La iglesia del real monasterio de la Encarnación de monjas agustinas recoletas ha acogido, después de una interrupción de dos años obligada por la normativa sanitaria sobre Covid-19, el acto con el que el Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid ha celebrado la fiesta de su patrono, san Ildefonso.
Jaime Travesedo y Juliá, conde de Paredes de Nava, Grande de España y conde de Consuegra, presidente de la nueva junta de gobierno que recientemente ha asumido sus responsabilidades, fue el encargado de presidir el pasado 28 de enero el acto en el que fueron investidos cuatro caballeros y cuatro damas, después de prometer la defensa de la religión católica, de su Majestad el Rey y de la patria.
A continuación, dio comienzo la Eucaristía, presidida por Joaquín Martín Abad, capellán efectivo del Real Cuerpo y capellán mayor del real monasterio, con quien concelebraba el capellán Javier Calvo. Además de los miembros del Real Cuerpo y sus familiares, participaron en la Misa la comunidad de monjas de clausura, y numerosas representaciones: de la Casa Real, de la Diputación de la Grandeza de España, de las Órdenes del Santo Sepulcro, y de Malta, de las Órdenes militares y Maestranzas, y los fieles que acudieron a la celebración eucarística.
En su homilía, Martín Abad recordó cómo san Ildefonso redactó, antes de ser arzobispo de Toledo, el primer canon del concilio allí celebrado el año 656. Así quedaba establecido en la liturgia hispano-mozárabe que en adelante se oficiara una nueva fiesta, la de la maternidad virginal de María, Nuestra Señora de la Buena Esperanza, cada 18 de diciembre, siete días antes de la solemnidad de la Navidad. Aludió también a la imposición de la casulla al mismo santo en la catedral, siendo ya arzobispo de Toledo, por la Madre de Dios por ser «su capellán» y defensor de su virginidad. Al comentar cada una de las ocho bienaventuranzas pronunciadas por el Señor en el sermón del monte, en las que radica la verdadera dicha y la auténtica felicidad, concluyó en consecuencia que la segura alegría y el genuino gozo, a pesar de los pesares, solamente se puede alcanzar en Dios.
Por estatutos es jefe supremo del Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid su Majestad el Rey, y capellán perpetuo el arzobispo de Madrid.