Muy a menudo pienso en la insistencia de Jesús en que oremos, avalada por su vida y sus palabras. Todo nos provoca a la oración: Él nos invita a orar, Él hace oración permanentemente. Basta recordar sus palabras: «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis y se realizará» (Jn 15, 7).
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