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Lunes, 09 septiembre 2019 13:31

El arzobispo recuerda a los jóvenes que «tenemos la responsabilidad de contagiar al mundo con el amor de Jesucristo»

«Os invito a que pongáis en el centro a Cristo, que tengáis un proyecto y un bien en vuestra vida». Con estas palabras, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, se dirigió el pasado viernes, 6 de septiembre, a los jóvenes presentes en la primera vigilia de oración del curso 2019-2020 en la catedral de Santa María la Real de la Almudena.

«Iniciamos esta oración de los primeros viernes de mes –señaló el purpurado–, que desea ser también un momento de comunión y de vida con todos los jóvenes en los diversos movimientos y asociaciones o parroquias donde están, que se note y se viva la experiencia de que somos la Iglesia de Jesucristo, la Iglesia fundada por el Señor, que acoge su palabra, que sabe que solo anuncia a Jesucristo cuando experimenta, vive y manifiesta la comunión».

Aludiendo al inminente Encuentro Internacional Paz sin Fronteras impulsado por la Comunidad de Sant’Egidio, que organizó la vigilia, el arzobispo aseguró que «sin poner en el centro a Jesucristo es imposible la construcción de una sociedad justa, en paz, estable, de una sociedad duradera». «Los cristianos tenemos la responsabilidad en el espíritu de Asís de contagiar al mundo con el amor de Jesucristo. Este Jesús que con su presencia nos acompaña», abundó.

«Hemos globalizado la indiferencia»

Esto es importante en un mundo en el que, en palabras del cardenal Osoro, que «hemos globalizado la independencia, nos hacemos indiferentes ante muchas cosas, ante el dolor del hermano, ante el hambre, ante la muerte, parece como si no pasase nada mientras no nos pase a nosotros». «En muchas partes del mundo se están lesionando muchas cosas para el ser humano, se lesiona la paz, la convivencia, el derecho a la vida, a la libertad, a la libertad religiosa. Muchos cristianos están perseguidos», lamentó.

Asimismo, incidió en que «Jesús nos regala un proyecto» y citó el ejemplo de santa Teresa de Calcuta, cuya fiesta se había celebrado el día anterior. «Fijándose y teniendo en el centro a Jesús, ella vio que este Dios que se había hecho hombre, que no tenía pecado, Él tenía sed de que todos los hombres percibiesen que Él los amaba, que los quería, que apostaba por el hombre, y ella al ver eso sintió la llamada también a quitar la sed y a prestar la vida de los que más lo necesitan».

Por último, el arzobispo explicó que, cuando uno pone en el centro al Señor y acoge el proyecto de Jesús, carga con su cruz, «Él te da luz, capacidad para que lo sigas y te lances también a quitar la sed que tienen tantos hombres y mujeres en el mundo».