Madrid

Lunes, 10 septiembre 2018 11:40

El cardenal Osoro retoma las vigilias de oración con jóvenes: «Dad la vida de Jesús»

El pasado viernes, 7 de septiembre, la catedral de la Almudena acogió la primera vigilia de oración del curso. Tras la cena con bocatas en la plaza de San Juan Pablo II, las guitarras y las voces del coro anunciaban un encuentro más –tan antiguo y tan nuevo– con el Dios de la vida. Sobre el altar, la Palabra que todo lo hace nuevo. A sus pies, el arzobispo, acompañado de algunos jóvenes que, según sus miradas, tenían mucho que agradecer. «El Señor quiere decirnos hoy, a cada uno, lo que hace un momento escuchábamos en el Evangelio: “Effetá”, ábrete del todo, abre tu vida a los demás y a Dios», destacó el cardenal Osoro, nada más comenzar la ceremonia.

Un a ejemplo de María

A la luz de esta promesa, el purpurado enumeró tres palabras para resumir la primera catequesis del curso: encerrados, salvados, reconocidos. «A veces, el ser humano está cerrado», aseveró, «y Jesús nos dice que el ser humano tiende a cerrarse, a mirarse y a escucharse a sí mismo, sin hacerlo para los demás». Merced a esa cerrazón, dijo, «muchas veces prescindimos de Dios y le arrinconamos». En ese sentido, el arzobispo expuso cómo el Señor quiere prolongar su presencia en medio de nosotros a través del misterio de la Eucaristía, «y nosotros encerrados…». Pero sin dejar espacio a la desolación, animó a los presentes a seguir el ejemplo de María, «esta mujer que dijo a Dios sí», que «quiso comunicarse con Dios y con los hombres», y que «puso su vida a disposición de ellos».

En segundo lugar, «salvados». Jesús, recordó, «está aquí entre nosotros y quiere entrar en nuestro corazón y en tu vida, quiere que tengas voz y oído, que escuches las necesidades de los demás y que organices tu vida no desde cualquier palabra sino desde la Palabra de Dios». Con esta intención, incidió en que «curar con saliva –como hizo Jesús con el hombre que le presentaron cuando atravesaba la decápolis– es curar con la propia vida», por lo que «es la vida de Jesús la que entra en nuestra vida».

«No tengas miedo»

Esta noche, dijo el cardenal, «el Señor está entre nosotros» y «viene a salvarnos, a recuperarnos, a meter su vida en nuestra vida, a decirnos "rema mar adentro, no tengas miedo, adelante, sígueme, que no te engaño y te doy lo más grande que un ser humano puede tener: mi amor, mi entrega y mi fidelidad"».

Finalmente, alentó a los jóvenes allí reunidos a «dar la vida de Jesús» e incidió en la idea de que «Él se identifica con los sufrimientos de la gente, participa de las desgracias de los hombres y se hace cargo de nosotros». Y por eso «reconocidos», como reconoció a aquel hombre cuando le dijo «Effetá», porque «el Señor nos salva, nos impone las manos, nos mete los dedos en los oídos y la saliva en nuestra boca, nos da su vida y nos reconoce», concluyó.

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