Este jueves por la mañana llovía en Madrid. Puro otoño que se notaba más, si cabe, en el Cerro de las Ánimas, donde en 1811 se levantó el cementerio que aún sigue en pie más antiguo de la ciudad, la Sacramental de San Isidro, y, además, el único que es a perpetuidad —el enterramiento es para siempre—. Lo destemplado del día pegaba en el entorno. «El tiempo acompaña», bromea Mari Mar, una del casi centenar de visitantes que estrenan este año las visitas Adetermun.
Organizadas por la Archicofradía Sacramental de San Pedro, San Andrés, San Isidro —quien custodia el camposanto—, con motivo del Día de Todos los Santos y del Día de los fieles difuntos, pretenden mostrar el rico patrimonio arquitectónico, escultórico e histórico que atesora el espacio, declarado Bien de Interés Cultural. Cuenta, además, con uno de los cipresales bicentenarios más importantes de España y de Europa.
En él reposan los restos de intelectuales, científicos, políticos, literatos, médicos, aristócratas, artistas y un sinfín de cofrades. Cuando empezó, «lo mejor de la alta sociedad y de la burguesía madrileña se va a querer enterrar aquí», indica Andrea, la guía, al comienzo de la visita. Es más, para sus panteones solían contratar al mismo arquitecto que para sus viviendas, y en algunos casos dejaban en testamento incluso los planos de la sepultura.

Tal es el caso de la de Virginia Mevil y Duval, marquesa de Mudela, una suerte de capilla neogótica porque este era el estilo que, a ojos de todos, más acercaba a Dios. Gracias a la guía conocemos que es de 1881, obra del arquitecto Lorenzo Álvarez Capra, quien por cierto introdujo el neomudéjar en España, diseñador de la iglesia de La Paloma. En contraposición al gótico, el panteón de los Condes de Casal, de estilo clasicista de mediados del siglo XIX, granito y mármol blanco, a imagen y semejanza de los de la antigua calzada Via Appia de Roma.
El patio 4 (de los once que hay), en el que se alza este panteón, se diseñó durante el reinado de Isabel II al más puro estilo romántico y en él descubrimos también el panteón de la marquesa de Revilla de la Cañada, Josefa del Collado, quien creara una casa de socorro albergue de niños que se convirtió en referente de la puericultura en la España de la época. Por eso aparece en su pódium representada la virtud de la caridad, «que bien podría parecernos a la Virgen con el Niño y san Juanito», pero Andrea hace observar a los visitantes que el pequeño que está de pie lleva muleta.

Detalles y simbología
Muchos son los detalles que a lo largo del recorrido se presentan ante los participantes porque los enterramientos están llenos de simbología: los adornos con hojas de acanto o hiedra que remiten a la vida eterna; las flores siempre vivas para el recuerdo; los tonos verde oscuro de los mármoles, signo funerario pero también de esperanza; las antorchas invertidas con fuego, símbolo también de la eternidad; el reloj de arena con alas de ángeles que remite al tempus fugit; la granada, como símbolo de fecundidad y, en sentido religioso, roja del color de la sangre de Cristo y llena de semillas que se esparcen en la evangelización…
Hay también muchas referencias mitológicas en las esculturas. En el Mausoleo de Manuel Antonio Ortiz y Familia están representados a los dos hijos de su matrimonio con Candelaria Mohino, 34 años más joven que él, y que sobrevivió a toda su familia porque los hijos murieron uno con 9 años y otro con 25. Al más pequeño lo representó con los atributos de San Antonio, el lirio y el libro, porque era una gran devota. Pero para el mayor, que era médico, usó una imagen pagana, la de Higiea, hija del dios griego de la salud.

«Me alegro mucho de haber venido»
No es la primera vez que Nuño acude a las visitas de la Sacramental de san Isidro, pero sí a esta especial para honrar a los difuntos en su día. «Es interesante», reconoce este madrileño al que le gusta conocer el patrimonio de su ciudad. Está gustando mucho también a Pilar, a quien se lo comentó una amiga y «de momento, bien; me está sorprendiendo, no es un cementerio al uso, por la arquitectura, lo artístico…».
Efectivamente, el de la Sacramental de San Isidro no ha conocido la utilidad y funcionalidad de los cementerios de hoy en día. En el siglo XX dejó de haber interés alguno por erigir monumentos funerarios, y quizá por eso choca aquel más contemporáneo que se encuentra junto a una de las grandes cruces de los patios. «A la gente le costó asumir los enterramientos fuera de lugares sacros, y para que comprendieran que nada cambiaba se ponían estas grandes cruces». Se refiere Andrea a que este cementerio se construyó a las espaldas de la Ermita del Santo después de que, por decreto de Carlos III, se prohibieran las inhumaciones dentro de la ciudad y en los templos por temas de salubridad.

En la actualidad ocupa 120.000 metros cuadrados. La archicofradía es una entidad sin ánimo de lucro religiosa y por eso los ingresos de las visitan revierten en la conservación del cementerio. Pero los panteones y sus parcelas son privadas, propiedad de las familias. «Pretendemos potenciar que se recupere y restaure el propio patrimonio; si se pierde la continuidad de una familia, lo puede adquirir otra, pero con el compromiso de restaurarlo».
Estamos llegando al final de la visita, que se ha realizado en un clima de respeto por los que allí reposan y los familiares que acuden a rezar o a honrarlos. Concluye el recorrido con un broche musical con piezas como el Ave Maria de Schubert. Volvemos a Mari Mar, que destaca la cantidad de información y detalles que proporciona la guía. Ha disfrutado la visita, reconoce: «Me alegro mucho de haber venido».

