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Martes, 24 junio 2025 11:18

Miguel Torres, benedictino de la Santa Cruz ordenado presbítero por el cardenal Cobo: «La vocación al sacerdocio es un complemento maravilloso para ser monje»

Miguel Torres, benedictino de la Santa Cruz ordenado presbítero por el cardenal Cobo: «La vocación al sacerdocio es un complemento maravilloso para ser monje»

Fray Miguel Torres nos espera a la entrada de la abadía de la Santa Cruz. Fray. Aunque hay que empezar a acostumbrarse a llamarle «padre Miguel», porque ha sido ordenado presbítero por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, en una solemne celebración en la basílica el pasado sábado 21 de junio. Vemos su figura, con el hábito benedictino, recortada en la inmensidad de la imponente arquitectura que conforman el edificio del monasterio, la Escolanía —con más de una treintena de alumnos— y las arcadas que conectan con el otro gran edificio que es la hospedería. A los pies de la cruz, en la sierra de Guadarrama, con el monte Abantos presidiendo el semicírculo montañoso que envuelve todo el conjunto, se soportan mejor las altas temperaturas de este final de junio madrileño. Reinan la paz, el silencio y el recogimiento. Vida monástica.

Es lunes y, como cada día, ha habido Misa a las 11:00 horas, a la que han acudido los feligreses de siempre. El padre Miguel saluda con sonrisa amplia. Sosegado, profundo. Lleva los últimos 14 años, de los 31 que tiene, en el monasterio. Su discernimiento vocacional empezó «muy pronto», en 4º de la ESO. Ese año su padre le envió a Estados Unidos. Allí, con la vida social más limitada, vivió un tiempo de recogimiento en el que «empecé a plantearme qué hacer con mi vida». «Descubrí la oración. Yo solo. En la capilla». Y decidió estudiar Filosofía.

Su vuelta a España coincidió con su decisión de hacerse sacerdote. Tenía 17 años. «Lo que llenaba mi día a día era la oración, y lo que de verdad me gustaba era el contacto directo con Dios». Mientras, la abadía le había ido atrapando. «La liturgia de la Semana Santa, cómo se vive aquí, me tocó profundamente». Y luego «la vida del monje, la oración, el silencio, la liturgia bien llevada, el canto gregoriano, la solemnidad, la gravedad, me encantaban».

En 2º de Bachillerato empezó el Introductorio en el Seminario Conciliar de Madrid. En aquel momento se sentía como con «dos amores»: la vida monástica y el sacerdocio secular. «Cada vez crecía más el amor por este sitio», cuenta. Poco antes, en la JMJ de Madrid 2011 había determinado seguir en el seminario, pero ese verano fue a la abadía de la sierra madrileña ocho días a rezar y estar tranquilo. Sintió que tenía que quedarse allí, pero no quiso dar solo el paso. Lo habló con su director espiritual, dispuesto a obedecer y acoger lo que la Iglesia le dijera. «Creo que debes ir a la Santa Cruz», fue su respuesta.

Ordenacion abadia principal

Sus años más felices

En 2014, Miguel hizo su profesión temporal y en 2018 la solemne. «Mis primeros años fueron los más felices; sabía que lo que estaba haciendo era bueno». En el monasterio, el ora et labora se desarrolla en un día a día regular. «Se procura que todos los días sean iguales, estructurados alrededor de la liturgia de las horas, con la Misa diaria como acto litúrgico principal». «El monje lo que hace es trabajar en tareas sencillas, orar y estudiar; hacer que la vida sea lo más simple posible para que el espíritu siempre esté recogido, en búsqueda de Dios». Sumada, esta sencillez, a su trabajo como director de la Escolanía de la Santa Cruz, en la que se ofrece formación académica desde 1º de Primaria hasta 2º Bachillerato y una esmerada formación musical, a la que los escolares dedican varias horas al día y abarca canto gregoriano, lenguaje musical, instrumento y polifonía.

El otro punto importante es la comunidad, «los hermanos: nos apoyamos, nos necesitamos unos a otros y todos tenemos el mismo objetivo, la pureza de corazón, la búsqueda de Dios y el servicio unos a otros». Una bendición, pero no oculta el padre Miguel que también, como en cualquier familia, la comunidad es fuente de dificultades. Igual que sus propios obstáculos personales «para el crecimiento de la vida interior, las dudas, el “¿seré capaz”?».

En este camino surgió la vocación al sacerdocio, que «es un añadido, un complemento maravilloso para ser monje». «Veía internamente que podía cumplir dignamente con el sacerdocio ministerial y ser una ayuda a la Iglesia y no una carga. Y, por otro lado, los que me rodeaban lo esperaban; era el pueblo de Dios pidiéndolo». Una vocación contemplativa más que apostólica que «me configura interiormente y me habilita para otras funciones dentro de mi comunidad, pero no fuera». Esto no quiere decir que no celebre las Misas de la basílica o confiese, pero «yo entré para ser monje, y mi vocación esencial es monástica».

Ordenacion abadia postrado

«Luz para afrontar la vida comunitaria»

El padre Miguel vivió su ordenación con la quietud propia de su ser monje; notando internamente «la presencia imponente de lo que iba a ocurrir», porque «lo que he recibido es algo grande». En su homilía, el cardenal Cobo le aseguró que su ministerio «será una luz para acoger y afrontar la vida de esta comunidad desde el mismo Jesucristo que se ofrece por todos para traer la verdadera paz a nuestro mundo. Esa ofrenda celebrada en los sacramentos y en el ejercicio de tu ministerio será el eje de tu vida y tu aportación a la vida de esta comunidad».

El padre Miguel agradeció que el cardenal «interpretara mi vocación al presbiterado en la abadía de la Santa Cruz como que nosotros, los monjes, tenemos que tomarnos en serio el ministerio de la reconciliación, entre los hombres y Dios, y entre ellos; es un guiño a nuestra vocación monástica aquí y veo que se siente comprometido con nosotros en este aspecto».