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Lunes, 30 septiembre 2019 16:26

Los profesores de Religión «sois esa tesela que hace un gran dibujo en la archidiócesis de Madrid»

«No os quedéis en la superficie; sumergíos y entrad en la profundidad, porque el ser humano tiene sed de Dios». Con estas palabras, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, se dirigió directamente al corazón de todos y cada uno de los profesores congregados el pasado viernes, 27 de septiembre, en la catedral de Santa María la Real de la Almudena.

La tradicional Eucaristía de envío de profesores de Religión, presidida por el purpurado, congregó a un gran número de docentes que deseaban bucear en el misterio que allí los aunaba. «Sumergíos, aunque haya dificultades», porque «en la profundidad, donde están los peces y pasean tranquilamente, vemos que Dios es calma y que es necesario». Es necesario «para que este mundo sea un paraje en el que todos podamos vivir y que todos podamos sentir la necesidad del uno y del otro». Por tanto, vosotros «sois ejemplo de esa tesela que, con colores diferentes, hace un gran dibujo en la archidiócesis de Madrid».

«La fuerza se muestra en y a través de vosotros»

El pastor de la Iglesia que camina en Madrid destacó que «en toda nuestra diócesis, describimos una pintura bellísima». Quizá «con coloridos distintos», pero «hacemos una tesela bella», y la hacemos «pensando siempre en los demás». La fuerza, subrayó, «se muestra en y a través de vosotros».

«Y no tendrá esplendor la humanidad si retira y olvida a Dios», recordó el cardenal, no sin antes animarlos a «hacer caso» al Señor «en medio de la dificultad y de vuestro trabajo, que no es fácil en estos momentos». Porque «Él no nos abandona y está con y en medio nosotros para mantener vivo el espíritu».

«Sed educadores, trabajadores y confesores de la fe»

Una misión, la de ser «discípulos de Jesús», que implica necesariamente «una relación muy profunda con el Señor de la Vida», tal y como indicó el purpurado. Esta tarea «supone pasar tiempo hablando con el Señor, escuchando su Palabra, viendo su rostro en las personas que tenemos alrededor y en los que más heridas tienen en nuestro mundo».

«Confesemos a Cristo, seamos educadores, trabajadores y confesores de la fe al Señor y de nuestra adhesión al Señor». Hacedlo, incidió, «sin miedo y sin vergüenza», y anunciadlo «con la sencillez de un ser humano que ha puesto la vida en manos de Dios y que sabe que sin Él esta humanidad no puede vivir».

Finalmente, valoró su «extraordinaria y bella labor», que «es esencial para el presente y el futuro de los hombres».