La Misa devuelve la vida al barrio palmero de La Laguna - Alfa y Omega

La Misa devuelve la vida al barrio palmero de La Laguna

En la fiesta de su patrón, la celebración dominical volvió a la parroquia de San Isidro, en La Palma, cerrada desde octubre por la erupción del volcán

Fran Otero
0 Celebración de la Eucaristía en la parroquia de San Isidro. Foto cedida por Alberto Hernández.

Son demasiadas coincidencias para no ver la mano de la providencia. Siete meses después de celebrar la última Eucaristía en la parroquia de San Isidro, en el barrio de La Laguna en La Palma, uno de los más afectados por la erupción del volcán de Cumbre Vieja, los fieles de esta comunidad –a los que se sumaron los de Todoque, que perdieron su iglesia, y aquellos que las tienen cerradas– volvieron a su templo. Lo hicieron en la fiesta de su patrón y durante la Pascua. Porque lo que sucedió el 15 de mayo en La Laguna fue también una resurrección. Habían pasado siete meses desde la última Misa, el día de la Virgen del Pilar, tal y como le recordaron los libros litúrgicos al párroco al cogerlos para preparar el regreso. Los marcadores se habían quedado en aquel día.

«La apertura de la parroquia supone la vuelta a la vida del barrio. Es el primer espacio común que se abre, pues todavía no hay restaurantes ni cafeterías y la sede social está dañada. De hecho, a veces parece una zona fantasma. Nuestro barrio resucita en este espacio que es su templo parroquial», afirma el párroco, Alberto Hernández, en conversación con Alfa y Omega.

Fue una celebración vespertina, sencilla y cercana. Participaron el coro parroquial, el equipo de liturgia y personas de otras parroquias afectadas y de aquellas que durante este tiempo las han acogido. Al terminar hubo un pequeño ágape para que los vecinos se reencontrasen y compartiesen un rato juntos. «Percibí un ambiente de alegría, aunque también cayeron lágrimas. El entorno evoca paisajes que ya no vamos a recuperar y hogares que han desaparecido. Para mucha gente era la primera vez que se acercaban a este lugar», explica Hernández.

El párroco conversa con los fieles. Fue un día de reencuentros. Foto cedida por Alberto Hernández.

Durante la homilía les envió dos mensajes al hilo de las lecturas del día. Comparó la alegría de los apóstoles que volvían a casa con la de los fieles de San Isidro: «También nosotros hemos experimentado la obra de Dios durante este tiempo y tenemos que hacer memoria agradecida». En segundo lugar se refirió al amor fraterno, que tantas veces han sentido los habitantes de La Palma durante todos estos meses. «Hemos estado muy arropados por ese cariño, sobre todo en el ámbito de la Iglesia», reconoce a este semanario.

Que el domingo se pudiese celebrar la Eucaristía es gracias al empeño del sacerdote y la colaboración de los fieles y del Ayuntamiento de Los Llanos, que trabajaron durante semanas para poder celebrar la fiesta de su patrón en casa. Hubo que hacer alguna obra, sustituir ventanas, reparaciones eléctricas y todo el traslado. Todavía faltan detalles como las campanas. «Los vecinos han agradecido que hayamos realizado el regreso con premura y agilidad, pues la situación era ya incómoda, en un templo pequeño e insuficiente. Además, ahora es época de Primeras Comuniones y necesitamos espacio», dice.

Además de recuperar un lugar común, el encuentro entre los vecinos está ayudando a vivir mejor el duelo y, como dice Hernández, «a asumir la nueva realidad y construir sobre ella». «Ahora tenemos que hacer un esfuerzo para familiarizarnos con el nuevo entorno –una montaña negra– y reconciliarnos con el volcán para que no nos robe más cosas», concluye.

San Isidro, un santo de «gran vigencia»

El arzobispo de Madrid dio el pasado domingo el pistoletazo de salida al año jubilar con motivo del 400 aniversario de la canonización de san Isidro. El cardenal Osoro mostró su deseo de «que sea un tiempo privilegiado para hacer memoria del santo, para aprender a vivir desde el amor de Dios».

Así, aseguró que «la villa en la que él vivió se ha transformado en una gran ciudad», pero que «su testimonio y su compromiso cristiano tienen gran vigencia». «Es urgente promover el valor y la dignidad de la familia, defender el trabajo digno, cuidar la tierra…», aseveró.