Madrid

Jueves, 03 enero 2019 17:59

Santo Niño del Remedio celebra una novena en honor de su titular

Santo Niño del Remedio celebra una novena en honor de su titular

El 13 de enero se celebra la festividad litúrgica del Santo Niño del Remedio.

Con este motivo, el Oratorio Santo Niño del Niño del Remedio (c/de los Donados, 6) acogerá una novena como preparación a la festividad de su santo titular. Se desarrollará desde el día 5 hasta el 12 de enero, con rezo del Rosario meditado a las 18:15 horas y Misa a las 19:00 horas.

El día de su fiesta, domingo 13 de enero, la imagen del Niño será bajada de su hornacina y colocada delante del altar, para ser expuesta a la veneración popular. Por este motivo, el templo permanecerá abierto de manera ininterrumpida desde las 8:00 hasta las 20:00 horas. Además, se celebrará la Eucaristía a las 09:30 horas. Durante la celebración de la Misa se interrumpirá la veneración de la imagen.

Santo Niño del Remedio

Una de las devociones de mayor arraigo popular en Madrid es el culto al Santo Niño del Remedio que, desde su pequeño Oratorio, situado en pleno corazón de la ciudad, bendice a todos los madrileños.

Es tradición que los responsables del cuidado de la talla cambien el vestido al Niño la víspera del día 13 de cada mes, intentando respetar el color propio del tiempo litúrgico en cada caso, con el fin de recordar y rememorar todo el año la celebración de su fiesta, el 13 de enero.

El Oratorio fue construido en 1917 sobre el solar de la antigua iglesia del Hospital de Santa Catalina de los Donados, fundado en 1460 por Pedro Fernández de Lorca, tesorero del rey Juan II y secretario de Enrique IV, con la función de atender a doce hombres ancianos inválidos. El nombre de «donados» le viene de la vestimenta que llevaban los doce ancianos, y que era la destinada a las personas que habiendo entrado en una orden religiosa no habían profesado. Estuvo bajo el patronato del prior de San Jerónimo del Escorial.

El Hospital estuvo en funcionamiento hasta que en 1856 fue transformado en Hospital de Ciegos dependiente de la beneficencia provincial, trasladándose en 1889 a Vista Alegre.

Demolido el 24 de diciembre de 1893, en su lugar se construyó en 1917 el Oratorio actual, una pequeña capilla compuesta de tres cuerpos. En su interior se encuentra la imagen del Santo Niño del Remedio.

La talla del Santo Niño del Remedio celebró el año 1998 el primer centenario de su culto público. La Imagen es de finales del siglo XVI. Pero el culto público, la primera novena celebrada ante la talla, fue en agosto de 1898.

La devoción popular del Santo Niño del Remedio se remonta a finales del siglo XIX en torno a la imagen del Santo Niño, una talla de niño de piedad, que comenzó a atraer a muchos fieles que ponían a sus pies las necesidades, espirituales y materiales que tenían.

El 7 de agosto de 1897, Pedro Martín Marrazuela, dueño de un taller de encuadernación en la calle Costanilla de los Ángeles nº 4, compró la imagen a una señora que se marchaba a Cuba y se desprendía de sus enseres. Fue un amigo quien se enteró de la venta y fue en busca del piadoso encuadernador para convencerle de que comprase la imagen, convencido de que no había mejor lugar que la trastienda de su taller y la piedad de esa familia para acogerla. Pedro fue a ver la imagen, pero a pesar de que le encantó y deseaba tenerla en su hogar, confesó a su amigo que no tenía entonces las cien pesetas que la señora pedía por ella. Su amigo le prestó el dinero y la imagen del Santo Niño llegó a la calle Costanilla de los Ángeles, muy cerca del emplazamiento de su posterior Oratorio. Con el Niño le entregaron una coronita de espinas que pendía de una mano, tres potencias de hojalata como signo de divinidad y una banda de seda de color granate bordada con hilo de oro.

Pedro era viudo y tenía dos hijas -camareras de la Virgen del Olvido que se veneraba en la iglesia de San Francisco el Grande-, que nada más ver la imagen del Niño se entusiasmaron con ella y la situaron en lugar privilegiado. Al día siguiente los tres pensaron en darle una advocación y acudieron en busca de consejo al rector de la cercana iglesia de Santa Catalina de los Donados. Éste estaba a punto de celebrar misa y les dijo que escribieran en varios papeles las advocaciones de su agrado y eligieran uno al azar. Regresaron al taller y lo hicieron. Anotaron en cuatro papeles cuatro advocaciones de su gusto: del Consuelo, de la Esperanza, del Perdón y del Remedio. Resultó elegida la del Remedio, y minutos después llegó azorado el rector para pedirles que no hiciesen el sorteo porque en el momento de la Consagración sintió que debía hacerse en el altar al finalizar una misa. Ni Pedro ni sus hijas se atrevieron a decirle que ya estaba hecho, y al día siguiente acudieron a misa a la iglesia de Santa Catalina de los Donados para volver a elegir la advocación según quería el rector. De nuevo salió la advocación del Remedio. Poco a poco se extendió por la zona la devoción al Niño y el particular oratorio, instalado en la trastienda del taller de encuadernación, se convirtió en un lugar de culto para vecinos y viandantes.

Las gracias recibidas por los primeros devotos difundieron su devoción por la capital y gentes de toda clase y condición social se daban cita en el taller para rezar ante el Niño milagroso. Así, desde los madrugadores obreros hasta la más encumbrada nobleza, acudían a postrarse ante el Niño del Remedio que, día a día, con sus innumerables gracias concedidas, iba ganando el sobrenombre de «Santo». Muy pronto llegaron al taller donaciones por los favores recibidos, tanto vestidos elaborados con ricas telas como aportaciones para su culto. Y Pedro fue anotando minuciosamente las gracias que le contaban los devotos de su querida imagen. Al cumplirse un año de la adquisición quiso ofrecer una novena y, además de prepararla con su acostumbrada minuciosidad, organizó un pequeño coro, solicitó un armónium e ideó la primera procesión del Santo Niño para la que encargó unas pequeñas andas que serían portadas por niños. Cada día de esa primera novena rezada ante el Niño, al finalizar las oraciones, niños y adultos recitaban sentidos poemas. El noveno día, cuatro niños de diez a doce años, procesionaron la pequeña imagen por el reducido espacio del taller engalanado para tal ocasión por la familia y los amigos.

En octubre de ese año un matrimonio, cumpliendo una promesa, costeó dentro del taller  la construcción de un oratorio más amplio que fue bendecido el 1 de enero de 1900. De tan relevante y emotivo acto fue informada la hermana del rey Alfonso XII, la infanta Isabel de Borbón, popularmente llamada la Chata. Ella no pudo asistir pero sí lo hicieron los marqueses de Castellanos, que serían grandes devotos y benefactores de su culto.

Por las tertulias y los mercados del centro de Madrid circulaban las numerosas gracias recibidas y la devoción al Niño del Remedio se extendió imparable. Desde que se abría el taller hasta que se cerraba era continuo el trasiego de personas de toda clase y condición social que entraban a postrarse a sus pies y daban vida a un culto que cada día era más popular. Un día, la propia reina Regente, María Cristina de Austria, se apeó de su coche, traspasó la puerta y, con suma devoción, se acercó a la venerada imagen para rogar al Niño del Remedio por el bien de España. Al despedirse les pidió que ellos, que habían merecido la predilección de tenerle en su propia casa, se unieran a su petición.

Tras la muerte de Pedro Martín se hizo cargo del oratorio su hija Inés, que luchó por el traslado de la imagen a una Iglesia y por la creación de la Cofradía del Santo Niño del Remedio. En su testamento legó la propiedad de la imagen al marqués de Castellanos con la condición de que, a su muerte, pasara a la Cofradía. El Marqués y otros benefactores tramitaron el traslado de la imagen a un altar de la iglesia de Santa Cruz, donde siguió recibiendo el culto de sus numerosos devotos mientras buscaban una iglesia que se consagrase a su culto. El 3 de marzo de 1917 lograron su anhelo concediéndoseles el usufructo de la iglesia de Santa Catalina de los Donados, lugar muy vinculado a la historia de la imagen pues allí recibió su advocación «Del Remedio». Cuando estuvieron terminadas las obras del altar para acoger la venerada imagen, se efectuó el traslado con una procesión que recorrió la Plaza de Santa Cruz, la Plaza Mayor, calle de las Fuentes y calle de los Donados.

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