«Nos une ser católicos. Después viene el partido» - Alfa y Omega

«Nos une ser católicos. Después viene el partido»

¿Hace falta otra política? ¿Qué puede aportar la fe? Responden tres de los participantes del reciente II Encuentro Internacional de Políticos Católicos

Rodrigo Pinedo
Foto de familia de los participantes. Foto: Archimadrid / Luis Millán

Cerca de 70 personas con responsabilidades públicas, procedentes de una veintena de países, y de todo el espectro político, de izquierda a derecha, se reunieron el pasado fin de semana en Madrid. En tiempos de polarización, populismos y otros muchos –ismos, lo hicieron con una misma fe, la católica, y una misma preocupación por el bien común. «Nos une ser cristianos católicos. Después viene la formación política. […] El Señor nos impulsa a entregar lo mejor de nosotros mismos para los demás», les recordó el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro. Tres de los participantes del II Encuentro Internacional de Políticos Católicos cuentan a Alfa y Omega cómo viven este compromiso.

Carlos Alberto Pérez Cuevas. Vicepresidente de la GOPAC vinculado al PAN de México

¿Cómo ha influido la fe en su trayectoria política?
Habiendo sido legislador federal, legislador local y ahora en la Organización Mundial de Parlamentarios contra la Corrupción (GOPAC, por su sigla en inglés), puede decir que la fe claro que influye. La fe integral nos permite ser auténticamente personas. Como católico en la política intento presentar esos aspectos de integridad: bien común, desarrollo humano, verdad, diálogo…

Es un tema muy difícil en México porque hay visiones equivocadas de lo que es un Estado laico, que en algunos casos es un Estado laicista. No es un Estado laico neutro, que sería lo ideal. E incluso a veces hay cuestiones que se abordan con una visión anticlerical. En ese contexto torna un poco más complejo, pero uno no puede colgarse el saco de decir «dejo lo católico fuera», «dejo mi convicción religiosa, mis principios, mi doctrina, mis valores fuera», porque entonces sería un ente hueco. Como vemos gracias a la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos, no está peleado que uno diga que tiene cierta profesión religiosa con la actividad pública. El conflicto es pretender imponer una ideología o pretender imponer una religión.

En los coloquios se abordaron temas como las migraciones o la vacunación. Foto: Archimadrid / Luis Millán

En Fratelli tutti el Papa reivindica la buena política…
Es necesario hacer la verdadera política, en aras de un bien mayor. Indistintamente de la ideología, partido o doctrina concreta que se profese, en una acción política hacen falta ética, integridad, verdad, diálogo… Estos no son conceptos ligados a un partido A o un partido B, o a un sector de la sociedad A o B. Sacar el contexto espiritual, entendido no como una imposición sino como convicción, ha dañado mucho a la política. Porque de pronto la política actual, el ejercicio de la política, se encuentra sin valores, sin principios; gana el que miente, gana el que impone… Y creo que con Fratelli tutti y la academia nos entendemos primero seres humanos, personas que de una u otra manera queremos lo mejor para un país, queremos lo mejor para la gente.

Tenemos la gran oportunidad de mirarnos de frente, de hablar con claridad, de poner sobre la mesa aquello en lo que no estemos de acuerdo en el ejercicio político, pero sabiendo que eso no me limita a excluirte, a no dialogar, a no construir. Cuando te centras en intereses partidistas, intereses grupales, intereses personales, estás privilegiando una acción personal y no el bien común.

Un ejercicio tan rico como este tendría que ayudar a sanar y sanear la política. A sanar porque ha sido vapuleada y dicen: «eres político y eres corrupto», «eres político y eres mentiroso», «eres político y tienes otro interés»… Y a sanear porque es necesario que los ciudadanos de buena voluntad se involucren en la acción política. La política se estanca y la ciudadanía se aleja. El llamado del Papa es a ejercer tu convicción, a expresar tus principios, pero siempre en aras a algo mucho más grande, que es el bien común.

Patty L’Abbate. Senadora italiana del Movimiento 5 Estrellas

En sus responsabilidades públicas, ¿cómo influye su fe?
Mi fe ha influido fuertemente en mis responsabilidades públicas, especialmente mi maestro san Francisco de Asís, quien siempre ha guiado mis decisiones en el campo de la protección del medio ambiente. La encíclica Laudato si fue un faro para mí, estaba en línea con mis estudios e investigaciones en el campo de la economía ecológica. Creo que la ecología integral del Papa Francisco es el camino que seguir para tener un futuro.

¿Ha leído la encíclica Fratelli tutti, de la que tanto se ha hablado estos días en el encuentro?
Sí, y estoy de acuerdo en que es necesario construir una comunidad global única, para abordar los problemas que son globales, como el cambio climático, la pandemia…

¿Cree que se necesita una política diferente como pide el Papa?
Sin duda, una política que no divide sino que une y, por tanto, tiende al bien común. Creo que es necesario despertar virtudes olvidadas como la bondad, la compasión, la escucha, el cuidado del otro y, sobre todo, adquirir una conciencia biosférica, abandonar el antropocentrismo y pasar al biocentrismo. Ser guardianes y no dueños de Gaia, nuestra casa común.

Gabriel Velasco Ocampo. Senador colombiano de Centro Democrático

En su labor como senador de la República de Colombia, ¿cómo le marca su fe católica?
Hace cuatro años decidí dejar mi vida en el sector privado [como empresario vinculado al sector lácteo] para intentar ser senador de la República y, en ese momento, le entregué mi vida a Dios y a la Virgen. No era nada fácil salir elegido al no ser alguien conocido, y el trabajo y la fe en Dios nos abrieron espacios.

¿Ha leído Fratelli tutti? ¿Es necesaria otra política?
Sí. Creo que la política es poder servir y necesitamos acercarnos, comprender y empatizar más con las personas. La mejor guía política es la doctrina social de la Iglesia.

Parolin pide a los políticos que coloquen «al centro la persona»

Cultura del encuentro y amistad social: estas son dos ideas centrales del magisterio de la Iglesia –y particularmente del Papa Francisco– fundamentales en la construcción del bien común. Así se lo trasladó el secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, a las cerca de 70 personas con responsabilidades públicas, procedentes de 19 países de Europa e Iberoamérica, que participaron el pasado fin de semana en el II Encuentro Internacional de Políticos Católicos en Madrid, impulsado por el cardenal Carlos Osoro y la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer.

Lejos de los «meros eslóganes de propaganda», la cultura del encuentro –desgranó en el aula magna de la Universidad CEU San Pablo– es una actitud que pasa por «hacer de la diversidad un valor agregado, un enriquecimiento» y que permite que las personas desarrollen, en palabras de Evangelii gaudium, «la dimensión social de sus vidas configurándose como ciudadanos responsables en el seno de un pueblo, no como masa arrastrada por las fuerzas dominantes». Mientras, la amistad social «no es puro sentimiento ni una construcción del pensamiento», sino «el efecto de la acción política, de la mejor, la que es capaz de comprender las exigencias desde abajo y trasladarlas subsidiariamente al plano decisorio, legislativo, económico y social». Y ahí emerge, de forma irremediable, la «preocupación por los que más sufren, por los que son descartados, volviéndose casi invisibles», muchas veces «víctimas de políticas y de estrategias económicas que solo encuentran referencia en los datos analíticos, en los índices de producción o en la escala de eficiencia».

En este sentido, el número dos del Vaticano advirtió del riesgo de que la recuperación pospandemia llegue solo a unos y acarree «la ulterior marginación para la mayoría de países». También lamentó que, particularmente en esta crisis global, parece que «los procesos legislativos se ven restringidos por un funcionalismo del momento», las decisiones de las instituciones son «el fruto de un equilibrio de intereses contrapuestos y casi nunca convergentes», y «las decisiones económicas solo tienen el sabor de la asistencia momentánea y no de la continuidad».

Frente a ello, reiteró la necesidad de que la acción política incluya «una dimensión antropológica fundada, que pone al centro la persona», de que se reconozca el valor de la justicia como «regulador social», y de una «política coherente que, desde la comunidad política local o nacional, sea capaz de actuar hasta la dimensión internacional». Además, de forma especial en momentos como el actual, recordó que hay desafíos que requieren ser «gobernados» y solicitó que la autoridad no se ejerza con «una visión personal, partidista o nacional», sino con «un sistema organizado de personas e ideas compartidas y posibles» en busca del bien común.