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Lunes, 09 marzo 2015 05:58

Cambiar el mundo con el corazón mismo de Jesús

El pasado viernes, el Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, presidió en la Catedral de la Almudena la tradicional Vigilia de Oración mensual con jóvenes en la Catedral organizada por la Delegación de Juventud. Durante el encuentro, Monseñor Osoro invitó a los jóvenes a “abrir nuestro corazón y dejar que la sabiduría entre en nuestra vida” y a “no tener prejuicios para descubrir estas tres acciones que nos pide el Señor en el Evangelio que acabamos de proclamar”.

La primera de ellas “es salir al mundo y acercarnos a los hombres… Desde la Resurrección de Jesucristo, el templo es todo el universo…. Que todos los hombres alaben a Dios, conozcan la verdad de su vida. Por eso, salgamos al mundo como el Señor y acerquémonos a los hombres. Subamos a este templo que es el mundo entero, donde los hombre a veces oscurecemos la vida de los demás… el otro, con el que me encuentro, es hijo de Dios, hermano mío, y ante Él Jesús nos ha dicho que nos tenemos que arrodillar. El Papa Francisco nos ha dicho en alguna ocasión que los cristianos no somos un grupo estufa, que nos queremos calentar unos a otros. No. El Señor nos ha llamado para salir al mundo, para anunciarle, para dar el rostro de Dios a través de nuestra vida, para convertir este mundo en un templo”. “Salgamos al mundo”, exhortó.

En segundo lugar, “el Señor nos ha dicho en el Evangelio que contemplemos el mundo y a los hombres que habitan en él. Es lo que hizo Jesús”. Por eso, “no nos dejemos robar la dignidad que tiene todo ser humano, que es hijo de Dios, hermano nuestro” ni “nos tapemos los ojos para no ver las necesidades que tienen los demás. Qué maravilla poder tener la vida de Cristo, la que Él nos ha dado a todos nosotros, y salir por este mundo para contemplar con los ojos de Cristo a todos los hombres. Es una maravilla porque, además, el Señor ha dispuesto que todos nosotros, cuando veamos alguna necesidad en los demás, seamos capaces de arreglarla”. En este sentido, manifestó su convicción de que “ninguno de los que estáis aquí esta noche sois de los que pasáis de largo. Habéis venido aquí, junto al Señor, porque queréis tener la misma mirada de Jesucristo… Porque lo importante es que ese que he encontrado tirado vuelva a tener vida y dignidad. Observad el mundo y a los hombres como Jesús”, animó.

En tercer lugar, pidió “cambiar el mundo con el corazón mismo de Jesús”. “Hoy, el Señor, nos invita a hacer lo mismo. Somos los discípulos: vamos a cambiar este mundo. Y no con la fuerza de los hombres que, a veces, es la fuerza de las armas, de la envidia, de la distancia, de la separación, de hacer grupos… ¡no! Con la fuerza de Jesús, de su amor, de su entrega, de su servicio… Cambiar todo con la vida que nos ha dado Jesucristo”. “Podemos ir con los signos de Jesús, aseguró, sabiendo que tenemos la vida eterna, por el Bautismo. No es algo que nos va a venir, no: tenemos como regalo la eternidad misma de Dios en nuestra vida, y paseamos por el mundo sin miedo. Porque el que tiene a Dios no tiene miedo, y nosotros tenemos la vida del Señor. Salir al mundo y acercarnos a los hombres, contemplar el mundo y a los hombres, cambiar el mundo con el corazón mismo de Jesús… ¿Os apuntáis a salir al mundo, a contemplar lo que hacen los hombres y cambiar el corazón de los hombres para que este mundo sea habitable y nadie le robe la belleza y la hermosura con que Dios hizo esta tierra?” preguntó a los jóvenes. “Yo estoy seguro que sí. Habéis venido de muchos sitios, de lejos. ¿Os imagináis jóvenes, de aquí, de otros sitios, llevando esta vida de Jesús?, ¿os apuntáis?”.
Concluyó animando a los jóvenes a decir a Cristo, “en este silencio que ahora hacemos adorando al Señor, que sí nos apuntamos, que queremos ser sus pies, sus manos, sus ojos, su corazón, su vida… en medio de los hombres. Vamos a inscribirnos ante el Señor”.