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Jueves, 28 marzo 2024 07:16

Emilio Pérez, coordinador de Liturgia de la Vicaría III: «Jesús manifestó el amor que nos tiene entregándose a la muerte por nosotros»

Emilio Pérez, coordinador de Liturgia de la Vicaría III: «Jesús manifestó el amor que nos tiene entregándose a la muerte por nosotros»

Hoy comienza el primer día del Triduo Pascual. Es el Jueves Santo. Emilio Pérez Núñez, coordinador de Liturgia de la Vicaría III, nos explica a qué nos invita la Iglesia en esta jornada.

«La tarde del Jueves Santo, celebramos la Misa vespertina “en la Cena del Señor”. En dicha celebración, la Iglesia inicia el sagrado Triduo Pascual - culmen del año litúrgico - haciendo memoria sacramental de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor». Unos días sagrados, prosigue, que «la Iglesia inicia conmemorando aquella Última Cena, mediante la cual el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1)».

«Esta Misa - añade Emilio Pérez - tiene algunos elementos que nos permiten contemplar el misterio completo de estos días y reconocer su unidad profunda». El primero, apunta, «es la antífona de entrada, que dice así: “Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo: en él está nuestra salvación, vida y resurrección, por él hemos sido salvados y liberados”. (Cf. Gál 6,14). Ha llegado su hora, la hora de pasar de este mundo al Padre».

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«El segundo - continúa - es que, en esta celebración, mientras se canta el himno del Gloria, se hacen sonar las campanas, que ya no se tocarán hasta la vigilia pascual».

Y, el tercero, «el rito final de la celebración, es decir, el traslado del Santísimo Sacramento. Dicen las rúbricas: “Dicha la oración de postcomunión, y omitidos los ritos de conclusión, el que preside, de pie ante el altar pone incienso en el incensario, lo bendice y de rodillas inciensa el Sacramento. Luego, recibe el velo humeral, sube al altar, hace genuflexión, y toma el copón con sus manos cubiertas con las extremidades del velo. Y se organiza la procesión para llevar a través de la iglesia el Sacramento al sitio de la reserva, preparado en alguna capilla”. Es decir, hasta la vigilia pascual, no se realiza el rito de conclusión, en el que se dice: “Podéis ir en paz”, mostrando de esta manera el final del triduo, en el que se añade a esta despedida, y en dos ocasiones, la palabra por antonomasia de la Pascua: aleluya».

Muerte por todos los hombres

Emilio Pérez recuerda que Jesús «manifestó el amor que nos tiene entregándose a la muerte por nosotros, y anticipando su Pascua en el ofrecimiento de su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino, como alimento para los apóstoles y de todo el pueblo cristiano. De esta manera cumplió el Señor su enseñanza: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13)». Es «el mandato nuevo del amor, tal y como señala el versículo del Evangelio de este día: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros” (Jn 13,14)», que «se expresa, significativa y visualmente en esta celebración a través de la acción litúrgica del lavatorio de los pies que se realiza después de la homilía. El modo de amarnos Jesús implica dejarnos lavar por Él, porque si no nos lava, no tenemos parte con Él (cf. Jn 13,8)».

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A su juicio, «para adentrarnos en este misterio de amor que estamos celebrando, me parecen preciosas y muy adecuadas, estas palabras del papa Francisco en su carta apostólica Desiderio desideravi: “Nadie se ganó el puesto en esa Cena, todos fueron invitados, o, mejor dicho, atraídos por el deseo ardiente que Jesús tiene de comer esa Pascua con ellos: Él sabe que es el Cordero de esa Pascua, sabe que es la Pascua. Esta es la novedad absoluta de esa Cena, la única y verdadera novedad de la historia, que hace que esa Cena sea única y, por eso, “última”, irrepetible. Sin embargo, su infinito deseo de restablecer esa comunión con nosotros, que era y sigue siendo su proyecto original, no se podrá saciar hasta que todo hombre, de toda tribu, lengua, pueblo y nación (Ap 5,9) haya comido su Cuerpo y bebido su Sangre: por eso, esa misma Cena se hará presente en la celebración de la Eucaristía hasta su vuelta” (DD 4)».

«Por eso - continúa -, podemos afirmar que en la celebración del Jueves Santo se conmemora tanto la institución de la Eucaristía, memorial de la Pascua del Señor, que se perpetúa entre nosotros en el Sacramento, así como la institución del Orden, con el cual se perpetúan en el mundo la misión y el sacrificio de Cristo; y, también, la caridad con la que el Señor nos amó hasta el extremo. “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud” (Jn 15,9-11)», concluye.

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