El pasado 27 de marzo fallecía, a los 83 años de edad, el sacerdote don Honorio García Seage, de la Prelatura del Opus Dei, y colaborador durante muchos años en la parroquia Nuestra Señora de las Nieves (Nuria, 47). El párroco de este templo, José Trujillo, manifiesta su dolor. «He sentido mucho la muerte de don Honorio. La noche anterior había hablado con él».
Una pérdida que vive con la misma perplejidad con la que se adapta a la situación excepcional originada por esta pandemia del COVID-19 que nos está afectando a todos. Confiesa que desde el primer momento en el templo acataron las decisiones de las autoridades sanitarias. «Empezamos suprimiendo las misas presenciales el sábado 14. Desde entonces, todos los sacerdotes celebramos la Eucaristía a puerta cerrada. Así hemos estado hasta esta semana. Abrimos el templo de 10:00 a 12:00 y de 18:00 a 20:00 horas, para que la gente, muy poca, pueda pasar a hacer un poco de oración o para confesarse. Las confesiones se realizan en una sala independiente, guardando las distancias y cumpliendo todas las normas de seguridad indicadas para esta pandemia.Además, las campanas de la parroquia suenan cada día a las 12 indicando el Ángelus». A continuación, el párroco celebra la Eucaristía en privado, pidiendo por las intenciones de todos sus feligreses. En especial por los enfermos, por los que están hospitalizados, y por los que ya están en sus casas en proceso de recuperación.
«No tenemos redes sociales», confiesa. Por eso, intentan llegar a sus feligreses de otra manera. Así, todos los días, uno de los sacerdotes se encarga de actualizar la página web con un comentario al hilo del Evangelio o de las lecturas. Y el párroco, cada dos días, difunde a través de sus numerosos contactos de WhatsApp sus impresiones, comentarios a las lecturas... «Por ejemplo, explica, mañana es la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores. Y hoy he enviado un formulario del Vía Matris para que lo puedan rezar desde sus casas en lugar del Vía crucis». Con la convicción de que sus mensajes serán reenviados a su vez por los destinatarios a nuevos contactos, y así abarcarán a cientos de personas.
El teléfono es otro de los elementos que no falta en esta etapa de confinamiento. Gracias a él, se mantiene en contacto con los sacerdotes de la zona, «aunque ya no soy el arcipreste, pero es una buena manera de mantener la comunión fraternal». También se comunica con los más necesitados de su comunidad parroquial: ancianos, personas que viven solas o familias que por diversas circunstancias lo están pasando mal. De hecho, se encarga de coordinar las ayudas de alimentos que ofrece la Junta Municipal del Distrito para llegar a los más necesitados. Siempre fiel a su misión de anunciar el Evangelio y servir a los demás, adaptándose a la nueva situación que estamos viviendo.