El futuro del Mediterráneo une a obispos y alcaldes - Alfa y Omega

El futuro del Mediterráneo une a obispos y alcaldes

Líderes religiosos y políticos de todo signo reunidos en Florencia reivindican «una diplomacia desde la base» que atienda problemas reales como la educación, la salud, las migraciones o la cultura

Fran Otero
El presidente de los obispos italianos saluda a niños refugiados en Florencia. Foto: CNS.

«Que el Mediterráneo vuelva a ser aquello que fue». Lugar de encuentro, cruce de caminos entre continentes, cuna de cultura, motor de desarrollo. Con este deseo de Giorgio La Pira, que fue alcalde de Florencia a mediados del siglo pasado e impulsor del primer encuentro de la historia entre regidores de grandes ciudades, obispos y alcaldes del Mediterráneo han unido sus voces para cambiar el rumbo de la región. Tras un encuentro histórico en la capital de la Toscana –el Papa no pudo acudir por un «dolor agudo» en la rodilla–, líderes religiosos y políticos de todo signo y color estamparon su firma en un documento, la Carta de Florencia, que pretende dar respuesta desde las ciudades a desafíos como las migraciones, la pobreza, el cambio climático o los conflictos. «Nunca alcaldes de ciudades importantes de mayoría musulmana habían firmado un documento de compromisos con los obispos católicos. Este es un gran paso, la señal más fuerte que podríamos dar en estos momentos», explica a Alfa y Omega el actual alcalde de Florencia, Dario Nardella.

El documento, según explica el político italiano, reconoce la diversidad del patrimonio y de las tradiciones del área mediterránea; la importancia de la educación, que parta de las necesidades básicas y que «guíe a los jóvenes en el camino del bien, del amor, de la justicia y de la libertad», y la necesidad de que se desarrollen más «oportunidades de diálogo y encuentros constructivos» entre las diferentes tradiciones culturales y religiosas. También reivindica el papel de la diplomacia urbana en la promoción del desarrollo humano, el derecho universal a la salud y a la protección social, y pide a los Gobiernos de todos los países mediterráneos que hagan consultas regulares con líderes locales y religiosos ante los problemas que afrontan.

Uno de ellos son las migraciones, que han tenido un peso importante, con un encuentro con refugiados incluido. El acuerdo recoge, en este sentido, que «las políticas migratorias deben respetar los derechos humanos fundamentales» y reconocer el vínculo entre cambio climático y flujos migratorios. Según Gian Carlo Perego, arzobispo de Ferrara-Comacchio y presidente de la Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), esta postura común es «importante» cuando el Mediterráneo sigue siendo «un cementerio para muchos migrantes». «Aunque ni obispos ni alcaldes tienen la responsabilidad sobre esa política, sí la tienen sobre las relaciones con las comunidades que viven en la ciudad. Proponemos, como Giorgio La Pira, una diplomacia desde la base, una política que no sea ideológica, sino que parta de los problemas reales de la gente. Y los problemas de una ciudad son los de aquellos migrantes que la habitan, los de aquellos refugiados que no encuentran acogida. Comunidades religiosas y ciudades pueden recorrer caminos de acogida, protección, promoción e integración», añade a Alfa y Omega.

«No podemos dejar que en el Mediterráneo se sigan perdiendo vidas», abunda a este semanario Xabier Gómez, director del Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Le impactó el testimonio del alcalde de Lampedusa, un pescador que compartió la importancia que tiene el rescate de vidas en la cultura del mar y que está intentando que Lampedusa «no sea conocida por el problema de la migración, sino por ser una ciudad activa en la integración y en la solidaridad». O el de Palermo, que cuando le preguntan por el número de migrantes que viven en su ciudad siempre responde que ninguno: «Los que viven en Palermo son de Palermo».

El profesor Giuseppe Argiolas, rector del Instituto Universitario Sophia, que habló a los obispos sobre los deberes de las comunidades religiosas en las ciudades, cree que el desafío más grande es el de «encontrarse y conocerse». «La reunión de Florencia ha empezado a responder a esto. Los obispos y alcaldes se han acercado y sale un empeño por escucharse más. Si lo hacemos, resolveremos los otros desafíos», añade.

«La carta es un punto de llegada, pero también de salida», concluye Nardella. En este sentido, el arzobispo Perego reconoce que se creará una secretaría con representación de todas las conferencias episcopales para la promoción de este pacto.