«Los colegios diocesanos venimos aquí a dar gracias a Dios, y se lo decimos a través de nuestra Madre». Con estas palabras, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, comenzaba la Eucaristía que ha presidido este jueves, 6 de junio, con el lema Una fiesta de la mano de María y ante 2.500 alumnos de colegios diocesanos que han acudido a la catedral de la Almudena para ganar el jubileo.

«¡Menuda fiesta, Javi, no queda ni un solo sitio libre!», decía Fran a su compañero de clase nada más comenzar la Eucaristía. «Y nos lo queríamos perder…», le respondía su amigo, mientras acariciaba una pulsera con signos marianos y señalaba a la Virgen de la Almudena, que custodiaba sobre sus mejillas sus inmarcesibles manos. Y con ese espíritu respiraba una catedral que, revestida de júbilo y color, adorna el corazón de Madrid.

«Tenéis el lenguaje del amor de Jesús»

Ante los alumnos de 5º, 6º de Primaria y de la ESO y por sus profesores, el purpurado madrileño ha animado a vivir en la luz, y nunca en la oscuridad. «Jesús es luz para vosotros». Y vosotros «no sois de la noche, sino del día». Y ante esta misión, les ha recordado, «tenéis una lengua para entender y cambiar lo que existe, que es el amor mismo de Jesús».

Una vez más, el cardenal no ha querido predicar solo y ha llamado a seis alumnos de diferentes colegios, que se han mantenido a su lado en el altar. «Kike, ¿quién es para ti la luz?», ha preguntado al más pequeño de todos. Este, tan tímido como divertido, ha señalado al Cristo que preside el templo. Tras la sonrisa, el purpurado madrileño ha subrayado que «el cirio encendido representa a Jesús», que «es la luz». Y «todos los que estamos aquí somos bautizados y hemos recibido la vida del Señor». Por tanto, «somos luz y no podemos más que vivir en la luz y ser luz para los demás».

«El otro es mi hermano»

En este sentido, ha impregnado en sus vidas el deseo de ser felices, a la manera de Jesús. «Tenéis que estar alegres porque tenemos una noticia importante: ¡tenemos luz! Y no estamos tristes porque ayudamos a los demás, y porque el otro es mi hermano».

En el séptimo banco, Santi acariciaba con delicadeza un rosario que, en la última cuenta, guarda la imagen de la Virgen del Carmen. A su lado, su compañero de pupitre le avisaba para que posara en la fotografía. Lucían orgullosos el uniforme del colegio. El recuerdo, a veces, es el mejor aliado de la palabra. Al fondo, con sus manos entrelazadas, Verónica y Cristina escuchaban las palabras del cardenal. Son hermanas. No porque lo digan ellas, sino porque sus ojos no engañan. Y en sus ojos, el mandamiento sagrado de Jesús de amarnos, hasta el extremo, siguiendo el ejemplo de aquella que nunca se cansa de esperar: María.

«Amaos los unos a los otros como yo os he amado»

«El lenguaje que nos da Jesús lo entiende todo el mundo, y nos lo dijo Jesús con una expresión: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”», ha advertido el prelado, mientras tomaba del hombro al más decano del Seminario Menor. El Maestro, ha continuado, «tiene un lenguaje con el que demuestra que quiere a la gente y lucha por ella». Un idioma a su medida, con un horizonte común, el del amor.

«Todos los colegios diocesanos os habéis reunido aquí por el Señor», quien «os repite que no viváis en la oscuridad, vivid en la luz y tened mi lengua, que esta cambiará el mundo». Con esta invitación a ser hermanos y dadores de la Luz del mundo, el cardenal lanzó otra pregunta a los presentes: «¿Estáis dispuestos a cambiar este mundo y hacerlo nuevo?». La respuesta afirmativa de los alumnos apenas resonaba en la catedral. Y, por ello, el pastor de la Iglesia que camina en Madrid volvió a replantearles la pregunta. Y no dos, sino hasta tres veces… «¿Estáis dispuestos o no? Gritadlo fuerte, que se escuche en todos los rincones de la ciudad…». Con un «sí» atronador, los escolares han dejado patente que el espíritu y la intención, al menos, los mantienen vivos.

Un camino recorrido de la mano de María

«Y recordad: necesitamos el lenguaje que nos ha enseñado Jesús, que es gratuito y que no hay que ir a ninguna academia», incidió.

Tras esta hoja de ruta, alfa y omega de un amor que no conoce de límites ni de fronteras, el arzobispo los ha invitado a mirar a la Virgen, quien sostiene al niño y parece que anda, con la mano derecha tocando el corazón de su hijo y con la izquierda acariciando el pie». Con su ejemplo y a su imagen, «tened el corazón de Jesús, palpitad con él, y tened sus pies para caminar con todos los hombres, sin hacer excepciones». Hacedlo siempre, «con su lenguaje y con su amor», ha concluido.