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Lunes, 09 julio 2018 13:52

Cardenal Osoro a los jóvenes de Madrid: «El Señor no quiere discípulos vergonzosos, sino testigos valientes»

Cardenal Osoro a los jóvenes de Madrid: «El Señor no quiere discípulos vergonzosos, sino testigos valientes»

El pasado viernes, 6 de julio, la catedral de Santa María la Real de la Almudena acogió una nueva vigilia de oración en la que el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, convocó a los jóvenes para adorar juntos al Señor. Las 21:00 horas señalan el sentido de la ruta. Tras la cena con bocatas en la plaza de San Juan Pablo II, los jóvenes acudieron al templo catedral para un nuevo encuentro de Adoremus; menos concurrido en esta ocasión, debido a los diversas actividades de verano que ofrece la ciudad de Madrid.

«Doy gracias al Señor por poder estar en esta oración esta noche». Con estas palabras, el cardenal Osoro daba la bienvenida a los jóvenes que, alejados de complejos, desafiaban al calor de julio y al viernes noche, para pasar un rato a solas con Dios. «Durante 21 años desde que soy obispo, he estado en las oraciones de los jóvenes sin fallarles; os he fallado dos meses por no estar bien, por no poder moverme ni andar y, como veis, todavía tengo alguna dificultad». Sin embargo, el prelado quiso estar cerca de ellos para recordarlos que el Señor hoy, como siempre, «nos sorprende con su presencia, con su palabra, y nos dice algo a nuestro corazón y a nuestra alma.

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El arma de su amor, de su entrega y de su ternura

«El Señor no quiere discípulos vergonzosos, sino testigos valientes», subrayó el arzobispo. Porque «Él fue valiente, no se avergonzaba de quién era, era Dios mismo, que se había hecho hombre y que venía a decirnos a los hombres quiénes somos nosotros y quién es Dios». Con esta promesa, el prelado dijo a los jóvenes que el Señor «nos pide a nosotros lo mismo». Así, más allá del «desencuentro entre los hombres», donde estamos «rotos y divididos», donde «las migraciones no son solo por motivos de trabajo sino también por motivos de que hay gente que peligra su vida», la insolidaridad «es evidente». Por ello, «Jesús quiere que salgamos con sus mismas armas: Él mostraba a los hombres que Dios nos ama, que los hombres somos hermanos, que no podemos vivir en el odio y en el rencor y que no podemos esconder esa palabra que es única del cristianismo, perdón». Palabra que «solamente existe en el vocabulario cristiano», que «es la que nos revela Jesucristo mismo cuando viendo la injusticia que están haciendo con Él en la cruz, Él mismo la pronuncia para que Dios mismo le escuche diciéndoles “perdónalos porque no saben lo que hacen”».

Con este deseo de perdón en la voz del cardenal, insistió en cómo el Señor nos invita a «salir como Él», a «dirigirnos a donde están los hombres» y a «dar testimonio en nuestro mundo como testigos de Jesús». Y a hacerlo «con el arma de su amor, de su entrega, de su fidelidad y de su ternura», como un Dios «que está dispuesto a morir para que otros crean que de verdad es Dios, porque es capaz incluso de triunfar de la propia muerte que le dan».

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Un Dios que altera la historia y la condición humana

El Señor «altera la historia y la condición humana», destacó el purpurado. «Y no hay nada que altere más la historia que el misterio de la Encarnación de un Dios que, siendo Dios, viene a este mundo, lo transforma y nos dice a los hombres que tenemos un corazón raquítico, y que Él ha venido para darnos un corazón grande y fuerte», señaló. Con esta fuerza y sabiduría que salieron los primeros discípulos de Jesús del solar de Palestina a todos los caminos del mundo, animó a los jóvenes presentes a hablar el lenguaje de Jesucristo: «Ese lenguaje que no solamente nace de nuestras razones, sino que nace de las razones de Dios y está en el corazón de todos nosotros».

Fiel a las palabras del Evangelio, el cardenal Osoro destacó cómo a veces «nos cuesta entender que Dios haya venido a este mundo», y que lo haya hecho «en nuestra propia condición, porque si no, no entenderíamos a Dios». Y «no entendemos que este Dios ha querido quedarse permanentemente entre nosotros en el misterio de la Eucaristía, prolongando el misterio de la Encarnación». Eucaristía que responde al misterio de un Dios que, tal y como concluyó el arzobispo, «quiere saber y estar con el hombre», y «quiere impulsar su vida y su corazón».

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Homilía del cardenal arzobispo de Madrid