Madrid

Lunes, 14 septiembre 2015 11:44

Monseñor Osoro: "El matrimonio está siempre y desde siempre en el proyecto de Dios, y constituye la base de la familia" Featured

La Catedral de Santa María la Real de la Almudena acogió ayer la celebración de una Eucaristía de Acción de Gracias durante la cual cerca de 200 matrimonios de la diócesis renovaron sus promesas matrimoniales al cumplir sus bodas de Oro y Plata. Presidida por monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, concelebraron monseñor Fidel Herráez, obispo auxiliar de Madrid, y el delegado de Pastoral Familiar, Fernando Simón, y miembros del Cabildo Catedral entre otros sacerdotes.

En su homilía, y al hilo de las lecturas proclamadas, monseñor Osoro invitó a los presentes a reflexionar en torno a “tres aspectos esenciales: el matrimonio cristiano pone en el centro a nuestro Señor Jesucristo, el matrimonio cristiano alimenta la fe porque es la única manera de sostener la adhesión a Cristo, y el matrimonio cristiano se abre al proyecto de Dios y lo manifiesta, lo presenta en medio de este mundo”.

Para el prelado madrileño, “el sacramento del matrimonio testimonia la valentía de querer en la belleza del acto creador de Dios y de vivir ese amor que impulsa a ir cada día más allá. Dios puso todo al servicio del hombre: creó al hombre y a la mujer, los unió, los hizo a su imagen y semejanza. Este acto de amor de Dios que hoy vosotros manifestáis aquí, de vivir ese amor que os ha impulsado a ir –50 años, 25 años– más allá de vosotros mismos, incluso más allá de la familia. Porque la vocación cristiana es amar sin reservas y sin medidas. Esto es lo que hemos escuchado en el Evangelio que hemos proclamado”.

Matrimonio base de la familia

Así, explicó que “la familia es como un gran edificio que siempre está en construcción. Muchos intentan renovar su rostro, queriendo poner otros fundamentos a este edificio. La Iglesia, lo mismo que Cristo, quiere llevarla mar adentro –¡rema mar adentro!– y quiere llevar al corazón de la familia”. En este sentido, se preguntó “¿dónde está el corazón de la familia cristiana?”, respondiendo que “el matrimonio está siempre y desde siempre en el proyecto de Dios, y constituye la base de la familia. Precisamente en el matrimonio se realiza ese proceso de humanización del mundo, de cada persona, de toda la sociedad; es previo al matrimonio, es lo primero, lo que hizo Dios en el inicio mismo, previo a todo lo demás que existe”.

Por eso, aseguró que “es de una fuerza extraordinaria para nosotros que la familia, y vuestro matrimonio, tiene que estar atravesada” por “dos fuerzas fundamentales”. La primera de ellas, “lo que podríamos llamar la energía de la vida con mayúsculas, o la fuerza de la vida, que por supuesto es Dios, pero que no solo es Dios sino fuerza intergeneracional que atraviesa el tiempo, la historia, las sociedades, que se renueva donde los pueblos se abren al amor de Dios. Ésta es la fuerza, ésta es vuestra energía”. Animó a los presentes a mirar “el matrimonio de vuestros abuelos, de vuestros padres, el vuestro, el de vuestros hijos... Cuando no hay esta fuerza y esta energía que atraviesa la vida, que es la vida misma, el ser humano se cierra al don del amor”. La segunda fuerza es “el poder del amor, un amor gratuito como don de sí mismo al otro, que en definitiva es cogerse de la mano y caminar juntos”. Y es que, recordó, “el matrimonio pone en el centro a Cristo”. Se cuestionó si “podríamos decir esto hoy: ¿qué dice la gente que es Jesucristo? Algunos no le conocen, otros están muy distantes, otros dirán que fue una gran persona que pasó por este mundo, a otros no les interesa... Y el Señor nos dice lo mismo que dijo a los discípulos: vosotros, ¿quién decís que soy yo? Para poder responder a esta pregunta, hay que tener cercanía a Jesucristo, hay que escuchar al Señor, hay que entrar en comunión con él y descubrir que este Dios me ofrece tal belleza para toda mi vida, y también para este hecho esencial que es constitutivo para que este mundo pueda existir, como es el matrimonio”. “El matrimonio es previo a todas las demás organizaciones sociales”, aseveró.

Poner a Cristo en el centro

Reconociendo que es “maravilloso encontrarse con Cristo”, habló a los presentes de “unos desafíos que tenemos hoy”. “Hay que poner a Cristo en el centro en el matrimonio y en la familia: hay que luchar contra la cultura de la exclusión y de la marginación a Dios. ¿Cómo voy a excluir a alguien que ha hecho lo más grande que se puede hacer, la belleza más grande que se puede entregar al ser humano como es ponerle imagen, la belleza más grande que se puede hacer dar al ser humano como es construir un edificio, que el ser humano pueda venir a este mundo y a esta tierra, que pueda vivir”. Confesó que “a mí, personalmente, las mejores cosas de mi vida no las aprendí en ninguna de las universidades en las que pude estar antes de ser sacerdote y después de ser sacerdote; las aprendí en mi casa, con mis padres, con mis hermanos. Aprender a amar, a querer, a servir, a olvidarse de uno mismo, aprender a poner a Dios en el centro de mi vida, a dejarme organizar la vida por Dios, las primeras palabras que oí sobre el Señor y sobre su madre fueron a través de mis padres. Poner en el centro a Cristo”.

Otro de los desafíos que mencionó fue el de “la secularización, que pretende encerrar la fe y la Iglesia en la esfera de lo privado, en la esfera de la intimidad”. “¿Cómo voy a meter dentro lo que está en el corazón y me desborda?”, se interrogó. “Tengo que comunicarla a otros. Tengo que hacerla presente en este mundo. El matrimonio no es una cuestión para vivirla en la intimidad. No. Hay que hacerla presente en medio de este mundo, y en medio de esta historia”. “El matrimonio pone en el centro a Cristo. Hay que tutelar la convivencia: como lo habéis hecho vosotros, cuando han venido los hijos al que más cuidabais era al más pequeño. Toda convivencia lleva a esa justicia que es al servicio de los últimos. Y en el matrimonio también eso sale hacia fuera. Hoy hay un desafío que es proponer estilos de vida contrarios a la naturaleza y a la dignidad del ser humano. Pero si ponéis en el centro a Cristo habrá mucha gente que vea la belleza de este edificio excepcional que es el matrimonio y la familia cristiana”, apuntó.

Fe viva

En segundo lugar, “el matrimonio alimenta su fe” por lo que “hay que tener una fe viva” ya que “una fe sin obras está muerta”. “No nos dejemos engañar: el matrimonio aumenta su fe en esa relación con Cristo y haciendo el camino de Cristo, no otros caminos. No pensemos como los hombres, pensemos en el matrimonio como lo ha pensado Dios mismo”. Algo que, a su juicio, “hay que hacerlo con obras: en una familia donde todos los días al terminar el día os perdonáis, os pedís perdón, y cuando aparecen los hijos también lo piden, y alimentáis vuestra vida de la gracia de Dios y del sacramento de la eucaristía, y de la Palabra de Dios”. “Propongamos la belleza de este proyecto a este mundo. El edificio que os decía antes, que es el matrimonio y la familia, siempre tiene que estar en construcción” pero “siempre centrados en Cristo”.

Matrimonio abierto al proyecto de Dios

Por último, “el matrimonio se abre al proyecto de Dios”. Vosotros “queréis vivir un matrimonio cristiano... El que quiera salvar la vida por sí mismo la va a perder. Que la pierda por mí, por mostrar mi amor, nos dice Dios. En este caso, en vuestra vida, el uno al otro, como lo habéis hecho, se salvará y no solamente en esa salvación. Ahora mismo ya está la salvación: la alegría, la paz, la convivencia, la ilusión, la lucha por hacer más feliz al otro, está ese edificio bello que tenemos que construir también en medio de nuestra gran ciudad. Esta gran ciudad necesita en todos los lugares matrimonios vivos que viven de cara a Dios, matrimonios que ponen en el centro a Cristo y que lo notan quienes viven junto a ellos, matrimonios que alimentan su fe, que celebran la eucaristía dominical, que escuchan la Palabra de Dios, que rezan en su casa, que no se conforman solamente con tener grandes paisajes o grandes cuadros ... hay signos evidentes de que en esa casa vive un grupo que cree en nuestro Señor Jesucristo, un grupo que como vosotros os queréis abrazar a Dios y al proyecto de Dios. A eso venimos: Cristo se hace presente, abrazaos a Cristo. Qué maravilla, qué belleza, tiene este día: 50 años, 25 años de fidelidad, con dificultades, pero siempre resueltas volviendo a Cristo. Es la única forma de resolverlas de verdad”.

Concluyó asegurando que “la fe no es cuestión secundaria. Por eso damos gracias al Señor de la única manera que podemos hacerlo: junto a Cristo. Él da las gracias verdaderas a Dios Padre y, unidos a Él, le decimos: gracias Señor por la familia cristiana, gracias Señor por este edificio que es el matrimonio, que comienza en el matrimonio y que se engrandece con los hijos. Gracias. Abracemos a Jesucristo en compañía de nuestra Madre, la Santísima Virgen María, y de San José, su esposo. Que esa familia sea para nosotros el icono de nuestra familia”.

Al finalizar la Eucaristía, monseñor Osoro entregó a cada matrimonio un icono como recuerdo de la jornada, y una estampa diseñada por él mismo con una oración.

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