Print this page
Jueves, 09 julio 2020 13:58

Macarena Tornos, directora de la residencia parroquial Santa María de los Ángeles: «Cada una de sus vidas nos importa»

Macarena Tornos, directora de la residencia parroquial Santa María de los Ángeles: «Cada una de sus vidas nos importa»

Cuando el pasado 10 de octubre se hizo cargo de la dirección de la residencia parroquial de mayores Santa María de los Ángeles, de Torrelodones, Macarena Tornos no podía ni imaginar la experiencia que iba a vivir unos meses después. «Ha sido muy duro, pero hemos aprendido muchísimo. Por eso, no lo cambiaría por nada», asegura.

Durante gran parte del Estado de alarma, ha vivido confinada en el centro. «Di positivo a comienzos de abril, y aunque era asintomática decidí que lo mejor era permanecer en la residencia. Después, opté por quedarme, porque teníamos mucho jaleo: hemos trabajado sin EPIs; durante una semana coincidió la baja médica de la mitad de los trabajadores; casi a diario teníamos que adaptarnos al cambio de normativa y procedimientos; había mayores que tenían que estar aislados y no lo entendían…».

Lo prioritario, los residentes

Macarena afirma que «en todo momento lo prioritario han sido los residentes». De los 33 mayores que vivían en el centro, 2 han fallecido a causa del COVID-19.

Reconoce que ha afrontado esta situación «con mucho miedo. Y con ansiedad. Lo más importante era atender a los residentes. Hemos tenido trabajadores que dieron positivo, y otros que no se habían hecho la prueba pero que tenían síntomas, por lo que no podían venir a trabajar. Pero buscar una alternativa fue muy difícil, sobre todo al principio. Había que encontrar personas dispuestas a trabajar, pero nadie quería venir, por el miedo. Al final, gracias a unos contactos, fuimos cubriendo las bajas».

En medio de esta emergencia, descubrió la importancia del trabajo en equipo. «Intenté cubrir lo básico: personal que les pudiera levantar, asear o dar de comer. Yo también colaboraba. Eso me ha permitido trabajar en equipo: salir del despacho y compartir las tareas de los auxiliares para cuidar a nuestros mayores, dando comidas o fregando los platos. Lo que faltaba lo hemos cubierto con otras personas. Todo por nuestros mayores, a las que cuidamos con tanto cariño y corazón, porque cada una de sus vidas nos importa».

Insiste en que «la clave ha sido el trabajo en equipo». «Y la paciencia. Porque cuando lo tenías todo organizado, surgía un imprevisto y los planes se venían abajo. Así que descubrí que había que vivir el día a día y afrontar las situaciones a medida que se iban presentando, porque había muchas circunstancias ajenas que lo cambiaban todo».

Colaboración de la gente

La palabra «gracias» es recurrente en sus labios. Sobre todo, dirigida a los «ángeles», como ella denomina a esas almas caritativas que han ayudado durante la pandemia.

«La gente se ha volcado mucho», asegura. Y es que había muchas necesidades que cubrir. «A través de las redes sociales, hemos pedido ayuda a la gente del pueblo para conseguir lo más básico: baberos, vasos, platos, cubiertos o sábanas desechables… Cosas que para ellos eran fáciles de conseguir. O lejía: a nosotros no nos la proporcionaban en los comercios, porque necesitábamos grandes cantidades. Por eso, la ayuda de la gente ha sido muy importante».

Otra de las peticiones lanzadas ha sido la de naranjas. «Nosotros no hemos tenido problemas de comida, porque nuestros proveedores habituales nos garantizaron el suministro. Incluso llenamos el congelador más de la cuenta, por si acaso. Pero no podíamos conseguir grandes cantidades de naranjas. Y como tienen vitamina C, su zumo natural viene muy bien para reforzar el sistema inmunológico. Gracias a las naranjas que nos han donado, hemos podido dar a cada residente dos zumos naturales al día. Todavía lo seguimos haciendo».

Además, «nos han proporcionado material médico, porque al principio no disponíamos de mascarillas ni de EPIs… Y ha habido personas que nos han donado dinero para hacer PCR y serologías tanto para el personal de la residencia como para los ancianos».

Sus palabras de agradecimiento alcanzan también «al equipo del Hospital Puerta de Hierro que venía cada semana y llamaba cada día para ver cómo estábamos; a los voluntarios que se ofrecían para hacer videollamadas, recados u ordenar el almacén; a los que nos han llamado y enviado mensajes y cartas con ánimos y oraciones…».

Confiesa que la pandemia ha supuesto un gran esfuerzo económico para la residencia. «Ha habido muchos gastos extraordinarios no previstos para poder cumplir la normativa. En su mayor parte, han sido gastos de personal, que habrá que asumir en el presupuesto». Por eso, agradece todas las donaciones económicas de particulares recibidas.

Libres del COVID-19

Aunque desde el pasado 5 de junio la residencia está «completamente libre del COVID-19, «tengo miedo a un nuevo brote». «Nos mantenemos en cero casos, y no hay sospechosos. Pero tenemos que seguir cumpliendo las normas, que son muy estrictas». Por ejemplo, «las visitas al centro están muy controladas; hacemos un cuestionario a los familiares; las salidas de los residentes son excepcionales: pueden estar en el jardín, pero no ir a una barbacoa familiar…».

Eso les lleva a «trabajar con las familias para que sean conscientes de que el bicho sigue estando ahí. Y que es necesario que en la residencia sigamos teniendo medidas estrictas, para no volver atrás». «Hemos pasado mucho miedo. Mucha incertidumbre. Por eso, hay que tener muchas responsabilidad».

De todo lo vivido, se queda «con el trabajo en equipo». Y concluye afirmando que «hay que disfrutar del día a día».