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Jueves, 17 febrero 2022 16:32

Así fueron las V Jornadas de Actualización Pastoral para Sacerdotes

Así fueron las V Jornadas de Actualización Pastoral para Sacerdotes

El Seminario Conciliar de Madrid acogió durante los días 14, 15 y 16 de febrero la quinta edición de las Jornadas de Actualización Pastoral para Sacerdotes. Organizadas por la Universidad San Dámaso y la Vicaría Episcopal del Clero, las jornadas llevaban por título Ministros de Cristo en el cambio de época. La misión de los presbíteros en la Iglesia y en el mundo.

El acto inaugural estuvo presidido por el arzobispo de Madrid, cardenal Osoro, a quien acompañó el rector de la universidad, Javier Prades, que destacó «el significativo eco entre el presbiterio diocesano» que han ido adquiriendo las jornadas. Junto a ellos, el arzobispo emérito de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela, que fue el encargado de impartir la ponencia inaugural.

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En La teología en la Europa del siglo XXI, el arzobispo emérito hizo un repaso del contexto social, político y religioso del continente en el siglo pasado, con la caída del Muro de Berlín como hecho destacadísimo y el surgimiento de las nuevas democracias. Todo un reto para la Iglesia, aseguró, haciendo referencia al Sínodo extraordinario del año 1985, y avanzando en cómo la teología ha evolucionado hasta nuestros días.

Ahora, subrayó, hay que «superar la soberbia del hombre» contemporáneo; algo que «solo se puede hacer volviendo a Cristo». Es urgente además «anunciar el Evangelio de la esperanza, hacerlo llegar y vivirlo». Desafíos para los que hace falta «buena formación teológica, doctrinal y científica»

A la ponencia del cardenal Rouco le siguió la del prefecto de la Congregación para el Clero, monseñor Lazzaro You Heung-Sik, que habló sobre La formación al ministerio presbiteral en el cambio de época. Un cambio que no es solo lineal, dijo, sino que «transforma realmente el modo de vivir, de relacionarse, de comunicar, de trabajar y de pensar». El sacerdote está llamado en su ministerio, aseguró, a escuchar al Espíritu Santo para conocer cómo vivir este nuevo tiempo. Monseñor You Heung-Sik se refirió en su disertación al sacerdote, discípulo y misionero. «Si como sacerdotes somos misioneros, también nuestra comunidad será misionera».

La idea de fondo, expresó, «es que en el seminario se puedan formar discípulos misioneros enamorados del Maestro, pastores con olor a oveja que vivan para servirle y portar a todos la misericordia de Dios». «Para esto es necesario que cada sacerdote se sienta siempre un discípulos en camino», necesitado constantemente de una «formación integral» y «progresiva», sin distinguir la fase inicial de la permanente. «La finalidad del seminario –añadió– es preparar a los seminaristas para ser pastores a imagen de Cristo». No se trata de formar «sacerdotes de laboratorio», sino buenos pastores «atentos a la vida de los hermanos», entregados gratuita y apasionadamente al anuncio del Evangelio. «La configuración con Cristo Buen Pastor habilita al ejercicio del ministerio ordenado».

Dos asuntos destacó especialmente en su intervención el prelado. El primero, la amistad sacerdotal, que es «un tesoro que se debe cultivar»: «Es importante ser amigos; ayuda mucho a vivir la vida sacerdotal, la vida espiritual, la vida apostólica, la vida comunitaria e incluso la vida intelectual». Y en segundo lugar, la dirección espiritual: «Un sacerdote necesita de un director espiritual para comprender el proyecto de Dios». Como dice el Papa Francisco, «no es suficiente confesar los pecados», porque el sacerdote es responsable de una comunidad, y por eso es necesario un guía. El prefecto animó para concluir a «donarse con generosidad y gastar vuestras mejores energías para formar sacerdotes enamorados del Señor».

Ya en la segunda jornada, el decano de la Facultad de Teología, Gabriel Richi, aseguró, al presentar la sesión y utilizando palaras del Papa Francisco, que «nuestro tiempo nos pide vivir los problemas como desafíos, y no como obstáculos». Y sobre uno de estos desafíos habló Raúl Orozco Ruano, profesor de la facultad, en su conferencia Un reto: crisis de la paternidad y de la sacramentalidad. Este cambio de época en la que estamos inmersos, comenzó diciendo, es la hora de la Iglesia «para llevar a cabo su misión». Pero esta solo se puede hacer si evita, entre otros, reducir «la novedad de Cristo a los paradigmas de pensamientos culturales del momento».

La Iglesia está llamada al reto de responder a los desafíos del hombre, un hombre que fue analizando profusamente por el profesor en función a sus relaciones, consigo mismo y con los demás. «El hombre contemporáneo se encuentra en un estado de orfandad», aseguró. La dificultad actual en la transmisión de la fe tiene que ver en parte con una devaluación e intentos de eliminación de «una figura trascendente».

Actualmente, puso de manifiesto, nos encontramos «con el vaciamiento de la figura del padre, con consecuencias para la teología, la pastoral y la espiritualidad cristiana». ¿Cómo es posible una relación positiva con un Dios padre –cuestionó el ponente– si la relación con el padre no existe o incluso es negativa? Al reto de la paternidad se responde «desde el Evangelio de la vocación», subrayó. Esto es, «ser padre es una vocación que solo puede ejercer plenamente aquel que haya aprendido antes a ser hijo».

Por otro lado, el resurgir del fenómeno religioso, constató, no se está traduciendo en un incremento de la práctica sacramental, sino más bien al contrario. En este contexto, y en este momento concreto de la historia, la participación cristiana debe ser como la de un «testigo sacramental de un encuentro con una Persona».

Unidad de vida

Gaspar Hernández Peludo, profesor de la Facultad de Teología Universidad Pontifica de Salamanca (UPSA), participó también en las Jornadas con una ponencia titulada Actuales condiciones del ejercicio del ministerio presbiteral. Destacó en primer lugar la crisis de identidad social del presbítero, con una concepción pública de su imagen alejada de aquella «figura integrada, respetada y relevante» de tiempos pasados. Pero la identidad del sacerdote no deriva del reconocimiento exterior, aseguró, «sino de su dignidad inmanente, recibida por el sacramento del orden». La «despersonalización» (en palabras de Von Balthasar) que conlleva la sacramentalidad del ministerios apostólico, apuntó, «es su mayor personalización». Por eso, la solución ante esta crisis del presbítero pasa por «redescubrir su esencia, su sacramentalidad, su identidad relativa a Cristo».

La crisis de vocaciones fue también otro asunto tratado. E igualmente la fragmentación de la vida, unida a la multiplicidad de situaciones personales y afectivas y la cantidad de tareas en la jornada, que «pueden llevarle a la dispersión y a la distracción». Esta fragmentación supondría identificar el ministerio con la vida pública, y desconectar del ministerio en la vida privada, «y a veces buscando compensaciones de diverso tipo que en el peor de los casos pueden llevar a la doble vida, a adicciones o a patologías». Para superar esta fragmentación se requiere «redescubrir el ejercicio del ministerio como lugar de santificación», y a su vez tener «la convicción de que su santidad personal no es indiferente para la fecundidad de su ministerio». Y añadió: «El carisma presbiteral es un carisma de totalidad, que afecta al ser, al hacer y al vivir del sacerdote».

Por eso una clave fundamental es el «cuidado de una vida espiritual intensa». Todo esto conducirá a la unidad de vida del sacerdote, en la que «lo determinante es unirse a Cristo en el cumplimiento de la voluntad del Padre». No disponer de la propia vida, no tener derecho al anonimato, «quizá es lo más difícil». En el fracaso de muchos sacerdotes, advirtió, está esta reivindicación de «mi vida privada».

Hay otra amenaza hoy, que es a la vida fraterna. Para contrarrestar esto es condición necesaria «redescubrir y experimentar esencialmente relacional nuestra identidad como ministros radicada en el misterio trinitario». La vida en común «es uno de los elementos de mayor reforma que la Iglesia está llamada a actuar hoy». Junto a ello, también situó el ponente el clericalismo, «denunciado constantemente» por el Papa Francisco. «Una forma de vacunación contra el clericalismo es el redescubrimiento de la condición bautismal del presbítero».

Por último, ante la secularización creciente, el Concilio invita a recorrer un «camino de secularidad», que se fundamenta en el envío del Hijo al mundo por parte del Padre. En el mundo poscristiano esto implica, tal y como aseguró el profesor Hernández, un cambio de paradigma pastoral: pasar de la lógica de la conservación centrada en el presbítero, «cuyos destinatarios son los practicantes», a una lógica misionera cuyos destinatarios son, «sin descuidar los fieles, los alejados, los pobres, los cristianos de otras confesiones, los buscadores religiosos, indiferentes y ateos». 

Caridad pastoral

La última jornada comenzó con la ponencia de Nicolás Álvarez de las Asturias, vicerrector de Ordenación Académica de la Universidad San Dámaso, acerca de El presbítero configurado con Cristo cabeza y pastor. El título, señaló, es «la mejor respuesta también hoy a la pregunta por la identidad del sacerdote», ya que en ella «se intuye la misión del sacerdote como prolongación de la de Cristo al servicio de su pueblo». Cabeza, en terminología paulina, apunta al «carácter de signo de la primacía de Cristo en la Iglesia, representado por sacerdote ministerial». Por su parte, el término «pastor» se refiere a la forma concreta en que el ministerio debe ejercerse, «siempre alejado de cualquier forma de dominio y de poder».

Junto a ello, el sacerdocio ministerial existe «para hacer presenta a Cristo, que acompaña y guía así a la Iglesia en su peregrinar terreno». Utilizando la figura de la casa edificada sobre roca, Álvarez de las Asturias concluyó asegurando que el sacerdote es «cobijo y cobijado, raíz y rama». Además, el sacerdote es «cobijo y puerto seguro para quienes comprensiblemente pueden vacilar ante los vientos y tempestades». Lo es también en este cambio de época, con el «coraje de la evangelización». Pero solo lo es nutriéndose la gracia, que la recibe y vive en la Iglesia.

Las jornadas se clausuraron con la ponencia El presbítero conformado con Cristo siervo y esposo a cargo de Gabriel Richi Alberti, decano de la Facultad de Teología de San Dámaso. «La caridad pastoral constituye el núcleo y el camino de la santidad propia de los presbíteros, capaz de responder adecuadamente a los desafíos que nuestro tiempo plantea al ejercicio del ministerio», señaló al comenzar. El origen del ministerio es don sacramental, y no una necesidad de orden y organización en el comienzo de la Iglesia, explicó. Así, esta caridad va conformando con Cristo, siervo y esposo, a aquel que fue configurado el día de su ordenación con Cristo Cabeza y Pastor.

Richi quiso recordar en su exposición el camino que Pedro recorrió junto a Cristo, cuyo encuentro cuando ya Jesús había resucitado permite hablar de la dimensión esponsal del presbiterado. En el camino de conocimiento de Cristo, «el Padre revela a Pedro quién es Jesús», y a lo largo de toda su convivencia con Jesús, Pedro fue introducido en la «lógica del siervo». «Al misterio del siervo solo se tiene acceso a través de la puerta del amor», confirmó Richi. En la dinámica esponsal, el apóstol Pedro tiene acceso al seguimiento del Señor.

La capacitación que se recibe por el sacramento, continuó el decano de Teología, requiere que «la configuración con Cristo cabeza y pastor adquiera cotidianamente la forma existencial del siervo y del esposo»: esposo con ese amor esponsal de Cristo a la Iglesia, y siervo como lo fue Él, «el único verdadero del Señor». Se trata de «acoger la gracia de haber sido tomado para servir».