La catedral de la Almudena ha acogido este sábado, 14 de junio, con alegría y gozo, la ordenación de tres nuevos diáconos permanentes para la diócesis de Madrid. Alberto Sandoval, Miguel Ángel Rodríguez y Roberto Gómez, para los que la oración colecta pedía «disponibilidad para la acción, humildad en el servicio y perseverancia en la oración».
Decía san Ignacio de Antioquía que no concebía la Iglesia sin el obispo, el presbítero y el diácono. Tres órdenes de ministros al servicio de la Iglesia y del mundo, y todas ellas presentes en la catedral este día de fiesta: el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, que presidía la celebración, junto al obispo auxiliar Vicente Martín; más de una veintena de sacerdotes, y otros tantos diáconos permanentes. Y con ellos, en una catedral con multitud de fieles, las esposas e hijos de los ordenandos, sus familiares y amigos, y miembros de sus comunidades y parroquias.
«No sois vosotros los que me habéis elegido —anunciaba Jesús en el Evangelio proclamado—, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca». Y así, respondiendo a esta llamada, los tres candidatos respondían con voz potente «¡presente!» al ser nombrados, al comienzo de la celebración. La Iglesia, a preguntas del obispo, afirmaba que eran dignos para ser ordenados, y el cardenal Cobo respondía: «Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a estos hermanos nuestros para el Orden de los diáconos».
Escuela de amor
Ya en su homilía, el arzobispo de Madrid comenzaba con un elocuente «damos gracias a Dios por vosotros», en un día «especial de fiesta en la que la Iglesia que camina en Madrid eleva a Dios una oración de gratitud». El Espíritu Santo, indicaba, «sigue soplando y sigue suscitando vocaciones al servicio, al amor concreto y al Evangelio que se hace carne».
La vocación al diaconado, ha afirmado, «es una invitación a poneros al servicio de todos, y muy especialmente de los más pobres y olvidados, los que se sienten lejos o los que nunca han entrado en una iglesia». Una llamada que «os pilla bastante entrenados: la vida matrimonial, la familia y el trabajo han sido vuestro taller», ha reconocido ante amigos, hijos y esposas de los ordenandos: Tamara, de Roberto; Sonia, de Alberto; y Mercedes, de Miguel Ángel.
Los hogares son y seguirán siendo, ha comentado el cardenal Cobo, «la primera escuela de amor», esa iglesia doméstica «donde todos aprendemos a lavar los pies en silencio».
La Paz del Resucitado
El arzobispo de Madrid se ha referido al saludo pascual del Resucitado, ofreciendo su paz, una paz al servicio de la cual nació el diaconado. Jesús daba la paz y mostraba sus llagas, «para que sea a través de la fragilidad donde lo descubramos». En este punto, el cardenal Cobo ha afirmado que los diáconos son enviados a «dar esa paz sin descuidar el cuidado de la liturgia y los sacramentos». «Eso es lo que yo os pido a vosotros por encima de todo, eso y que viváis y nos ayudéis a vivir la pertenencia a esta Iglesia diocesana como un regalo precioso que consolida nuestros vínculos y nos hace más fraternos».
El Concilio Vaticano II, ha recordado el arzobispo, recuperó el ministerio del diaconado permanente «porque hoy más que nunca la Iglesia necesita servidores con los pies en la tierra, con experiencia de vida familiar, con sabor a oficina, a barrio y a parroquia». Es, ha apuntado, «una vocación antigua para tiempos nuevos» y «vosotros estáis llamados a ser testigos creíbles de que el Evangelio puede vivirse en medio de lo cotidiano en el estilo del servicio».
Asimismo, ha subrayado que «los diáconos no son ordenados para el sacerdocio, sino para el servicio; sirven en la liturgia, en la Palabra y en la caridad», y esto, «es el corazón mismo de la Iglesia, porque una Iglesia que no sirve, no sirve para lo que ha sido enviada».
«Si no se vive la dimensión del servicio, todo ministerio se vacía por dentro y poco a poco se vuelve mundano», ha recalcado. Un servicio al mundo y también unos a otros. «Cultivad la amistad con Cristo», los ha animado, «rezad, escuchad la Palabra y no olvidéis nunca el rostro de los que sufren». «Hoy, mediante este sacramento, os unís un poco más a este Jesucristo a través de la Iglesia de Madrid». Y «no como curas de segunda, ni como monaguillos de lujo, sino como servidores plenos».
Invitación a dar un sí
Unidad y permanencia en el amor de Dios han sido otros de los llamados del cardenal Cobo, que se ha referido a la vid y los sarmientos, y ha subrayado que «separados de Jesús no somos nada». «Nos os desconectéis de la Iglesia ni de Jesucristo —ha apostillado—, no viváis el ministerio en solitario ni encapsulados en grupos cálidos». Porque solo «conectados a Cristo y a la comunidad, daréis fruto».
Tras la homilía llegaba el momento propiamente dicho de la ordenación, con la imposición de las manos del obispo y la plegaria de ordenación. «Envía sobre ellos, Señor, el Espíritu Santo, para que, fortalecidos con tu gracia de los siete dones, desempeñen con fidelidad el ministerio», cantaba el cardenal Cobo.
Ya finalizada la Eucaristía, y antes de la salida jubilosa a la plaza de la catedral, donde les esperaban familiares y amigos, el cardenal hacía una invitación a todos los congregados en el templo. «Hoy también es un día precioso para decir sí al Señor, decir sí al plan de Dios que tiene sobre nosotros».
Con Albrto, Miguel Ángel y Roberto son ya 55 los diáconos permanentes con los que cuenta a diócesis de Madrid. Sus otros dos compañeros de Curso, Willy Vargas y Alejandro de la Concha, fueron ordenados en febrero en Roma durante el Jubileo de los Diáconos.