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Jueves, 12 mayo 2022 13:40

La diócesis tendrá su primer grupo parroquial de duelo Resurrección en la parroquia Nuestra Señora de los Ángeles

La diócesis tendrá su primer grupo parroquial de duelo Resurrección en la parroquia Nuestra Señora de los Ángeles

«En los duelos hay que hacer cirugía de sanación con el bisturí de los valores y de la fe». El padre Mateo Bautista, religioso camilo nacido en España, pero con media vida en Iberoamérica, sabe bien de lo que habla. En 1993 puso en marcha en Argentina en el primer grupo parroquial de mutua ayuda en duelo Resurrección, dentro de la pastoral de duelo, con el objetivo de acompañar con un sentido humano y cristiano a aquellas personas en proceso de duelo por la muerte de un ser querido. Ahora, la parroquia Nuestra Señora de los Ángeles, en Cuatro Caminos, acogerá el primero de estos grupos que se ponen en marcha en la diócesis de Madrid.

El subdelegado de la Pastoral de la Salud, Gerardo Dueñas, pone en valor la dimensión parroquial de este acompañamiento, algo que explica el padre Mateo. «El trabajo del duelo es aceptar, procesar, cicatrizar y aprovechar el sufrimiento», haciéndolo con los recursos personales, comunitarios y de la gracia a través de la fe, la Palabra de Dios y los sacramentos, explica. En realidad, la pastoral de duelo «mira a Jesús, que es varón de dolores y varón de duelo». Qué hizo Jesús con los discípulos de Emaús si no fue acompañarlos en su duelo, reflexiona el sacerdote.

«Muchos creyentes –señala– entran en gran crisis espiritual en momentos de gran sufrimiento». Se sienten «castigados, probados o abandonados» por Dios, y por eso es «imprescindible» que la Iglesia los acompañe y les muestre a un Jesús «que hizo pastoral de duelo a domicilio» cuando murió la hija de Jairo; que «acompañó en su camino al cementerio» a la viuda de Naín que enterraba a su hijo, o que estuvo con Marta y María en la muerte de su gran amigo Lázaro, cuya pérdida lloró amargamente. Él mismo «preparó anticipadamente» a sus discípulos para su muerte, y también «preparó su duelo: no buscó el sufrimiento, pero lo aceptó, lo asumió, lo trabajó y lo hizo humanización, redención y salvación».

Duelo padre mateo

Acompañar desde las seis dimensiones de la persona

Este acompañamiento en el proceso del duelo desde la fe, explica el padre Mateo (en la imagen superior), se tiene que hacer «con gran sentido de humanismo», desde las seis dimensiones de la persona: corporal, porque las personas con grandes sufrimientos tienden a descuidarse, o somatizan el sufrimiento; emocional, y en este sentido hay que permitir el desahogo, como hizo Jesús con los de Emaús; mental, para no caer en ideas insanas del sufrimiento como «no voy a ser feliz», «nadie me puede entender», «no puedo», «me quedo sin misión en la vida», «y si me hubiera muerto»…; relacional, «es importante desahogarse pero también hay que practicar la escucha», por eso no son grupo de autoayuda, sino de mutua ayuda, y aquí el padre utiliza el término de autoconfrontación empática, para sanear ideas a través del espejo que hacen de uno mismo los demás; de valores y, por último, espiritual, «no podemos sufrir sin la compañía, la gracia y el amor de Dios».

En España, estos grupos están ya implantados en las diócesis de Cuenca y Getafe. Precisamente de esta última son dos de los coordinadores que acompañarán en su primera andadura al grupo de Nuestra Señora de los Ángeles. Jorge Megías y su esposa, Purificación Roca, perdieron en 2005 a su hija Irene, que entonces tenía 17 años, de una meningitis fulminante. Ambos, agnósticos, iniciaron un camino de vuelta a la Iglesia que los llevó, a los seis meses, a tener la certeza de que Irene estaba intercediendo por ellos desde el cielo para acercarse a Jesucristo.

El primer paso fue recibir el sacramento del Matrimonio (estaban casados por lo civil). El sacerdote con el que hablaron los invitó a un Cursillo de Cristiandad, «llevábamos 40 años alejados de la Iglesia», y diez meses después de la muerte de Irene se casaron y comenzaron a vivir una vida de fe plena. En este camino, Jorge comenzó a sentir que tenía que montar un grupo de duelo, pero parroquial, «el Espíritu Santo me lo puso dentro». Se lo comentó a su párroco, la idea le pareció «excelente» y cuando buscó en internet «grupo parroquial de duelo», la primera entrada fue la del padre Mateo.

Duelo Jorge y Puri

Poder terapéutico

Al comienzo de este curso lo anunciaron en la parroquia y fue tal la aceptación que hicieron dos grupos, que se reúnen semanalmente por espacio de dos horas. Siguiendo la metodología, los temas y la guía de coordinadores diseñada por el religioso camilo, hacen lo que llaman rondas de desahogos. La primera, para ver cómo los dolientes han pasado la semana y si se han dedicado «caricias positivas», esto es, cosas que les ayuden en su autoestima, «ir a la peluquería, quedar con los amigos…». En la segunda, se proponen unas preguntas que tienen que responder por escrito y luego compartir. Y la tercera es la cadena de apoyo, esto es, cada doliente elige a otra persona del grupo para mandarle un mensaje positivo, «lo estás haciendo muy bien», «te veo mucho mejor»….

Esto es muy importante, resalta el coordinador, porque implica «dejarse de mirar el ombligo y sacar fuerza de uno mismo para animar al otro». Porque todos los dolientes «tienen capacidad sanadora». El grupo concluye con una lectura bíblica y una oración. «Al poder terapéutico de compartir se añade que es un curso muy bien diseñado y que es un grupo parroquial, en el que se comparte la fe en la resurrección de Cristo».

Dios es «quien sana el corazón», señala, y el «grupo facilita que el doliente abra el caparazón del dolor y permita que el Espíritu Santo se cuele dentro». Cuando a alguien se le muere un ser querido, y Jorge lo sabe bien por experiencia, «te mueres espiritualmente», y de lo que se trata en estos grupos es de que «se levanten de la muerte, resuciten, vuelvan a la vida». El objetivo, añade, es que el doliente «sea feliz radicalmente, no que sobreviva; que tenga paz interior y alegría de vivir en estado puro».

En el grupo de Jorge y Puri están haciendo el itinerario amplio, de 29 sesiones –lo hay también de doce–, y en él se reúnen personas de diferentes edades y con diferentes dolores: unos padres y su hija que perdieron a un hijo y hermano de 24 años por un tumor; un hijo cuyo padre se suicidió –«añade un plus de dolor muy lacerante, que es el sentimiento de culpa»–, mujeres viudas, un hombre al que se le ha muerto su hermano… Aunque «cada duelo es singular», es cierto que «tiene muchos lugares comunes», y esta diversidad de edades y de parentesco con los seres queridos fallecidos es «más enriquecedor».

Ahora que la Iglesia ha lanzado la campaña XTantos, para marcar la X a favor de la Iglesia en la Declaración de la Renta, se hace más patente cómo ayuda a personas que han perdido un ser querido. Es «bastante frecuente», reconoce Jorge, que «esa nueva vida» tras elaborar el duelo «sea más grande, y que se sientan movidos a hacer algo por los demás». Además, «es un método de evangelización potentísimo». El padre Mateo añade que el trabajo de duelo, que tiene un principio y un final, no es «ni para olvidar al ser querido ni para dejarlo de amar; todo lo contrario, es para amarlo con paz entregándolo a la misericordia de Dios».

Duelo grupo