La fe se vivirá en modo virtual en los Juegos Olímpicos - Alfa y Omega

La fe se vivirá en modo virtual en las villas olímpicas

La organización de los Juegos Olímpicos ha prohibido la entrada de capellanes por la pandemia. Solo tendrán asistencia presencial los equipos que lleven a los suyos, como Italia

Fran Otero
Stuart Weir colabora con el Vaticano en la Pastoral del Deporte. Foto cedida por Stuart Weir.

Cuatro funerales y una boda. Así define los Juegos Olímpicos un capellán amigo de Stuart Weir, periodista británico, laico de la Iglesia baptista y una figura fundamental para que la asistencia religiosa haya sido una realidad en las últimas ediciones de Londres 2012 y Río de Janeiro 2016. «Por cada atleta que gana, hay muchos que fracasan. Parte del papel del capellán es alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran», afirma en conversación con Alfa y Omega.

En Tokio, donde también ha estado involucrado, la oferta espiritual será muy diferente por la pandemia. De hecho, se ha prohibido la entrada a los capellanes locales y, por tanto, todos los servicios serán virtuales. Así, se ha creado una plataforma interreligiosa en la que estarán disponibles una serie de vídeos con reflexiones cortas, sermones… a la que los deportistas acreditados tendrán acceso. Además, Weir está coordinando las peticiones de ayuda de los atletas a nivel personal y poniéndolos en contacto con capellanes.

Desde la sección Iglesia y Deporte del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida han trabajado en la elaboración de los citados audiovisuales en varios idiomas en coordinación con varias conferencias episcopales. Una de ellas es la española, que ha preparado tres vídeos en español, realizados por el jesuita Javier Bailén, sobre los siguientes temas: Dar lo mejor de uno mismo, Jugar en equipo y Sobreponerse a las dificultades. «Tenemos que pensar en las diferentes situaciones en las que se encuentran los deportistas en una villa olímpica. El estrés antes de una competición, la victoria, la derrota. He tenido la suerte de estar en una y la situación es de mucha tensión, tanto para los que están compitiendo como para los que esperan», explica a este semanario Santiago Pérez de Camino, responsable de la citada sección vaticana.

Para Weir, que ha estado en los Juegos Olímpicos de Londres y Río con la delegación de Togo, país donde tiene un proyecto social, el papel de los capellanes se hace más importante en la derrota, pues recuerda en esos momentos que «Dios aún los ama». Lo explica con un caso particular: «En 2008 conocí a una nadadora de la que se esperaba que consiguiera una medalla. Ni siquiera llegó a la final y se sentía muy culpable por haber defraudado a todos. Al entrenador, a sus padres… Además, los atletas profesionales pueden perder sus ingresos si no tienen éxito. Unos Juegos Olímpicos son la cima de una carrera deportiva, pero eso conlleva mucha presión».

En Tokio esta ayuda será muy difícil, como también el acceso a los sacramentos. Y no solo porque no esté permitida la entrada de los sacerdotes, sino también porque los propios deportistas no pueden participar en eventos o actos fuera de la villa. Lejos quedan los más de doce referentes religiosos que hubo en Brasil o los 150 de Londres, probablemente los mejores Juegos Olímpicos de la historia a nivel pastoral.

Solo un sacerdote en la villa

Los que sí tendrán esa suerte son los deportistas italianos, que cuentan entre los miembros de su equipo con un sacerdote, el único presente en la villa olímpica japonesa. Se trata de Gionatan de Marco, responsable de la Oficina para el Tiempo Libre, el Turismo y el Deporte de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI). Partió desde Italia hace una semana y el domingo pasado presidió sus primeras celebraciones eucarísticas en los dos lugares donde se concentran los atletas italianos y a las que asistieron un total de 72, en torno al 30 % de la expedición. Don Gionatan cuida mucho la relación con cada uno de los miembros del equipo y, por eso, dedica las mañanas a preparar mensajes personalizados para cada uno de los deportistas, así como para informar a los obispos italianos de su acción pastoral.

Gionatan de Marco es el capellán del equipo italiano. Foto cedida por Gionatan de Marco.

Por la tarde, se sitúa estratégicamente en la entrada del pabellón donde habita la delegación azzurra para encontrarse con los deportistas, a los que bendice, si así se lo piden, antes de tomar parte en competiciones, a las que también tiene previsto acudir. «Garantizamos a los atletas un punto de referencia espiritual. Además de los sacramentos, nos ponemos a la escucha de toda la delegación, entrenadores y médicos incluidos. Será muy importante en esta edición, pues la situación no es muy tranquila. Están emergiendo los primeros casos positivos por COVID-19 y hay miedo. A veces, se ayuda con una simple palabra o provocando una sonrisa», confiesa a Alfa y Omega por teléfono desde Tokio.

En su cuarta experiencia con el equipo nacional italiano –antes participó en los Juegos Olímpicos de invierno de Pyongyang (Corea del Sur), en los Juegos del Mediterráneo de Tarragona y en los Juegos Europeos de Minsk (Bielorrusia)–, afirma que «todos ven su presencia con simpatía» y así lo reflejan en el trato amable que le brindan. A nivel institucional, el Comité Olímpico Nacional Italiano, añade el sacerdote, ve en la capellanía «una presencia de sostenimiento, de ánimo, de dar a los deportistas la posibilidad de momentos de pausa y de reflexión». De hecho, reconoce que muchos encuentran en la Misa del domingo un momento para salir «de ese dar el máximo y del resultado». «En ese silencio, encuentran serenidad», añade.

Con la vista en París 2024

Y mientras se desarrollan los JJ. OO. de Tokio, a los que seguirán los paraolímpicos semanas después, la mirada ya está puesta en la próxima cita, que tendrá lugar en París en 2024. Allí, la Conferencia Episcopal Francesa y el Vaticano ya trabajan en la preparación de la atención pastoral. De hecho, hay dos obispos franceses involucrados en la organización. «Se lo están tomando muy en serio. Se ve que quieren marcar la diferencia desde el punto de vista pastoral y espiritual», explica Pérez de Camino, que recuerda que el mundo olímpico es una realidad pequeña y exclusiva y donde los pasos que se dan «son de hormiga».

El bagaje de Londres 2012, donde destacó la participación de la comunidad local en la acogida y organización de actividades, y de Río de Janeiro 2016, con una actividad caritativa muy intensa en las favelas, servirá de inspiración. «Todo esto hace que los Juegos Olímpicos sean algo más que un evento deportivo», concluye.

En cifras

11.000 deportistas de 206 delegaciones nacionales competirán en las 49 disciplinas deportivas que habrá en Tokio

42 sedes y tres villas olímpicas acogerán las competiciones y a los atletas participantes