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Lunes, 11 febrero 2019 12:35

Las parroquias de la Vicaría II peregrinan a la catedral: «Haced el bien queriendo y perdonando a quien os hace daño»

Las parroquias de la Vicaría II peregrinan a la catedral: «Haced el bien queriendo y perdonando a quien os hace daño»

El pasado sábado, 9 de febrero, en el marco del Año Jubilar Mariano, las parroquias de la Vicaría II realizaron una peregrinación a la catedral de Santa María la Real de la Almudena. Desafiando al frío de la capital, los fieles participaron en una solemne Eucaristía, presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro.

Durante la Misa, en la cual pudieron lucrar la indulgencia plenaria (cumpliendo las condiciones para ello establecidas), el purpurado subrayó que el templo catedral que los acogía es «el santuario de nuestra santísima Madre, la Virgen María, en esta advocación que nos une a toda la diócesis: la Virgen de la Almudena». Y escuchando a su Hijo, subrayó, «sentimos la guía por el sendero por el que tenemos que caminar, y descubrimos que Él nunca nos abandona», porque «su bondad y su misericordia nos acompañan siempre».

«Esta casa –la de los discípulos de Cristo– es vuestra casa»

El cardenal agradeció a los peregrinos su presencia en la catedral, «por venir a visitar a nuestra Madre y por sentir que esta casa es vuestra casa, que es la casa donde todos los discípulos de Cristo tienen un lugar acogedor, como es el lugar donde está la Virgen María».

Asimismo, los alentó a «obrar» haciendo el bien: «No olvidéis hacer el bien y ayudaros mutuamente». Porque «estos son los sacrificios que agradan a Dios, y no otras cosas; lo que agrada a Dios es que mostremos su rostro», continuó el arzobispo madrileño. «¿Y qué rostro mejor mostrado que obrando bien? Quered y dad la mano a la gente, ayudándoos mutuamente y perdonando a quien nos hace daño?».

«A un cristiano no le estorba nadie»

Reunidos en torno a Jesús, «queremos decirle al Señor, con nuestra presencia, lo que hemos hecho, a veces con nuestras torpezas, pero con un deseo inmenso de agradar, de cambiar la realidad, de hacerla que se parezca a la que Él quiere que construyamos». Una realidad, destacó, «en la que todos podamos vivir y sintamos que el que esta al lado es mi hermano», porque «a un cristiano no le estorba nadie que es imagen real de Dios, y todo ser humano lo es».

Hoy, incidió el arzobispo de Madrid, antes de continuar con la Eucaristía y con sus ojos puesto en el altar, «es una fiesta grande en torno a esta mesa», que «es la mesa única que tenemos los discípulos de Cristo». La mesa del altar «es la mesa donde Jesús se hace presente y donde el alimento es siempre Él», y «quien se alimenta de Él ha de dar lo que Jesús es». El altar, concluyó, «es la mesa de la alegría».