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Sábado, 06 marzo 2021 09:00

Una época convulsa: el reinado de Fernando VII

Una época convulsa: el reinado de Fernando VII

El 5 de octubre de 1816, en la sección «Avisos» del Diario de Madrid podemos leer: «La Real Archicofradía de Nuestra Señora de la Almudena y Ánimas de la iglesia parroquial de Santa María la mayor de esta Corte, celebra una solemne función a la Santísima Virgen en su apostólico templo con misa cantada y Te Deum, el domingo 6 del presente mes de octubre para dar gracias al Todopoderoso, por medio de esta Señora, en atención a los señalados favores que nos ha dispensado en la conservación de nuestro amado Soberano el Señor Fernando VII y Serenísimos Señores Infantes, la feliz llegada de nuestra deseada Soberana y Serenísima Infanta, y para implorar las bendiciones del Cielo sobre nuestro SS. Pío VII, la de nuestros amados Soberanos y toda la Real Familia. Estará manifiesto el Santísimo Sacramento. Asistirá a la misa, Te Deum y Salve, un conjunto de veces».

Tras la Guerra de la Independencia y la instauración de la Constitución de 1812, que había sembrado las semillas del liberalismo, el regreso de Fernando VII a España parecía poner fin a aquella etapa convulsa e iniciar un periodo de paz, del que todo el pueblo se congratulaba, como reflejan estas líneas.

En el caso de la parroquia de Santa María la Mayor, la ocupación francesa también había dejado su impronta en la iglesia, que había ido perdiendo su esplendor de antaño. Desde finales del siglo XVIII se habían realizado reformas estéticas y estructurales, pero pese a ello ya no era el templo de referencia en la vida de la Villa y Corte. Además, para poder afrontar los distintos gastos de mantenimiento y reforma del edificio, la Congregación de la Real Esclavitud, tuvo que poner en venta parte de sus bienes. Esta situación, sin duda se vio agravada por los fatales sucesos históricos, pues la iglesia fue saqueada por las tropas francesas y asaltada en otras tantas ocasiones.

A pesar de todo ello, los reyes aún mantuvieron la costumbre de acudir con frecuencia a la parroquia de Santa María de la Almudena, en los pequeños y en los grandes sucesos. Por ejemplo, en el Diario de Madrid del 20 de mayo, podemos leer cómo, con ocasión de la entrada de Fernando VII a Madrid el 13 de mayo de 1814, se dispuso que durante nueve días se realizaran rogativas, con procesión, para beneficio del pueblo y en digna memoria de la feliz entrada del «amado soberano», recuperado del cautiverio en Francia.

El Rey nuestro Señor ha mandado se hagan rogativas en todos sus dominios, a fin de implorar la divina asistencia para el acierto de su Gobierno de la monarquía a consecuencia de esta piadosa resolución; el señor vicario eclesiástico de esta Corte ha señalado 9 días, que principiarán hoy 20: los 3 primeros con procesión general, que desde la parroquia de Santa María, a la hora de las 9, se dirigirán a nuestra señora de Atocha el primero, el segundo a la Real Iglesia de San Isidro y el tercero a la de PP Carmelitas calzados, cantándose en todos tres misas solemnes y concluirá con las preces acostumbradas.

En las demás iglesias todos los nueve días se cantará la letanía de los Santos con sus preces. Y se anuncia al público para que los fieles que quieran unir sus oraciones a las de la Iglesia por un motivo tan interesante a todos, concurran a estos actos religiosos.

El pueblo madrileño recibió con gran entusiasmo y exaltación de nuevo a Fernando VII, el Deseado. Testimonio de este recibimiento lo encontramos, hoy en día, en la Fuentecilla de la calle Toledo. Este monumento conmemorativo fue realizado a instancias del conde de Moctezuma, entonces corregidor (alcalde) de Madrid, como se lee en la inscripción actual: «Á FERNANDO VII. / EL DESEADO. / EL AYUNTAMIENTO / DEL HEROICO PUEBLO / DE MADRID / CORREGIDOR / EL CONDE DE MOTEZUMA». La fuente se encuentra decorada con dos figuras, un oso y un dragón, alusivos al antiguo y moderno escudo de Madrid, y en la parte superior, un león rampante sobre dos esferas del mundo, símbolo de la monarquía.

A los pocos días, de nuevo el templo se convierte en escenario de una pequeña anécdota, señalada en el Diario de Madrid del 22 de mayo de 1814, y en el que de nuevo el rey tiene un papel protagonista, al tiempo que se recoge la devoción y el fervor del monarca al Santísimo Sacramento: «A la católica, piadosa y edificante acción del Rey nuestro Señor (que Dios guarde) en la tarde del 22 de mayo, que pasando por la parroquia de Santa María de la Almudena, estando lloviendo, cedió el coche, y acompañó al Santísimo Sacramento, que salía por viático para un pobre enfermo, a quien dio una decente limosna, y al sacerdote le hizo capellán de honor».

Asimismo, Fernando VII fue también un gran devoto del Sagrado Corazón y durante su reinado se favoreció en nuestro país esa devoción. La devoción habría nacido cuando, estando el rey prisionero de Napoleón en el castillo de Valençay, hizo promesa al Sagrado Corazón de impulsar vivamente su devoción entre el pueblo, si conseguía recuperar el trono. Por ello, una de las primeras medidas que tomó tras ser proclamado rey de nuevo, fue solicitar al Papa Pío VII el privilegio de celebrar la fiesta del Sagrado Corazón en todos los dominios españoles. El Papa se lo concedió con un breve del 7 de diciembre de 1815, ordenando que la fiesta se celebrara el viernes después de la octava del Corpus Christi. Igualmente, fundó la Real Congregación del Sacratísimo Corazón de Jesús en el real monasterio de la Visitación de Madrid.

En un escrito de la época, titulado Noticias de nuestro Soberano el Señor Don Fernando VII en su prisión de Valençay, comunicadas por su confesor el Señor Don Blas Ostolaza, que compartió con el rey esos años de cautiverio, se nos ofrece recuerdos acerca de estas devociones del monarca: «Además de estos entretenimientos públicos, hacía sus visitas secretas al Santísimo Sacramento, que con licencia del obispo de Burges, se colocó en el oratorio, luego que nos vimos libres de la corte de Tayllerand. Para aumentar esta devoción dispuso S. M. la vela que el jueves santo se executó con tanto orden como devoción. ¡Que espectáculo tan edificante! Ver al Rey alternando de media en media hora con su último criado. La atención y compostura con que oía la misa, y su inclinación a ayudarla (lo que hizo más de una vez, sin que el orador pudiese impedirlo) demuestra su tierna devoción a este altísimo misterio de fe».

Termina la noticia del periódico con un soneto (firmado por Diego Rabadán), que también nos sirve de colofón para la reseña de esta semana:

El Monarca español, con santo anhelo,
a piadosas acciones dedicado,
su carroza en la calle ha presentado
al Rey Supremo de la tierra y el cielo.

Con mui humilde y reverente celo
fue sufriendo el efecto del nublado,
acompañando a Dios sacramentado,
que a la cristiana fe no impide el velo.

Ya la causalidad es providencia,
a los malos cristianos enseñando.
¡Oh exemplo de piedad y revrencia!

Su visita y limosna prodigando,
al enfermo alivió de la dolencia.
¡Oh que dichas logró del gran Fernando!

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