Hoy se dan dos situaciones extremas: una espiritualidad que aísla de la realidad, pues está orientada a lo que yo llamaría el confort espiritual, desentendiéndose del mundo, y, en el otro extremo, un activismo o compromiso que nos lanza a un trabajo por una sociedad más justa, pero olvida el compromiso interior, revierte hacia lo exterior y llega un momento que seca mi vida y la deja sin sentido. [...] La luz verdadera viene y permanece cuando se dan esas dos categorías que unifican a la persona: la espiritualidad y el compromiso.
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