La vigilia de Pentecostés busca imitar a los apóstoles y los discípulos, que, con María, la madre de Jesús, se dedicaban a la oración, esperando el Espíritu prometido por el Señor.

Para ello, en la víspera de esta solemnidad la Iglesia se congrega para, con atención y calma, escuchar la Palabra de Dios, meditar los prodigios que el Señor hizo en favor de su pueblo y pedir al Espíritu Santo, a quien el Padre envió como primicia para los creyentes, que lleve a plenitud su obra en el mundo.

Con una estructura que, en cierto sentido, recuerda a la Vigilia Pascual, se pueden escuchar varias lecturas, seguidas de un salmo y de una oración. Los textos van a hacer referencia a las prefiguraciones del don del Espíritu a lo largo de la historia y al poder de dar vida del Paráclito y de regenerar a toda la Iglesia.

Se trata, pues, de culminar la cincuentena pascual a través de una celebración solemne, poniendo en estrecha relación el misterio pascual del Señor, nuestra Pascua inmolada, y el del envío del Espíritu Santo sobre toda la Iglesia.