Jueves, 10 septiembre 2015 11:43

Monseñor Carlos Osoro, Arzobispo de Madrid: “Santa Teresa vive en la alegría del Evangelio”

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El pasado 4 de agosto, el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, impartió la conferencia "Santa Teresa vive en la alegría del Evangelio" dentro del curso de verano de Teología de la Universidad Católica San Vicente Mártir de Valencia que, con el tema "Santa Teresa hoy", se desarrolló en el Seminario de Monte Corbán de Santander. A coninuación publicamos el texto de su intervención:

El retrato de santa Teresa de Jesús que vive la alegría del Evangelio es esa apuesta de una manera de ser y de entender la vida que nos entrega Teresa de Jesús. Ella vive una experiencia de la grandeza de Dios y del misterio del hombre, profundamente. Y lo vive con una pasión: que es mostrar a Cristo, verdadero rostro del amor, darle a conocer, a ver; y no teóricamente, sino con su propia vida. Por eso, santa Teresa de Jesús nos regala, en este retrato y en esa alegría vivida del Evangelio, la grandeza de Dios y el misterio del hombre, y hace una apuesta que podríamos traducir por esa expresión tan utilizada por ella: andar en verdad. Esta es una gran apuesta, y es en la que yo me voy a detener, utilizando algunos textos de un trabajo que hice hace años sobre santa Teresa y que, modificando algunos aspectos, voy a mostrar.

En Jesucristo, santa Teresa encuentra o nos descubre su propio misterio: el misterio cristiano revela el destino del hombre, el hombre nuevo según Cristo es el hombre redimido que participa de la vida de Dios, que ha sido alcanzado por la misericordia vivida. Y, al final del castillo interior, santa Teresa de Jesús, después de hablar de la grandeza de Dios, se detiene en el misterio del hombre y en el aprecio que se le debe tener como criatura hecha a imagen de Dios.

Entendió que debía situarse ante Él como criatura suya, en una postura receptiva y de pobreza. Como no está en el hombre la raíz de su existencia, no se pertenece. Esto es precioso. La raíz de su existencia no está en el hombre; por tanto, no se pertenece. La experiencia de criaturidad fue algo profundo y permanente en la santa, vinculado a la misma experiencia de Dios. El ser criatura y experiencia de Dios y oración está tan unido que no es posible separarlo en Teresa de Jesús.

Esto se resume en un poema maravilloso de Teresa de Jesús:

“Alma, buscarte has en Mí,
y a Mí buscarme has en ti.

De tal suerte pudo amor,
alma, en mí te retratar,
que ningún sabio pintor
supiera con tal primor
tal imagen estampar.

Fuiste por amor criada
hermosa, bella, y así
en mis entrañas pintada,
si te perdieres, mi amada,
Alma, buscarte has en Mí”.

Me parece que es el imperativo más grande que tenemos en estos momentos. La Iglesia también, como dadora de sentido del ser humano.

Que yo sé que te hallarás
En mi pecho retratada,
y tan al vivo sacada,
que si te ves te holgarás,
viéndote tan bien pintada.

Y si acaso no supieres
dónde me hallarás a Mí,
No andes de aquí para allí,
sino, si hallarme quisieres,
a Mí buscarme has en ti”.

En el corazón del ser humano, ahí está tu imagen; búscate...

Porque tú eres mi aposento,
eres mi casa y morada,
y así llamo en cualquier tiempo,
si hallo en tu pensamiento
estar la puerta cerrada.

Fuera de ti no hay buscarme,
porque para hallarme a Mí,
bastará sólo llamarme,
que a ti iré sin tardarme
y a Mí buscarme has en ti”.

Después de hacer esta introducción, voy a dar cuatro pasos. “Santa Teresa vive en la alegría del Evangelio”. Un fundamento tiene ya: en primer lugar, andar en verdad para conocer el misterio del hombre. Otro es un punto de partida que tiene Teresa de Jesús: el hombre es llamado a la existencia. Tercero, voy a intentar haceros ver una doble experiencia: el hombre no es un solitario ante Dios, ha de vivir la solidaridad con los hombres; y, por otra parte, el ser humano tiene que conocer sus propios límites. Y, por último, ella vive con la seguridad de la certeza de su destino, ella sabe para qué está aquí. Lo que digo yo: esa gran enfermedad de las tres ‘des’, que padecemos los hombres en estos momentos, y que son desdibujamiento, desencanto y desorientación.

Andar en verdad, un fundamento para conocer el misterio del hombre. Andar en verdad fue la pasión por excelencia de santa Teresa de Jesús, algo con lo que vivamente se encontró metido en las entrañas y que fue creciendo en progresiva celebración conforme avanzaba en el camino de oración, en el diálogo con Dios. Esa fue una pasión: cuando empieza a hablar de la oración, lo primero que recuerda a los lectores es el amor, el cultivo de la verdad, porque solo en la verdad y con la verdad se puede tener acceso al mundo de la oración. No sería forzar mucho el pensamiento de santa Teresa si estableciésemos la equivalencia entre andar en verdad y darse a la práctica de oración. No habría problema. De todas modos, no se le debe presentar muy creíble la oración de quien no la afronta desde el andar en la verdad cuando prefiere verlo sin oración. Por eso, santa Teresa, en el Libro de la vida, dice una expresión preciosa: espíritu que no vaya comenzando en verdad, yo más le querría sin oración.

La amistad, la oración, es eso: amistad. Así lo define ella. Sólo se fragua a la luz de la verdad; sobre esta verdadera luz, asienta bien la oración. Sin este cimiento fuerte, todo edificio va falso. Así nos lo dice en Camino de perfección. La verdad tiene que andar en nuestros corazones por la oración, por el trato de amistad con quien sabemos que nos ama y que nos quiere. La verdad-oración o la oración-verdad, causa-efecto o efecto-causa, uno y otro enfoque se advierten en santa Teresa. Quiero dejar constancia de ello sin detenerme mucho más, pero es menos importante saber dónde empieza la rueda y mucho más saber que avanza toda ella y hace avanzar cuando estamos en esta dinámica. La verdad es una disposición y una consecuencia de la oración. Yo vivo en verdad en la medida en que dialogo con la verdad. Si no, aquel refrán castellano, “dime con quién andas y te diré quién eres”, se hace verdad en esto. Mucha verdad. Lo podríamos relatar, e incluso hacer una biografía.

La verdad es una disposición, es una consecuencia de la amistad con Dios. Bajo cualquier aspecto se presenta como grueso cauce que recoge la voluntad de ser del hombre. Nada hay abstracto y frío en la vida, mensaje de Teresa de Jesús, ni nada que se parezca a un juego dialéctico; todo arranca de la vida y lleva al calor de la vida, que es Cristo mismo. Y a la vida se refiere: lo que cuenta es la persona, y la persona no se compone por partes hasta sumar un todo; se le puede mirar desde distintos ángulos, pero es una única. Pero es siempre la persona, en indestructible unidad. La persona, además, no está sola; es, y no solo tiene una red de vinculaciones y relaciones. La persona, en Teresa de Jesús, se descubre cada vez más como relación, y la relación es más abundante y profunda con los demás cuanto más o mayor es la relación con la verdad misma, que es Dios.

Dios y los demás seres. Hacerse será definir vitalmente su ser relacional. ¿Qué es hacerse, qué es construirse? Pues definir vitalmente cómo es mi relación con los demás y, por supuesto, con Dios. Dios y los demás seres: el hombre es, será, lo que es su relación. Esto es fundamental en Teresa de Jesús: lo que es la relación será el hombre, como principio y destino, y presencia que nos vive y aguarda en el centro y en lo hondo. Andar en verdad es, además, vivir con las criaturas, pero sobrepasándolas, sacándonos de su finitud y de la contingencia, y experimentando el sabor de eternidad. Andar en verdad nos exige vivir las relaciones con los seres, pasando por ellos, lanzándonos a la búsqueda de quien nos sustenta. Hoy lo vivo y lo experimento con mucha más certeza. Por eso, no podemos engañar a nadie; nuestra cercanía a los demás tiene que ser primero para que andemos en verdad nosotros y para ayudar a andar en verdad.

De este modo, tenemos, por tanto, los dos extremos sobre los que se monta el andar en verdad en Teresa de Jesús: los dos puntos del arco de la existencia humana que hacen, de la aprensión de la Verdad, una actitud, una manera de ser. La Verdad, cumplimiento de todas las verdades, nos dice en el Libro de su vida, y las verdades –que somos nosotros- que dependemos de esta verdad. Y la verdad, dice Teresa de Jesús, se traduce en humildad, en el único modo de seguir siendo. No son extremos que se excluyen ni se enfrentan al hombre; ser, para el ser humano, es saber estar construyendo y celando nuestra unidad interior, vaciándonos de lo que somos e ignorando lo que de verdad no somos.

En Teresa de Jesús, los pasos se acercan. Recordemos, en primer lugar, que la visión de Dios y del hombre, de todo lo creado, están implicadas, indisolublemente unidas. Visión de ser en su rica y múltiple variedad, la luz contemplada desentraña el misterio.

Cuando a Santa Teresa de Jesús se le muestra una visión intelectual, que el Dios solo es verdad, se le aparece también en toda la magnitud y en toda la grandiosidad la extrema y menesterosa situación del hombre. La verdad y la mentira adquieren aspectos personales. La verdad es Dios y la mentira se incrusta en el ser del hombre hasta el punto de hacerlo mentiroso, y de negar que no se puede sustentar a sí mismo. El hombre es mentira solo porque ha nacido, tiene un origen, tiene una imagen, un retrato...

También Santa Teresa, con mucha fuerza en Las moradas, nos dice cosas como esta: “dase bien a entender lo que dice David en un salmo, que todo hombre es mentiroso”. Y tiene esa tentación al no referirse a Dios, ¿no?

El contraste entre Dios y el hombre es abierto y frontal. Contraste de ser, que se traduce en voluntad. En el Castillo Interior dice santa Teresa esta expresión: “Cuán diferente se inclina nuestra voluntad a lo que es la voluntad de Dios”. Ella quiere que queramos la verdad, nosotros queremos la mentira. Ella quiere que queramos lo eterno, y aquí nos inclinamos a lo que se acaba. Quiere que queramos cosas grandes y subidas, y aquí queremos bajas y de tierra. Y añade, en el Libro de la vida: “no somos contrarios, amando y queriendo lo que hemos de aborrecer”. Nosotros hacemos eso.

El contraste entre Dios y el hombre es moral, de actitud y comportamiento. Polarizan dos extremos: la voluntad de Dios y la del hombre. Hay que volver cordialmente a la verdad , y esta es una gran tarea que tenemos, un fundamento: andar en verdad.

No es que la doctora mística no alcance a ver y expresar la verdad metafísica del hombre, pero sin embargo el hombre, dice ella, solamente es lo que recibe en depósito de Dios. Somos verdad, imagen de la verdad, pero esta verdad metafísica la traduce rápidamente a nivel moral: lo que el hombre es metafísicamente, tiene que serlo moralmente. Lo que es o lo que se es flexiona en lo que se tiene que ser. Por eso, ella insinúa siempre el carácter dinámico y operativo de la verdad como cauce del ser nuevo, de la novedad que hay que dar. Hay que andar en la verdad, y la verdad no se estable, está ya; la verdad es el camino, y hay un camino, que es Cristo.

“Para conformarnos con nuestro Dios y esposo en algo, será bien”, dice ella, “que estudiemos mucho de andar en verdad”. Nos lo dice en Las Moradas.

Y, permitidme que en este sentido, os lea un poema precioso:

“Ya toda me entregué y di,
y de tal suerte he trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.

Cuando el dulce Cazador
me tiró y dejó herida,
en los brazos del amor
mi alma quedó rendida;
y, cobrando nueva vida,
de tal manera he trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.

Hirióme con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedó hecha
una con su Criador;
Ya yo no quiero otro amor,
pues a mi Dios me he entregado,
y mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado”.

Y termina en otro poema, que es una maravilla:

“¡Oh hermosura que excedéis
a todas las hermosuras!
Sin herir dolor hacéis,
y sin dolor deshacéis,
el amor de las criaturas.

Oh ñudo que así juntáis
dos cosas tan desiguales,
no sé por qué os desatáis,
pues atado fuerza dais
a tener por bien los males.

Juntáis quien no tiene ser
con el Ser que no se acaba;
sin acabar acabáis,
sin tener que amar amáis,
engrandecéis nuestra nada”.

Una preciosidad el andar en verdad.

Un fundamento, un punto de partida: El hombre es llamado a la existencia. Ver que Dios es la suma verdad, que se nos manifiesta en Cristo, comporta una traducción inmediata en la línea de conducta, en la línea de la manera de estar en el mundo y en la vida. Por eso, santa Teresa es muy práctica: no es una teórica, te cambia la vida. Por eso, dice ella, “entendí el gran bien que hay en no hacer caso de cosa que no sea para llegarnos más a Dios, y así entendí qué cosas andar un alma en verdad”.

Un punto de partida, el hombre es llamado a la existencia. Es un articulo que escribí hace tiempo sobre cómo santa Teresa descubre su misterio. La actitud del hombre ha de ser la de una humilde respuesta, la de la Virgen María que dijo “aquí estoy, Señor, hágase en mí según tu palabra”. En el fondo, como es llamado a la existencia, tendríamos que decirle al Señor: “heme aquí, hágase en mí”.

Teresa sabe, por su propia vida, que el hombre es tardo en darse.

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