La parroquia Sagrado Corazón de Jesús acogió la mañana de este martes, 10 de noviembre, una Misa funeral por los misioneros difuntos el último año, «aquellos que fueron enviados por la Iglesia a anunciar el Evangelio hasta los últimos rincones de la tierra y que ofrecieron su vida por seguir a Jesucristo», como se recordaba en la monición de entrada. Han sido 22 hombres y mujeres de muy diversas órdenes religiosas que desarrollaron su labor en países de todo el mundo como Japón, India, México, El Salvador o Argentina.
La Eucaristía, organizada por el Consejo Diocesano de Misiones, estuvo presidida por el coordinador de Misiones de la Vicaría IV, Jesús Pinto. En su homilía destacó que «un misionero nunca va de motu proprio, va enviado en nombre de la Iglesia», llamado a vivir allí donde se le requiera en comunión y unidad. En el día en que se celebra la dedicación de la basílica de San Juan de Letrán, la sede del obispo de Roma –el Papa–, la unidad es algo que «tenemos que aprender cada uno», no en la teoría, sino en la práctica, para evitar que se cuelen las divisiones entre nosotros y en el propio seno de la Iglesia, lo «que es más fácil de lo que nos pensamos».
«Tenemos que apartar de nosotros esas pequeñas divisiones que son las que en verdad hacen daño a la Iglesia», lo que a veces «me cuesta entender», porque, tal y como explicó Pinto, «solo cuando empezamos a generar unidad, vemos que el nombre de Jesucristo llega hasta los confines de la tierra». El sacerdote animó a pedir al Señor que «nos ayude a ver qué cosas de lo cotidiano tengo que hacer para ser simiente de unidad», para sembrar un amor que no es efímero, «no son sentimientos», sino «Dios con nosotros, que nos invita […] a dar la vida, a no reservarnos nada».
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