Catequesis

Lunes, 08 marzo 2021 14:24

Noche de los Testigos (04-03-2021)

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Querido don Antonio. Querido don Javier. Querido y estimado don Jesús, asistente eclesiástico. Hermanos y hermanas todos.

Un saludo muy especial a quienes habéis dado vuestro testimonio. Ese testimonio que nace de una experiencia vivida como testigos de nuestro Señor en los diversos lugares de donde provenís. El testimonio que has querido darnos de fe, de la grandeza que tiene para nosotros la fe en el Señor, desde Irak, querido hermano, padre Naim. El testimonio que has querido dar desde África también, como laico cristiano, desde ese compromiso sincero de tu fe, Colin Williams: gracias de corazón. Y el testimonio que acabas de entregarnos a todos nosotros, de una manera especial, vivida también ahora mismo, aquí, en España, como misionero: gracias, padre Robertus.

Yo quisiera deciros sencillamente tres palabras. Tres palabras que quizá son las que pueden ayudarnos a nosotros a descubrir también lo que supone la Ayuda a la Iglesia Necesitada, que es la que nos convoca aquí a nosotros esta noche en este encuentro de oración. Para nosotros, estas tres palabras serían: levántate, la primera palabra. La que le dice en sueños Dios a san José. La segunda palabra para nosotros tiene una importancia especial: no temas. Y la tercera palabra: despierta. Tres palabras que tienen un contenido singular en nuestra vida. Levántate. No temas. Despierta.

Me detengo por un momento en la primera palabra, que es la que Dios le dirige a san José. Y es la que Dios nos quiere dirigir a nosotros en estos momentos también de nuestra vida. Levántate. Pero no de cualquier manera. Ha sido el testimonio que nos has dado, querido padre Naim. Ha sido precioso. Tú te levantaste. Y saliste con la cruz, el rosario y la imagen de la Virgen. Eso hizo san José, queridos hermanos. Ya con ese Jesús recién nacido estaba presente la cruz, la redención a todos los hombres. Estaba todo el misterio del rosario. El recorrido de los misterios del rosario es el recorrido de la vida misma de Jesús. En esos misterios gloriosos, dolorosos, gozosos, luminosos; en ese recorrido, está todo el misterio de Jesús. Levántate. Gracias por tu testimonio, padre Naim. Saliste de Irak con la cruz, con el rosario, con la imagen de la Virgen.

Queridos hermanos. Levántate se nos dice a nosotros también hoy a través de esta maravillosa obra que realiza Ayuda a la Iglesia Necesitada aquí en España. Levántate. Levántate también, y comprométete con aquellos que más están sufriendo. Con aquellos hermanos nuestros que, en lugares diferentes de este mundo, en geografías muy diversas, han sido capaces también de tomar, como san José, a Jesús crucificado. Han sido capaces de vivir en propia carne los misterios de Jesús, de diversas maneras: ha habido dolor, ha habido gozo por ser fieles a Dios, ha habido resurrección porque aparecían horizontes también nuevos para la vida.

En segundo lugar, no solamente está esta palabra, levántate, que se nos dice a nosotros. Está también esa otra: no temas. Es la que le dice el ángel del Señor cuando se parece en sueños a José: no temas. Dios está a tu lado. Dios está de nuestra parte. Dios está con nosotros. Dios nos regala su amor. Dios nos hace valientes en circunstancias muy diversas. Lo estamos viendo en las diferentes situaciones que hace un instante se nos relataban, en África. Pero lo estamos viendo en otros lugares de la tierra. Dios sigue haciéndonos a nosotros capaces de no vivir en el temor, sino de vivir en la esperanza. La esperanza en Dios, en las diversas realidades que viven cristianos en muchas partes de la tierra. Señor, que nunca temamos. Quizá nosotros, en España, en Europa, nos quejamos fácilmente de dificultades. Y, sin embargo, son pocas comparadas con las que tienen otros hermanos nuestros, miembros vivos del pueblo de Dios, en diversas partes de la tierra. Y el Señor también a nosotros nos dice: no temas. No temas. Mantengamos la esperanza en nuestro corazón. Que, ante las diversas situaciones que podamos vivir y vivan muchos cristianos, recemos también por ellos, para que nunca pierdan la esperanza. Que nunca pierdan la adhesión sincera a Jesucristo nuestro Señor.

Levántate. No temas. Y, en tercer lugar, despierta. Queridos hermanos, Ayuda a la Iglesia Necesitada nos despierta a todos nosotros. Esta noche, estos testimonios que se han dado aquí, en la catedral, nos hacen ver lugares, personas distintas, en países muy diferentes, en continentes diversos, donde hay cristianos que sufren. No se les reconoce la libertad que tienen que tener para abrirse a Dios con la originalidad que tiene la apertura que hacemos los discípulos de Cristo. Y, sin embargo, nosotros estamos invitados a devolver bien por mal. Lo nuestro no es hacer mal: lo nuestro es dar la mano; lo nuestro es mirar al otro como hijo de Dios; lo nuestro es dar espacio al que es diferente; lo nuestro es dar la vida para aquellos que estén sufriendo más; lo nuestro es despertar a ese sueño precioso que Jesucristo nuestro Señor, presente en el misterio de la Eucaristía, nos ha regalado cuando aquel le preguntó qué era lo que tenía que hacer: «Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo».

Pues yo quiero daros las gracias, queridos hermanos que trabajáis en esa Ayuda a la Iglesia Necesitada, en lugares tan distintos, porque esta noche, en la presencia de nuestro Señor Jesucristo en el misterio de la Eucaristía, nos habéis invitado, y el Señor nos ha metido en el corazón estas tres aptitudes necesarias para poder anunciar a Jesucristo: levántate, no temas, despierta.

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