Homilías

Domingo, 31 diciembre 2023 19:02

Homilía del cardenal Cobo en la festividad de la Sagrada Familia. (31-12-2023)

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Queridos amigo, gracias por estar aquí y sed bienvenidos a esta catedral, donde María, la Virgen de la Almudena, pone casa para todos los que queremos venir. Qué mejor lugar que terminar el año aquí, juntos de distintas vicarías, de distintos lugares, pero juntos en la catedral y en este día de la Sagrada Familia.

1.- En la familia, cuando podemos decir y valorar lo que tenemos es una experiencia onda y profunda. La familia es la escuela para aprender a vivir. Lo valoramos si lo tenemos y lo echamos en falta si no se tiene. En ella aprendemos el sentido del amor. Es lugar para aprender y sembrar el valor de la comunión, del servicio, la defensa de la dignidad humana y de la libertad, así como la conciencia de ser hijos y hermanos. La familia nos enseña a valorar lo que realmente merece la pena.

2.- Vivimos en una encrucijada complicada: hay nuevas formas de entender a las personas. Hay, dicen, nuevas antropologías que ya no se sustentan por los valores que recibimos de nuestros padres y de Jesús de Nazaret, son antropologías que muchas veces quieren deconstruir esta visión nuestra del ser humano, que se basa en saber que somos creados por un Dios que es comunidad y que quiso tener familia, y que es amor hecho carne.

Pero a pesar de todo no olvidamos que hay un consenso - de esos pocos que son posibles ahora ya, cuando las opiniones están tan fragmentadas - según el cual, sería terrible si renunciáramos, si perdiéramos esta institución llamada familia. 

Y es que todos tenemos una necesidad de relaciones cercanas, relaciones fiables que no están mediatizadas por el interés económico. Necesitan un lugar en el que nos sintamos acogidos, del que nos sintamos acompañados, perdonados y respaldados en todo momento. A todos nos hace falta un hogar familiar. Un hogar que es mucho más que un espacio para vivir «como en un hotel», como dicen muchas madres.

Sabemos que cada familia es un mundo. Pero cada familia es necesaria . El apoyo de una buena familia es crítico, y no solamente en el momento de nuestros años de niños y del primer crecimiento, sino también cuando las cosas van mal por tantas cosas. Entonces se vuelve muchas veces a casa,  a recibir apoyo familiar para poder superar las dificultades y los fracasos de la vida e intentarlo de nuevo.

En el Evangelio de hoy la familia de Nazaret se pone en camino hacia el templo. Juntos José, María y el Niño emprenden una peregrinación para agradecer el nacimiento de Jesús. Ellos saben reconocer que Dios está en el centro de su vida y que es Dios el que ha configurado su familia.

Ellos caminan, pero no lo hacen solos. Van con otras familias, pues la fe les hace ir con otros a dar gracias a Dios. De repente la fe les hace formar parte de otra gran peregrinación que no aísla a su familia, sino que las hace formar parte de un proyecto mucho más grande.

Un anciano, Simeón, hombre de esperanza es capaz de reconocer, entre otras que llegan a él todos los días, al mismo Mesías en el corazón de esta familia. Tiene una mirada especial. Él sabe que Dios cumple sus promesas y que en cualquier momento hablará. Lo que no sabía es que un día cualquiera, entre las mil familias que bendecía, una entre ellas, era la del esperado. Jesús no venía con indicaciones especiales, no tenía rasgos que lo evidenciaran, pero la mirada de fe entrenada en lo cotidiano le ayudó a reconocerlo entre su pueblo.

Simeón reconoce a Cristo porque había sido entrenado al reconocer a Dios en cada familia que llegaba. Él bendecía a Dios por los que llegaban y era capaz de ver a Dios en cuantos llegan a pedir ofrecer su vida a Dios y pedir su bendición.

Pero no solo reconoce al Mesías en la familia, sino que también es capaz de ver que Dios hace procesos y cumple su promesa de forma inaudita. Descubre que el plan de Dios supone tarea y camino por andar. Un camino que es de salvación para el pueblo, y se realiza entre espadas y dolores, pero descubre que cuando Dios nace, es capaz de crecer entre las dificultades. Como sucedía en aquella familia de Nazaret.

Necesitamos los ojos de Simeón en medio de nuestro mundo para descubrir a Cristo en medio de las familias y para aprender a ver cómo el plan de Dios va creciendo en su Iglesia también desde las familias y la unión de nuestras familias. Aprender a ver no solo que las cosas van mal, sino aprender a ver, como hizo Simeón que Dios crece entre nosotros y nuestras familias. No lo olvidemos.

¿Y cómo podemos entrenar para tener nuestros ojos como los de Simeón?             

Si en nuestro mundo queremos recuperar el atractivo de la familia y anunciar a nuestros vecinos la maravilla que esconde y la buena noticia que proclama tendremos que:

1.-- poner a Dios en el centro y no a nuestras pobres miradas o expectativas. Así le sabremos reconocer en la familia.  

Poner a Dios en el centro es proponer el amor del matrimonio como luz y buena noticia. Esto no es teórico sino en la vida de cada una de ellas. Lo que la gente desea es amar, no solo busca parejas útiles o de conveniencia. Nosotros para cada hombre y mujer podemos proponer el amor por medio de Dios, un amor deseado, unido a la creación y a la sociedad. Es un amor pleno que muchos desean y están esperando que se les anuncie con fe entre otro bosque de propuestas. ¿No es precioso anunciar el amor de las familias que aquí estáis, el amor de Dios hecho carne?

El amor de Dios nos pone en el disparadero de mostrar un amor especial. En un mundo que lo que busca son las relaciones regladas, lo que está todo judicializado, nosotros proponemos la complementariedad a través del amor. Esta es la propuesta de la Iglesia.

Familias: en cada una de vosotras Jesús se aloja, crece y se queda siempre.  ¡Descubridlo! Esta es la belleza de la familia: proponer la presencia de Jesucristo.

Y para recuperar este atractivo debemos de dejar crispaciones y guerras ideológicas, y dejar de gastar fuerzas en condenar o maldecir, para dedicarnos a proponer esta maravilla que es la familia y la unidad de las familias que, como la de Maria y José, caminan en la Iglesia.

Cuando hay grupos de familias inmediatamente hay vida, diversidad y comunidad. Las familias son el mejor activo que alienta el cambio social que necesitamos. ¡Contad esta buena noticia!

Necesitamos comunicar la buena noticia de la familia por medio vuestro .

2.- Descubrir que Dios nos salva y nos libera cuando aprendemos a descubrirle en los procesos y proyectos en los que Él va creciendo . Desde ahí está gestando la salvación .

Simeón lo vio. El plan de Dios no pasa solo por el templo sino por cada familia. La Iglesia vive gracias a la vida de vuestras familias.

Necesitamos en nuestras parroquias y grupos alentar una espiritualidad familiar, que cuide los vínculos y que haga del cuidado un signo de identificación.

Os invito a cuidar la espiritualidad en cada familia, en las parroquias y movimientos. Es la mejor manera de aprender a ver el paso de Dios y de ser instrumentos de su plan de salvación.

Construir la espiritualidad de la familia, no como algo que ya nos viene dado, sino como algo que hay que edificar como iglesia doméstica en cada hogar. Eso nos llevará a vivir los buenos y malos momentos. Y afrontar las crisis no desde el conflicto sino desde el amor, poniéndose en los zapatos del otro, desde el perdón o desde el aprender a reírse juntos y ser felices haciendo felices a los otros. Esa es la vía de la espiritualidad.  

3.-Tenemos la misión de acompañar y cuidar unas familias de otras para hacer la familia de la Iglesia diocesana.

La  peregrinación de seguir agrupando a las familias en cada parroquia, en cada comunidad. No dejéis de crear lazos entre las familias creyentes. Dedicar tiempo a la familia y a otras familias. Tenemos la misión de ser motor de anuncio y de cambio y de cuidado. Esta es la revolución que nos propone el Señor, esta es la capacidad que tenemos. ¡Dejad que Dios fluya a través de vosotros!

Pongámonos juntos en marcha, como lo vamos a hacer con este icono. Una experiencia de oración y peregrinación en la que cada una de vuestras familias se va a convertir en un eslabón de una muestra de espiritualidad que diga que la familia es una buena propuesta. Una experiencia común para rezar unos por otros y para cuidar unas familias a otras. Y esa es nuestra propuesta para nuestro mundo: rezar en cada familia, que cada vez que se reúne también es la imagen viva de la Iglesia.

Cada familia dice algo de Dios. Es el amor su vinculo  y por eso nos enseña como es Dios.

Gracias Señor por las sagradas familias que tenemos  porque dan vida y nos enseñan a ser como somos .

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