Catequesis

Miércoles, 07 septiembre 2022 15:37

Palabras del cardenal Osoro en la vigilia de oración con jóvenes (2-09-2022)

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Queridos jóvenes: gracias por vuestra presencia en este primer día de curso en el que nos juntamos, nos reunimos en la catedral, para hacer esta oración. Gracias de corazón. Habéis tenido diversos encuentros durante este verano, vacaciones… Habéis hecho caminos diversos por lugares muy distintos.

Hoy, el Señor nos reúne. Y en este primer día nos habla y nos llama a vivir la radicalidad en el seguimiento de Jesucristo Nuestro Señor. El Señor nos invita a seguirlo. No nos invita a dejar algo. Nos invita a encontrarnos con Él. Sí. Y hay tres afirmaciones que son radicales, y que el discípulo de Jesús tiene que descubrir, porque son las que nos seducen y nos invitan a vivir la belleza del Evangelio y la fuerza liberadora del mismo. La experiencia de Jesús resucitado no se puede vivir sin haber sido seducidos por la belleza de Jesús y de su Evangelio. Se nos ofrecen muchas cosas en la vida, muchísimas, pero sigue teniendo una fuerza especial la belleza del Evangelio, la radicalidad con la que Jesús nos pide que lo sigamos.

Durante estos días pasados he podido tener una experiencia viva de lo que significa en el mundo entero el seguimiento del Señor. Reunidos todos los cardenales del mundo en Roma, junto al sucesor de Pedro, junto al Papa Francisco, uno ha podido experimentar la seducción que sigue teniendo Jesús, la belleza de su persona, y la fuerza que tiene el Evangelio en la vida de los hombres.

¿Qué es el cristiano? ¿Qué es un cristiano? No sé si os lo habéis preguntado alguna vez. Cuando yo estaba preparando esta catequesis, sí que me lo preguntaba. ¿Qué es un cristiano? A veces, fácilmente aludimos a la respuesta que nos da el Evangelio, que está bien hecha. Pero, es más: el cristiano es aquel que se ha dejado seducir por la belleza de Jesús y por la fuerza liberadora del Evangelio. No ha encontrado a otra persona que le lleve, que le arranque de sus posiciones, tanto como Jesús. Y no ha encontrado ninguna palabra que entre tanto en el corazón del ser humano como la que nos dice Jesús en el Evangelio. Ha sido seducido de tal manera que, aun reconociendo el valor de las realidades humanas, la fuente de la vida para nosotros está en Jesús.

Y esto es lo que yo he querido hacer, queridos amigos, durante… llevo ya 26 años como obispo… En todas las diócesis donde he estado, hacía el mismo esquema que estoy haciendo aquí, en Madrid, para orar: en mi diócesis primera de Orense; en la archidiócesis de Oviedo; en la archidiócesis de Valencia; anteriormente, siendo sacerdote, en mi diócesis de origen, de Santander; y aquí, ahora, en Madrid. Sí.

Fue Dostoyevski el que dijo «la belleza salvará el mundo» en una obra, seguro que alguno la habéis leído, que se titula El idiota. Sí. El príncipe pregunta qué belleza salvará al mundo. Y no hay otra respuesta, queridos amigos, más que esta: Cristo. «No hay otra belleza en el mundo que pueda salvarlo», decía Dostoyevski. Y añadía: «Nada hay más bello, nada hay más profundo, nada hay más compasivo, nada hay más razonable, nada más perfecto que Cristo Nuestro Señor».

Y, al iniciar el curso, nosotros nos reunimos en torno a Nuestro Señor, realmente presente en el misterio de la Eucaristía. Y quisiéramos ir un paso detrás de Aquel que ha enamorado nuestro corazón, y ha enamorado a tantos y tantos hombres y mujeres a través de estos 21 siglos. Nos despierta en el corazón unas posibilidades ignoradas. Queremos ser seguidores de Jesús. Sí. De este Jesús que ha despertado energías nuevas, que nos ha sacado y nos saca de las zonas sombrías de nuestra vida. Mirad: hoy más que nunca. Y se manifiesta realmente en la historia de la humanidad. Cuando esta mañana y esta tarde estaba preparando esta catequesis, y di un repaso a las situaciones que vive nuestro mundo, a las noticias que aparecían en los periódicos, que yo suelo coger todos los días y leerlos. ¿Qué noticias son? Sí: esas noticias nos hacen ser necesitados de poner los ojos en alguien que nos asombre, que nos haga sentir la mediocridad y el aburrimiento insoportable que el ser humano tiene cuando su vida carece de sentido, y se lanza a desechar a los demás, a no importarle los otros, a armar el lío que fuere…

Queridos amigos: Jesús está aquí. Jesús está en la historia de hoy. Jesús ha resucitado. Y Jesús se hace presente a todo ser humano. Es precioso esto. Si os habéis dado cuenta, el Señor hace una serie de afirmaciones que nos es necesario a nosotros el vivirlas y hacérselas vivir a los demás. Si os habéis dado cuenta, hace tres afirmaciones radicales en el Evangelio. Tres afirmaciones absolutas, que se reducen a tres palabras: elegir, seguir y hacer. El Evangelio que hemos proclamado nos invita a vivir y, sobre todo, a expresar con nuestra vida esas afirmaciones tan necesarias.

La primera afirmación la habéis escuchado: nos la dice el Señor con toda claridad. «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre…» Parece una barbaridad esto… ¿Qué quieren decir de verdad estas palabras? ¿Acaso es que Jesús está en contra de la familia? ¿Acaso es que Jesús nos pide que dejemos de lado, y no nos preocupemos por la familia? Eso no es posible. La lengua hebrea carece de comparativos y superlativos, y tiene que valerse de exageraciones para expresar una idea. Lo llamativo es que se ha mantenido esta literalidad: alguien que elige a Jesús como valor absoluto de la vida para todo su quehacer. Para crecer como persona, para crecer en la amistad, para crecer en el amor, para aceptar al otro con todas las consecuencias… Si alguno se viene conmigo y no pospone… Sí. El valor absoluto es Jesús. La referencia última de la existencia humana es Jesús. Y esto es a lo que nos invita el Señor en esta primera oración que hacemos en este mes, cuando estamos comenzando el curso.

La segunda afirmación va en la misma línea: «Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío». Llevar la cruz hace referencia al trance degradante de un condenado a muerte en la cruz. El reo tenía que transportar él mismo la cruz. Llevar la cruz no quiere decir únicamente vivir con serenidad las dificultades y sufrimientos. Llevar la cruz quiere decir seguir el camino de Jesús, el que nos enseñó, afrontando el camino con una confianza absoluta en Él. Es el camino que lleva a la vida.

Seguir. Elegir a Jesús como don absoluto. Seguir el camino de Jesús: es la segunda afirmación. Y la tercera es hacer: hacer el camino de liberación total de Jesús. «El que no renuncie a todos los bienes no puede ser discípulo mío». Camino de liberación. Se trata de una disponibilidad y una libertad interior para seguir a Jesús. El Evangelio es camino de liberación.

Queridos amigos: es una gracia tremenda para nosotros que en el primer día de oración que tenemos en este curso, el Señor nos invite a vivir la radicalidad de su seguimiento. Seguir no es dejar algo: es encontrar a alguien. Y esta noche nos encontramos nosotros con Jesucristo Nuestro Señor. Sí. Por eso lo elegimos. Por eso lo seguimos. Y por eso queremos hacer las cosas como Él las hace y las dice.

Quisiéramos ir un paso detrás de Aquel que nos despierta todas las posibilidades ignoradas que tenemos en nuestra vida. Queridos amigos: necesitamos poner los ojos en alguien que nos asombre; que nos haga salir de la mediocridad, del aburrimiento. Jesús está aquí. Está vivo. Está en la historia. Está presente.

Si os habéis dado cuenta, el Evangelio ha terminado hablándonos de dos comparaciones: del que quiere construir una torre, y del que va a dar una batalla. No se puede actuar por impulsos. El seguimiento de Jesús no es un fenómeno sensible que yo siento. No. No es fruto de la euforia. Exige escuchar la voz interior. El Evangelio de este domingo, que es el que hemos proclamado, nos confronta con Jesús como valor absoluto de nuestra vida.

Os hago estas preguntas, que ahora, en el silencio, podemos responder: ¿Es para mí Jesús valor absoluto de mi vida? ¿Es Jesús el que, en el encuentro con Él, me organiza la dirección de mi vida? ¿Puedo decir que he elegido a Jesús como lo más importante y lo más bello de mi vida? Quizá lo que tendríamos que decirle ahora, de rodillas, es: Señor, que podamos elegirte a ti. Tu eres camino de libertad y de verdadera alegría.

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