Hay una página del Evangelio que, cada vez que la leo y medito, provoca en mí un deseo de dar un abrazo con todo mi ser a esa gran novedad que es y nos presenta Jesucristo. Sigue siendo toda una revolución, que suscita dentro de nosotros mismos un cambio radical en la mirada que tenemos sobre los hombres y que nos ofrece un nuevo sistema de valores para relacionarnos entre nosotros.
|