La Iglesia acogió desde el inicio mismo de su misión a la Santísima Virgen María. Nunca sabremos agradecer al Señor el regalo que nos hizo cuando estaba en la Cruz y dijo a Juan: «Hijo, ahí tienes a tu Madre». Y al tiempo nos puso a todos en sus manos al decirle: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Desde aquel «Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo» hasta ese sí al pie de la Cruz, la Virgen nos muestra la plenitud que alcanza nuestra vida al ponerla en manos de Dios.
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