Catequesis

Sábado, 07 febrero 2015 18:02

Vigilia de oración con jóvenes (6-02-2015)

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Esta es la tercera vez que nos reunimos en la catedral y yo os doy las gracias porque vosotros me recordáis aquello para lo que el Señor me ha enviado a ser aquí, a ser sucesor de los apóstoles, es para unir a los hombres en torno al Señor, en torno a su mesa, para que tengamos todos los discípulos de Jesús una estructura eucarística. Aquí estáis de parroquias diversas, de movimientos distintos, de comunidades... pero todos no vivimos en la auto referencialidad, no vivimos solo para nosotros y para los que, quizá, actúan solamente como nosotros, sino nosotros somos de Cristo todos y, por eso, todos juntos hacemos en estos momentos esta imagen de una Iglesia que lo único que quiere es reunirse en torno a Nuestro Señor. Y quiere hacerlo siendo todos uno. La única referencia que tenemos para nosotros es Jesucristo, no es el grupo nuestro. Y esto es una maravilla poderlo observar aquí ahora mismo. Y esta es la Iglesia que quiere Jesús.

Esta noche, después de haber escuchado esa página del Evangelio que escuchareis el domingo, os querría decir tres cosas: una, ved cómo Jesús busca a los hombres. Vedlo. El Evangelio nos ha dicho que Jesús salió de la sinagoga, salió en búsqueda de los hombres. Al final del Evangelio se nos dice cómo le comunican a Jesús: Todo el mundo te busca. Y es que el ser humano necesita de Dios, necesita ser feliz, estar a gusto consigo mismo, hacer posible que los demás tengan la dignidad que el Señor nos ha dado a todos, y la única manera de hacerlo es la que nos enseña Jesús. Él nos busca. Fijaos de dónde sale. Como todo buen judío, se acercó a la sinagoga y allí escuchaba la Palabra de Dios. Y, además, el Evangelio nos dice que Jesús se retiró de madrugada, fue a un descampado y se puso a orar. ¿De dónde sale Jesús? Siempre, siempre permanece en diálogo con Dios.

Es la invitación que nos hace el Señor también: a buscar a todos los hombres. No somos discípulos de Jesús para mirarnos a nosotros mismos y para hacer grupos estufa, somos discípulos de Jesús para salir como Él, pero solamente podemos salir si permanecemos en diálogo con Nuestro Señor, si dejamos que Él nos hable. Además, Él no sale solo. Jesús salió con dos de sus discípulos de la sinagoga. Y no se queda nunca solo, aunque esté muy a gusto. En el Evangelio se nos dice cómo el Señor les dijo a los discípulos de ir a otra aparte porque también tenía que predicar en otras aldeas, a otros hombres.

Jesús busca a los hombres. A cada uno de los que estamos aquí nos buscó, y nos sigue buscando. Y es muy probable que a cada uno os encontrase de una manera más fuerte o más firma en algún momento de vuestra vida. Y el Señor se valió de un encuentro, de un amigo... El Señor, porque sale siempre, por eso estamos aquí.

Por otra parte, hay que salir; los hombres buscan al Señor. Todo ser humano quiere ser feliz; todos. La enfermedad más grande que puede existir en este mundo es la que yo llamo la enfermedad de las tres des: esta enfermedad afecta a los más jóvenes, y hay que eliminarla. Y me vais a ayudar vosotros a eliminarla. Una d es el desdibujamiento: no hay dibujo de lo que es el ser humano, por eso hay que anunciar a nuestro Señor, que nos da la fotografía verdadera de lo que tiene que ser el ser humano y de lo que, en verdad, es. Él nos regala el dibujo. La otra d es la desesperanza: hay mucha gente triste, sola, aunque esté con muchos, hoy abunda la desesperanza, a veces también dada por las situaciones que están viviendo los hombres. La semana que viene celebramos Manos Unidas, con el lema Luchamos contra la pobreza. ¿Te apuntas?. Hay muchas pobrezas. Jesús, que quiere quitar la desesperanza de los hombres, nos pide que nos apuntemos siempre. Y la otra d es la desorientación. Mirad, Dios nos ha hecho a imagen suya y semejanza suya, y nos ha dicho que el hombre tiene metas y no puede vivir desorientado. Hay que quitar esta enfermedad de las tres des. Hay que dar meta verdadera a los hombres. Y vosotros lo podéis hacer: podéis cambiar nuestro mundo con Jesucristo. Jesús busca a los hombres, busquemos a los hombres, salgamos como Jesús, pero siempre permaneciendo en un diálogo con Jesucristo para no perdernos en el camino.

En segundo lugar, Jesús entra en nuestras casas, entra donde vivimos los hombres, ya sea la casa física, ya sea la casa personal; Él va a quienes lo necesitan. En este caso, Jesús entra en una casa y se dirige hacia una persona enferma. Jesús entra, como entró un día en vuestras casas, en vuestra vida también. ¿Y sabéis lo que hace el Señor? Se acerca, la coge de la mano, qué señal de amistad, de querer darle el abrazo que Dios da a los hombres y la levanta de la postración, la cura. Cuando entre en nuestras vidas, nos cura, nos da el abrazo, que nos hace sentirnos queridos, a gusto, felices, firmes. Jesús entra. Y después la gente se agolpó alrededor de aquella casa porque el único que cura al ser humano es Jesucristo nuestro Señor. Sabiendo esto, cómo no vamos hacer como Jesús, salir, salir y entrar en el corazón y en la vida de los hombres con la misma metodología que Jesús, acercarnos, dar la mano, levantar. No ser hombres y mujeres que no hacemos ningún compromiso en la vida. La fuerza para hacerlo nos la da el Señor, y no solamente Jesús busca a los hombres, no solamente entra, sino que Jesús cura a los hombres y nos hace servidores.

Aquella anciana se levantó y se puso a servir. Eso lo hace Jesús. El que se encuentra con Jesús, no se queda solo, la respuesta del que es curado por el Señor, la respuesta de aquel que siente el impacto y la fuerza de Jesús en nuestra vida, la respuesta de quien es curado, es servir, servir como Jesús, curar como Jesús. Por eso, hay mucha gente que cuando se encuentra con Jesús y se siente curado, y ve que eso es lo que ha merecido la pena, deja todo, todo lo que es y todo lo que tiene, se pone a anunciar al Señor exclusivamente. Cuánta gente uno se encuentra en la vida que hace esto, y el servicio que nos puede dar es dar al Señor mismo, dar su entrega, su perdón, su gracia, su amor, dar de comer con ese alimento único que quita el hambre, que es el mismo Jesucristo.

Esta tarde, cuando hablaba con mi secretario de esto, que después de terminar la carrera entró en el seminario de Madrid, le dije: «Si este Evangelio es el tuyo (...) siendo servidor». Y ese servicio se puede hacer de otras maneras. Pero si el Señor os pide esto, hacedlo. Y nadie tiene más medios que el discípulo de Jesucristo, no hay posibilidad de cambio en esta tierra y en esta historia que hacemos los hombres más que aquel que nos da el cambio del corazón. No un corazón roto, dividido, con odio... ¡no! Un corazón que une, que ama de verdad, que da la vida, que da lo que tiene y lo que es. Vamos a hacerlo. Quedaos con esto este mes. EL mes que viene será otra cosa. Pero delante del Señor vamos a meditar esto, qué maravilla, Jesús me busca, entra en mi casa, me cura y me pone a servir. Y esta noche lo hace con los que estamos aquí. Pensadlo delante del Señor un momento.

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