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Jueves, 27 noviembre 2025 15:28

Padre Elías Royón, SJ, sobre la sinodalidad: «Más que nunca el mundo necesita hoy de este gesto profético de la Iglesia»

Padre Elías Royón, SJ, sobre la sinodalidad: «Más que nunca el mundo necesita hoy de este gesto profético de la Iglesia»

Todos los implicados en el servicio a la Iglesia en Madrid se encontraron el pasado sábado, 22 de noviembre en el Seminario Conciliar de Madrid, convocados por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, para la presentación, por parte del arzobispo, de algunas orientaciones que ayudarán a seguir creciendo en sinodalidad en la archidiócesis. Más concretamente, ayudarán a mejorar la articulación pastoral entre los diferentes sectores y áreas, y, al mismo tiempo, en el conjunto del territorio diocesano.

Así, se encontraron en el Aula Magna los coordinadores de las delegaciones diocesanas en las vicarías territoriales, coordinadores territoriales del área social, responsables de las delegaciones episcopales y secretariados diocesanos y vicarios episcopales territoriales, quienes pudieron escuchar la reflexión del padre Elías Royón, SJ, profundo conocedor del Sínodo pues ha participado en los trabajos de las dos últimas Asambleas Generales.

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En sus palabras, el que fuera vicario episcopal para la Vida Consagrada de la diócesis de Madrid subrayó las palabras que el Papa Francisco pronunció en el 50 aniversario de la institución del sínodo de los Obispos por el Papa Pablo VI: «El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia en el tercer milenio». Esta «es una de las más importantes dimensiones del pontificado del Papa Francisco», aseguró el padre Elías.

El Sínodo sobre la Sinodalidad fue «una experiencia de caminar juntos», sin ingenuidad porque «surgieron los problemas, las resistencias» y las divergencias, pero se hizo presente «una práctica muy sinodal: la escucha». El jesuita recordó las dos cuestiones con las que se inició la fase preparatoria, en 2021: cómo se realiza hoy este caminar juntos que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, y la segunda, discernir qué pasos invita a dar el Espíritu para crecer como Iglesia sinodal.

El objetivo del Sínodo es «la misma Iglesia», recordó el sacerdote, «sobre la sinodalidad como un modo de ser Iglesia». «La sinodalidad es el caminar junto de los cristianos con Cristo hacia el Reino de Dios, en unión con toda la humanidad, orientada a la misión», definió, y por eso la sinodalidad «es una dimensión constitutiva de la Iglesia, como lo son la comunión o la misión». Ya san Juan Crisóstomo decía «sínodo es nombre de Iglesia». Así, «caminar juntos es lo que mejor realiza y manifiesta la naturaleza misma del Pueblo de Dios peregrino y misionero».

El padre Elías repasó el procedimiento del Sínodo, basado en la escucha, y recordó la experiencia espiritual y comunitaria «única, de auténtica sinodalidad, sentados juntos en pequeños grupos obispos, laicos, sacerdotes, religiosos, «viviendo la conversación en el Espíritu, escuchándonos unos a otros». Esto es en sí una llamada a ser una Iglesia «más espiritual, conducida por el Espíritu, más comunitaria, que fortalece sus vínculos, y que contribuye a una fraternidad universal».

Caminar juntos, afirmó, es importante en un mundo marcado por los individualismos, por la globalización «que uniformiza eliminando las diferencias», y por los populismos, que dividen y polarizan. «Más que nunca el mundo necesita hoy de este gesto profético de la Iglesia»: es posible caminar juntos, dialogar entre los diferentes. «El reto de la sinodalidad es integrar, desde la unión en Cristo, las diversidades para que enriquezcan a toda la Iglesia y no sean obstáculo para que el mundo crea».

La llamada a la conversión y el protagonismo del Espíritu Santo fueron otras dos notas del Sínodo que destacó el ponente. «El proceso sinodal es una búsqueda de lo que dice el Espíritu a su Iglesia en este momento de cambio de época para anunciar a Jesucristo al mundo de hoy». Royón subrayó que el plan aprobado el pasado 11 de marzo por el Papa Francisco —y confirmado por el Papa León— marca un camino que culminará en octubre de 2028, cuando se celebre en el Vaticano la Asamblea Eclesial. Esta fase está orientada a experimentar prácticas y estructuras renovadas que hagan la vida de la Iglesia más sinodal y permitan que sus decisiones sean fruto «de la obediencia común a lo que Dios quiere para su Iglesia».

En su reflexión, el jesuita insistió en que la sinodalidad exige un clima de confianza mutua: «Los responsables de la toma de decisiones deben ser capaces de escuchar y confiar en el Pueblo de Dios, y este, a su vez, debe confiar en quienes ejercen la autoridad». La autoridad pastoral, añadió, no puede actuar como si no hubiese escuchado lo que surge de un verdadero proceso de discernimiento. Aunque la competencia decisoria es irrenunciable, «no es incondicional» y no puede ignorar las orientaciones que emergen de órganos de participación.

Royón destacó que el objetivo último de la sinodalidad es la misión. Así lo muestran los propios subtítulos de los documentos estudiados en el proceso sinodal: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión”, “Una Iglesia sinodal en misión”, “¿Cómo ser una Iglesia sinodal misionera?”. “La sinodalidad no es un fin en sí misma —afirmó—; apunta a la misión que Cristo confió a la Iglesia: evangelizar, su identidad más profunda”.

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El jesuita advirtió que el momento actual exige una conversión de mentalidades y, en algunos casos, la reforma de estructuras para avanzar hacia una Iglesia más sinodal y misionera. Esto incluye revisar los modelos de relación y liderazgo en todos los niveles —parroquial, arciprestal y diocesano— y reconocer al laicado como sujeto activo de la vida eclesial. La implementación del Sínodo, añadió, debe ir acompañada de mecanismos eficaces de rendición de cuentas y evaluación, inspirados en la transparencia evangélica. Esta no puede limitarse a los casos de abusos sexuales o financieros, sino que debe alcanzar los planes pastorales, el estilo de vida de los pastores, los métodos de evangelización y el respeto a la dignidad humana.

El reciente documento de la Secretaría del Sínodo (julio de 2025) recuerda que la misión de anunciar el Reino de Dios constituye el eje central del texto final. Por ello, las comunidades están llamadas a concebirse principalmente al servicio de la misión que los fieles desempeñan en la sociedad, sin concentrarse solo en las actividades internas.

La puesta en práctica de esta visión requiere procesos “largos, lentos y difíciles”, pero imprescindibles: formación, apertura al discernimiento, consultas en los órganos de participación, escucha del Espíritu y compromiso con la transparencia y la toma corresponsable de decisiones. Para Royón, la esperanza del proceso sinodal no reside únicamente en las formulaciones del documento final, sino en su recepción por parte de todo el Pueblo de Dios. “Se trata de animar y fomentar esta sensibilidad”, apuntó, promoviendo un camino que descienda a todos los niveles de la vida eclesial.

La sinodalidad —concluyó— nos sitúa a todos, obispos, presbíteros, consagrados y laicos, en un proceso de renovación eclesial y de conversión en las relaciones. “Estamos ante un tiempo de Dios, lleno de belleza y creatividad, que no puede dejar de entusiasmarnos si dejamos atrás miedos, prejuicios y rutinas. No es un acontecimiento, sino un proceso del Espíritu que quiere renovar la Iglesia”.