglesia en salida, peregrina de esperanza, como señala el lema de este Jubileo que este año celebraremos.

Y espero y pido para todo el equipo de los formadores la ayuda de todo el pueblo de Dios que camina en Madrid. Este pueblo de Dios, de sus parroquias, de sus movimientos, de su presbiterio y de sus comunidades es quien forma a estos seminaristas. La Ratio Fundamentalis subraya y os anima a que la formación sacerdotal no es tarea exclusiva de los formadores del seminario, sino que es la comunidad eclesial en su conjunto quien tiene la responsabilidad proactiva. El sacerdote debe ser formado en comunión con el pueblo de Dios, ya que su ministerio estará al servicio de la misma comunidad. Este es el objetivo de los diversos equipos y asesores que estamos incorporando día a día en el proceso formativo.

 

Se da la coincidencia que inauguramos este nuevo curso en vísperas de la semana en la que he propuesto que todas las actividades de la diócesis giren alrededor de la contemplación y la escucha de la Palabra de Dios. Nada mejor para el comienzo que todas las comunidades, parroquias, asociaciones y realidades que formamos la Iglesia de Madrid, también el Seminario, nos pongamos juntos ante la palabra de Dios, a su escucha y en su dinamismo.Queremos ponernos a la escucha de la Palabra no solo personalmente, sino juntos delante de lo que Dios tiene que decirnos, juntos en forma sinodal, comprometida, orante y celebrativa. Dejemos que juntos escuchemos las palabras de Pedro a Jesús: Por tu Palabra, echaré las redes. Este es el lema que os pido: echar las redes y escuchar lo que Dios tiene que decirnos para este curso.

En tu Palabra nos ponemos a caminar juntos para recorrer este nuevo curso con el impulso del Espíritu que nos anima y alienta para caminar en clave sinodal; este Espíritu que nos enseña a ponernos a la escucha de la Palabra con “un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en nuestro corazón y engendre en nosotros una mentalidad nueva: la mente de Cristo” (1 Corf 2,16)” como afirma Pastores dabo vobis (nº 26). Que nos haga escuchadores de la única palabra que nos salva, nos ilumina, nos construye y da sentido a nuestras vidas.

Y con la escucha de la Palabra, os adelanto algunos esbozos que vais a escuchar mucho este año, algunas pistas para este curso. Os pido y queremos en este curso revitalizar los órganos colegiales dentro del Seminario donde todos tengamos parte en la formación. Impulsaremos los que hay y construiremos nuevos consejos donde podremos tomar decisiones de acuerdo con las responsabilidades de cada uno. También este año subrayaremos de forma distinta y profunda la formación desde la comunidad y para la comunidad cristiana. Se trata de no perder el norte para formar a los discípulos constructores y animadores de las comunidades cristianas que esta Iglesia necesita en este tiempo nuevo.

También este año se os invitará a conocer y caminar en el concreto de la realidad diocesana. Os pido que conozcáis la vida de esta diócesis, que conozcáis sus retos, sus personas, la gente que está trabajando. Cada seminarista ha de ser sensible a los grandes retos diocesanos, los problemas y la gente que está trabajando para aprender a sentir con la Iglesia, no solo conocer, sino sentir.

Y, por último, algo que el Papa nos dijo cuando estuvimos en Roma. En el encuentro con el Santo Padre repitió muchas veces la palabra discernimiento. Desplegar la centralidad del discernimiento en la vida del seminario de forma intensa. Por eso transversalmente abordaremos el arte del aprendizaje del discernimiento, personal y comunitario, de manera que cada uno de vosotros tengáis herramientas para desplegarlo y enseñarlo. Este es simplemente un camino que esbozo para cada uno de vosotros y vosotros sois los que tenéis que caminar.

En la palabra que acabamos de proclamar “Dios visita a su pueblo” dando vida allí donde hay muerte, dando esperanza donde se arrebata, llorando con nosotros. No olvidaremos encarar este curso desde la perspectiva también del dolor, del llanto y de las heridas, las nuestras y la de nuestra fe. Jesús nos enseña a caminar por las entrañas de este Madrid compadeciéndose, dice “se le conmovieron las entrañas”. Esa es la actitud del principio de curso: que nos conmuevan las entrañas ante el dolor humano, ante las lágrimas de una viuda que ha perdido cuánto tenía, en una sociedad que le desprotege y deja en la más completa soledad a todos.

Naín es el símbolo de nuestro mundo, y también de nuestro Madrid, donde el dolor y la desesperanza hace mella en la soledad de tantos hermanos, y también las nuestras que hoy traemos a esta Eucaristía. Jesús camina entre nosotros, consuela y da esperanza. Y hoy queridos amigos nosotros somos sus testigos y su rostro. Jesús nos prepara para ser discípulos siempre, con la mirada y el oído atentos al sufrimiento y a las lágrimas; aquella viuda no se atreve a pedir nada a Jesús; pero Jesús escucha el grito de su corazón dolorido, y le devuelve la esperanza: “No llores más”. Y hoy quiere que se lo digamos a la gente, que seamos sus labios.

Jesús toca el féretro, devuelve la vida al muerto y se lo entrega a su madre. Y hoy nos pide a nosotros que toquemos, que palpemos, que compartamos la humanidad dolorida, sin miedos ni distancias. Devolver vida, restaurar imágenes deterioradas de los hijos de Dios, humanizar las relaciones en nuestro entorno.

Que la Palabra de Dios nos enseñe a acoger las lágrimas de nuestros hermanos y llevarles el consuelo y la esperanza de Jesús. Que este tiempo y esta etapa sea un camino de madurez, de esperanza y de tiempo donde acojamos la vida y los pasos de la comunidad diocesana. Gracias a todos los que hacéis posible este camino: a las parroquias, a las comunidades, a tanta gente buena que reza por vosotros, gracias a los sacerdotes, a los formadores, gracias a toda la familia y a la diócesis que se implica en este proyecto.

Siempre cerca de Cristo, cerca de su pueblo, abierto a dejarnos conducir unos por otros. Que en este comienzo no nos falte la alegría. Porque un corazón lleno de alegría es capaz de transmitir la paz y la esperanza a los demás. Queridos amigos, Dios visita a su pueblo, solo nos queda escuchar la Palabra de Jesús, empezar levantando el corazón, ponernos en marcha juntos para construir juntos el futuro que Dios ve en todos nosotros.

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