«Parece una redundancia esto de hablar de Misa de envío… ¿Es que acaso una Eucaristía no es, de por sí, ya envío? ¿Existe alguna Eucaristía que no implique ya un envío?». Con esta premisa, el obispo auxiliar de Madrid, monseñor Santos Montoya, se dirigía este jueves, 27 de septiembre, en la catedral de Santa María la Real de la Almudena, a los profesores de Religión y educadores cristianos de la escuela pública, diocesana, concertada y privada.
Durante la Misa, con una catedral abarrotada, el prelado animó a los varios cientos de profesores congregados a hacer visible lo que allí estaban celebrando para traducirlo, después y en las aulas, con hechos y palabras. «Sí, toda Eucaristía es una celebración de envío para decirle a la gente de lo que aquí participamos». Por ello, monseñor Montoya los animó a no desperdiciar nada de lo que se ofrece en la celebración: «Muchas convocatorias, muchos encuentros, y que queráis hacer un paréntesis en vuestros quehaceres para venir aquí, ciertamente es de agradecer», para «recordarnos, también, unos a otros, cuál es el testimonio de la comunión».
«Ofreced esa agua que sacia de verdad»
Con todos los educadores fijos en su mirada, el prelado incidió en la necesidad de anunciar a Cristo con sus propias vidas, puesto que «nosotros podemos ofrecer esa agua que sacia de verdad, conducir a los chicos y chicas utilizando las distintas materias que podamos impartir para conducirlos en una dirección». Independientemente de dónde se encuentren la Palabra de Dios y el testimonio del profesor, subrayó, este detalle «siempre será algo conveniente».
Monseñor Montoya, además, recordó que ellos son «la posibilidad» de que sea traducido el amor de Dios en los alumnos y alumnas, de manera que los escolares «se encuentren con quien los oriente y ayude a decir cuál es el rostro del Señor traducido en gestos concretos». Por ello, destacó la responsabilidad que tienen en sus manos de que, después de cada curso, «cada alumno sea consciente de quién es el Señor y cuál es la responsabilidad a la que está llamado».
«Sed siempre reflejo del amor de Dios»
Antes de concluir la homilía para continuar con la celebración, el obispo auxiliar de Madrid los alentó a que su fe crezca, que «nos sintamos enviados en el nombre del Señor, que no es un envío rutinario», que «porque participo de este misterio, soy enviado a ser prolongación de este misterio».
Y en sus últimas palabras, la promesa de ser siempre reflejo de Aquel que, en torno al altar, allí los convocaba: «Que vuestras actitudes sean siempre reflejo del amor de Dios, dispuesto siempre a entregarse para todo el que lo necesita».