Schuman, hacia los altares - Alfa y Omega

La declaración de Robert Schuman como venerable por el Papa Francisco es una gran noticia para Europa. A quienes venimos trabajando desde hace muchos años en la causa de la Europa unida nos ha llenado de profunda alegría. Al reconocer sus virtudes heroicas la Iglesia hace ahora un gran bien a esta Europa, que vive nuevas zozobras e incertidumbres.

La vida de Robert Schuman ha sido sencillamente ejemplar. Perteneció a aquella generación de europeos que vivió lo que parecía el suicidio de Europa: dos crueles guerras con la distancia de 20 años que devastaron el continente. Schuman sufrió la tragedia de modo especial. En la primera gran guerra era ciudadano alemán; en la segunda, lo era francés. Era un hombre de frontera y comprendió que la división y la rivalidad entre los europeos era un mal en sí mismo. Su compromiso político se centró en la edificación de la unidad europea como proyecto de paz. Aquel proyecto tuvo un gran aliento moral. Sin ese aliento ni siquiera sería reconocible.

Robert Schuman escribió: «Limitar el cristianismo únicamente a la práctica del culto y de las buenas obras supone desconocer y restringir de modo extraño su misión. Por el contrario, el cristianismo pretende definir el deber moral en todos los ámbitos». Él lo aplicó a la política en torno a la causa que más convenía a Europa: una paz basada en los valores de la dignidad humana, la libertad y la justicia. Hoy Europa necesita reafirmar esos valores, que son sus fundacionales y sin los cuales se desfondará. El Papa Francisco nos invita a dirigir nuestra mirada a Robert Schuman como referente, como modelo, como nuestro guía.