Catequesis

Miércoles, 09 febrero 2022 15:24

Vigilia de oración con jóvenes (4-02-2022)

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Quizá a mí, en el Evangelio, para descubrir lo que es la Iglesia de Cristo y la misión que el Señor quiere para ella, esta página siempre me ha impresionado. Siendo sacerdote, en un libro que escribí y que titulaba A la Iglesia que amo… era un libro de meditaciones, y la primera fue precisamente con esta página del Evangelio. Y hoy el Señor, en este día en el que estamos valorando también lo que es la vida consagrada, aquí, entre vosotros, los jóvenes, el Señor nos pone esta página del Evangelio, que es la que vamos a proclamar el domingo que viene, el domingo próximo. Y como que hay tres aspectos que se resumen en tres palabras que yo querría esta noche comentar para vosotros, y acercarlas a vuestro corazón: enseñar, invitar y seguir.

El Señor… para los que somos de tierra de mar, nos es fácil imaginarnos estar en una barca. Imaginaos que estamos aquí, que esta catedral es una barca en la que vamos todos nosotros, y estamos en medio del océano. Pero en la barca va Nuestro Señor Jesucristo. Recordad las palabras del Evangelio: «Por tu palabra echaré las redes». Pedro estaba convencido, porque había pasado la noche bregando y no habían pescado nada, y que ahora era imposible; pero estas palabras de Pedro expresan la confianza de Pedro en Jesús. Y yo quisiera que esta noche fuesen como una renovación también de todos los que estamos aquí de nuestra confianza en Nuestro Señor Jesucristo, realmente presente aquí.

Confianza en Él. A pesar de las dificultades que tengamos personales, e incluso de nuestra falta de fe, y de las dificultades sociales que estamos atravesando en estos momentos de la historia. Yo os pediría que contemplemos a Jesús en el lago de Genesaret. Vamos en la misma barca. Es una escena maravillosa. Jesús no está en la sinagoga: está en el lago. Y la gente escucha: no solamente los que están en la barca, sino los que estaban fuera de la barca. Escucha desde la orilla. La gente está sedienta de palabras de vida y de verdad; están sedientos de escuchar la Palabra de Dios. Y Jesús nos dice el Evangelio que habló sentado en la barca. Esa manera de expresar y decir que hablaba sentado en la barca quería decir que iba a decir algo muy importante. Aquí, Jesús aparece como maestro. Y yo quisiera que esta noche tengamos la experiencia, todos nosotros, de que estamos reunidos aquí, en torno al Señor, en torno al maestro. A este maestro que sigue enseñando a la gente.

Imaginad este cuadro: Jesús está sentado en la barca, en una barca prestada, y está enseñando a la gente a orillas del lago. Nosotros quizás podemos aprender de aquellas gentes, que escuchaban las palabras de sus labios, que Jesús sigue despertando vida, despertando esperanza; aquellas gentes quedaban atónitas al escucharle. Y, esta noche, Jesús, en medio de nosotros, en esta barca en la que vamos, sigue despertando vida y sigue despertando esperanza.

La expresión que Jesús dirige a Pedro es la que esta noche nos dirige a nosotros el Señor. Rema mar adentro. Echa las redes para pescar. Pero rema mar adentro, en griego dice πλοηγηθείτε περαιτέρω στην ενδοχώρα, que significa navegar más al interior, navegar mar adentro.

Quizá habría que traducir literalmente: volved hacia la profundidad, y bajar vuestras redes para la pesca. Hoy el Señor nos dice lo mismo: volvamos a la profundidad. ¿Qué quiere decir esta expresión: volver a la profundidad y bajar las redes para la pesca? Quiere decir, queridos amigos, que solo a nivel profundo podemos encontrar lo mejor de nosotros mismos. Pero a nivel profundo.

No viváis en la superficialidad. La invitación que nos hace Jesús hoy en esta barca, como lo hizo entonces, es a ir a lo más profundo de nosotros mismos. Jesús nos anima a salir de noche. Y de noche, aún cuando no veamos nada, echar redes. Echar las redes. Y comenzar de nuevo. ¿Por qué Jesús ordena echar redes, si resulta que el experto allí en pesca era Pedro? Era Simón, y no Jesús. ¿Por qué Jesús indica a Pedro: echa las redes? Pedro conocía bien su oficio, y sabía cuándo era la hora buena de pescar y cuándo no.

Pedro sabía que la pesca se hace de noche, y no de día. Al atardecer salen los pescadores de los puertos del mar para ir a pescar. Para un conocedor de la pesca de lago como lo era Simón, está claro que Jesús estaba pidiendo algo que era imposible. Por eso, la orden de Jesús le resultó a Pedro poco lógica: rema mar adentro, Pedro.

Esto es lo que Jesús nos dice esta noche a nosotros también, empezando por mí, el arzobispo: rema mar adentro. Rema. Echa las redes. Es que necesitamos también poner algo de nuestra parte. Él lo pone todo, pero nosotros algo: por lo menos, echar la red. Nuestra transformación humana no se realiza sin hacer algo de nuestra parte. Os pregunto: ¿Tenemos confianza en el Señor? Esta noche aquí, juntos, este Jesús que estaba enseñando a la gente, este Jesús que ahora dice a Pedro, y a los que iban con Él: os invito a ir a la profundidad. Entrad en la profundidad. Escuchad lo más hondo de vuestro corazón. Escuchad lo que hay de mejor de vosotros mismos. Entrad en la realidad de vuestra vida, que es ser imágenes verdaderas de un Dios que os ha creado para amar. Para servir. Un Dios que os ha creado para amar. Es decir, no para retener en vosotros lo mejor de vosotros mismos. Rema mar adentro. Echa las redes.

La disculpa siempre es fácil. Si os habéis dado cuenta, los apóstoles, en el Evangelio que hemos proclamado, le dicen al Señor: «Maestro, pero si hemos estado toda la noche bregando y no hemos cogido nada, y tú ahora, de día, quieres que echemos la redes cuando los peces están por otro lugar». Pedro, ante esta propuesta de Jesús, se permitió de alguna manera una cierta protesta, porque, en el fondo, ¿se fiaba de Jesús?, ¿se fiaba de su palabra? Querido amigos: ¿os fiais de Jesús? ¿Os fiais de su palabra? «Hemos estado toda la noche bregando, Señor. No hemos cogido nada». Y nunca cogerás nada si estás desconectado de la Fuente, con mayúsculas. Y la fuente es Jesucristo Nuestro Señor. Si estás desconectado, terminas en la frustración. ¿Cuántas noches Pedro y los demás discípulos echaron las redes a un mar oscuro y desagradecido, y no pescaron nada?

Tal vez todos nosotros podríamos decirle hoy al Señor: «Señor, nos hemos esforzado tantas veces… Y a veces no hemos logrado lo que tú quieres que cada uno de nosotros logremos y vivamos». Esta imagen de las redes vacías expresa muchas veces el drama interior del ser humano. Buscamos sin encontrar; sembramos y no recogemos; volvemos a la orilla con la barca vacía… ¡Cuántas veces! Pero, fijaros en una cosa: la reacción de Pedro tendría que ser la nuestra. Pedro le dijo al Señor: «Por tu palabra, echaré las redes». Por tu palabra. Él vive una confianza absoluta y total en Jesús, que va más allá de la lógica de un profesional como Pedro, como pescador; más allá de la lógica de nuestra razón.

Y se produce el prodigio como respuesta a esta confianza puesta solo en Jesús. Echaron las redes, e hicieron tal redada que no podían subir las redes. Redes repletas. Es la imagen de la abundancia que, cuando nos fiamos de Jesús, se nos entrega. Cuando ponemos toda nuestra confianza en Él, nos hace sobreabundar en todo: en entrega, en servicio, en fidelidad, en ayuda a los demás, en amor... La reacción de Pedro, os habéis dado cuenta cuál fue, ¿no? La reacción de Pedro fue reconocer quién era. «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador». A Jesús, Pedro le llama Señor. No le llama maestro. Señor. Equivale a jefe. Experimenta una sensación de indigencia y de pobreza. Pero Jesús le dice a Pedro: «No temas, Pedro; el miedo te paraliza; el miedo te impide tomar cualquier decisión auténtica. No tengas miedo: quédate conmigo».

Esto es lo que nos dice el Señor a nosotros esta noche. «No tengáis miedo. Quedaos. Quédate conmigo. Quédate. Porque yo estaré contigo. Serás capaz de soportar cualquier situación. Pero descubrirás tu propia verdad. Y, en tus fragilidades, no retrocederás, porque para ti amar y vivir la misericordia con los demás será un absoluto. Y, por eso, la respuesta de Jesús: «Desde ahora serás pescador de hombres». Que significa: «desde ahora, cuidarás la vida de los otros. Reanimarás la vida de los otros». Esto es lo que estamos celebrando en este día de la vida consagrada: personas que han regalado su vida, y se la han dado al Señor. No a cualquier amo: ¡al Señor! Y el Señor les sigue diciendo lo que nos ha dicho hace un instante: «Cuidarás la vida de los otros. Reanimarás la vida. Sacarás a la gente del mar oscuro. Sacarás a los hombres de la inhumanidad en la que a veces vivimos. Despertarás a las gentes de nuevo a la vida. Serás pescador de hombres, como Pedro». Expresa la misión del discípulo de Jesús, que es liberar a otros de los poderes del desamor; de los poderes de la mentira; de los poderes de la injusticia. Y liberar a los demás con el amor mismo de Jesús.

Pero habéis visto qué bella es la terminación del Evangelio. El Evangelio termina diciendo: «Y, dejándolo todo, lo siguieron». Jesús nos quiere libres. Y nos invita a dejarlo todo. Nos invita a dejar todo lo que obstaculice la misión. Este Jesús resucitado nos libera, y nos dice que lo único que necesitamos para vivir es su amor. Su amor. No necesitamos otra cosa. El que descubre este amor sabe que esto es verdad. Esta noche, nosotros, aquí, en esta barca, en la que va el Señor también, podemos decirle: «Señor, cada uno de nosotros quisiéramos intentarlo todo de nuevo, apoyándonos en tu palabra y en una confianza absoluta en ti. Esta noche, todos queremos decirte: “Por tu palabra, echaré las redes”».

Jesús hoy nos sigue enseñando. Jesús hoy nos sigue invitando. Y Jesús nos sigue diciendo: «Sígueme. Vive con mi amor. Regala mi amor».

Que el Señor nos bendiga y nos haga experimentar esta noche esta cercanía de Jesús. Esta cercanía de un Jesús que nos ha llamado a vivir en esta barca que es la Iglesia de Cristo. La imagen más bonita de la Iglesia es pensar en una barca, de esas barcas que hay en los puertos pesqueros, que son de madera, que a veces está alguna tablita rota, y que el dueño de la barca suele tener un bote allí, de estos de tomate, ¿verdad?, vacío, pero para sacar el agua que se ha metido en la barca, porque está rota alguna tabla. Y las tablas somos todos nosotros. Esta Iglesia que ha fundado Jesús. Pero lo importante no es la tabla –a veces estamos rotos–, lo importante es quien dirige la barca, quien restaura la barca y quien nos dice a cada uno de nosotros esta noche: «Echa las redes. Entra en la luz. No estés en la oscuridad». Esto lo tenemos que anunciar a todos los jóvenes de Madrid. Estén donde estén. Tiene más fuerza la palabra de Jesús que cualquier palabra de cualquiera de nosotros. No tengáis miedo. Jesús convence, y Jesús vence. Y no con cualquier fuerza, sino con este amor que hoy experimentamos todos nosotros que Él nos da.

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