Madrid

Lunes, 12 enero 2015 05:47

Un entrenamiento para la vida real

En estos momentos que estamos viviendo hay muchas personas que se encuentran en situación de desempleo o con contratos que no dan para poder cubrir las necesidades económicas que tiene una familia. Esta circunstancia provoca que numerosas familias tengan serias dificultades para salir adelante. Se trata de un efecto dominó, con consecuencias fatales: si no se tiene trabajo, no hay ingresos; si no existen ingresos, no se pueden pagar las deudas; si no se paga la hipoteca, la familia se queda sin casa; y si se queda sin casa, es cuando resulta imprescindible buscar un recurso, una ayuda para salir adelante. Esto que parece tan simple de explicar, es la compleja situación que viven hoy en día miles de familias en Madrid. Cáritas Madrid es consciente de esta difícil situación en la que se encuentran numerosas familias y, por ello, promueve diversos espacios residenciales.

Hoy nos acercamos a uno de ellos donde nos reciben con una sonrisa, reflejo de una felicidad producida por el trabajo bien hecho, por la entrega a los demás y por el sacrificio diario que obtiene su recompensa, no a corto plazo; pero sí cuando, al cabo de los años, una familia llega por fin a ser independiente y puede abandonar el Centro Residencial para establecerse por su cuenta.

Hablamos con Marta y Antonio, dos personas que se encuentran en uno de los Centros Residenciales, dos voluntarios que dedican su vida, junto a la de muchos otros, a la atención y orientación a familias en situación de vulnerabilidad.

El Centro Residencial cuenta con pisos autónomos donde viven las familias con sus hijos, entre los 3 y 16 años. Muchas de ellas llegan a través de los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Madrid y otras desde la propia Red Cáritas.

Para ofrecerles una atención personalizada y apoyarles en su desarrollo educativo, en el mismo edificio se encuentra el Centro de Educacional de Menores (CEM), donde los voluntarios ayudan a los niños a hacer sus deberes, al mismo tiempo que les transmiten una serie de principios y valores así como hábitos saludables. Los adultos también reciben cursos en este Centro, dirigidos principalmente a solventar el problema laboral, a través de la lucha contra el analfabetismo y la orientación en la búsqueda de empleo.

Existe un curso de “Español para extranjeros” y distintos talleres, de costura y nutrición, entre otros.

Para que todo esto sea posible, Marta nos explica que “en el Centro trabaja un formidable equipo”, compuesto por lo que ellos denominan el “equipo de vida”: religiosas de distintas congregaciones que viven en el centro; el “equipo de estructura”: personal contratado y 36 voluntarios. Todos ellos necesarios para desarrollar una intensa labor diaria de atención y orientación, a lo largo de 24 meses. Por un periodo máximo de dos años, las familias pueden permanecer en estas viviendas, al mismo tiempo que reciben una orientación continuada en lo que se refiere a la búsqueda de empleo, control de gasto, búsqueda de vivienda y, en definitiva, en todos los aspectos necesarios para poder vivir por su cuenta en un futuro cercano.

Algunas de estas familias reciben algún tipo de ayuda, como las Renta Mínima de Inserción (RMI), también existen dos niños con autismo, que han podido acogerse a la Ley de Dependencia. Otras, reciben un subsidio por desempleo y, en su mayoría, ejercen algún tipo de actividad remunerada como la limpieza de hogares, el cuidado de mayores o tareas de hostelería.

El trabajo de los voluntarios se centra en distintas áreas, entre las que destacan: salud, familia y desarrollo personal. En los tres primeros meses, se realiza una labor de acogida, se valora el estado concreto de la familia y se le asignan dos profesionales, que serán los que realicen el seguimiento durante la estancia de la familia en el Centro: un trabajador social, que se ocupa de la primera entrevista entre otras tareas; y una persona del equipo de vida, que acompañará a la familia en todo el proceso. Tras la acogida, la familia y el Centro firman un contrato, en el que se establece, tanto la normativa como las obligaciones que deben cumplir las familias durante todo el proceso.

Existe también lo que denominan una “Escuela de familia”, liderada por una psicóloga, que valora a las familias, a través de una serie de visitas en el propio domicilio, destinadas a comprobar que existe una adecuada limpieza en el hogar, así como un correcto cuidado de los niños y de la organización en general. Antonio destacada “el clima tan positivo de crecimiento y ayuda personal que existe entre las familias. La ayuda mutua y el apoyo comunitario son cruciales para el desarrollo tanto de los niños como de sus padres, con los que trabajamos para conseguir su autonomía”.

Las Viviendas de Integración Social de Cáritas Madrid son solo un paso previo a esta normalización. Cuando se determina que una familia cuenta con los recursos suficientes para vivir de manera independiente – tienen trabajo y cuentan con los recursos económicos y sociales necesarios-, se recurre a otras ayudas como IVIMA (viviendas de protección oficial)... Este es el momento en el que la familia abandona la vivienda del Centro Residencial, para establecerse por su cuenta; y comenzar una nueva etapa en la que poner en práctica todo lo aprendido durante dos fructíferos años de entrenamiento, sin los cuales nunca podrían haber hecho frente a la vida real.

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