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Lunes, 06 septiembre 2021 10:06

«Ábrete a la escucha, ábrete a la comprensión profunda de las personas, ábrete al grito de los pobres»

«Ábrete a la escucha, ábrete a la comprensión profunda de las personas, ábrete al grito de los pobres»

El arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, presidió este domingo, 5 de septiembre, la Eucaristía de clausura del II Encuentro Internacional de Políticos Católicos. Celebrada en la catedral de la Almudena, congregó a los participantes en el encuentro y fue concelebrada por, entre otros, el arzobispo de Guinea Ecuatorial, Juan Nsue Edjang Mayé.

Durante la homilía, el arzobispo indicó a los políticos cristianos presentes, «hombres y mujeres que estáis al servicio de los demás», las tres expresiones con las que resumió las lecturas proclamadas: fuertes, justos y salvados. Fuertes, como decía el Señor a través del profeta Isaías, porque junto a Él se abren los ojos para ver; «se quitan los tapones de nuestros oídos y nos hacen oír las situaciones en que viven las personas», y se desata la lengua «no para decir palabras ofensivas», sino las que responden «a las obras que queremos realizar».

Justos, buscando «el bien común para todos» en un reto «que el Señor, en nuestro trabajo, nos invita a vivir». Y abiertos, en virtud del «Effetá» evangélico, para «escuchar la voz del Espíritu, la voz de la vida en nuestro corazón». Una palabra pronunciada por Jesús en su lengua, en arameo, cuya traducción exacta es «ábrete del todo», explicó el cardenal Osoro, y que es «para nosotros hoy y para todos los hombres». El sordomudo del Evangelio era un hombre encerrado en sí mismo, sin poderse comunicar con los demás; un sordomudo que «quizá es figura de las cerrazones mentales», de la sordera para «escuchar a Dios», de las resistencias del hombre hoy en día a «abrirnos a la vida».

«A nosotros el Señor, durante estos días, nos ha reunido para que escuchemos y para que entremos en conversación con todos los hombres». Continuando con el relato evangélico, el cardenal Osoro indicó cómo la saliva con la que Jesús tocó la lengua del sordomudo es «signo terapéutico», y «curar con saliva es curar con la propia vida, y a eso es a lo que nos llama el Señor a nosotros: a que curemos con nuestra propia vida», a entregar nuestra vida a este servicio sincero a los demás». «Estamos llamados a abrir nuestro corazón a la belleza de Cristo», a entregar esa salvación del Señor, recordó, y concluyó con una invitación a los presnetes: «Ábrete a la escucha, ábrete a la comprensión profunda de las personas, ábrete al grito de los pobres».

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