Catequesis

Miércoles, 25 mayo 2022 15:27

Palabras del cardenal Osoro en la vigilia de oración por las vocaciones (6-05-2022)

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En esta vigilia que estamos celebrando, esta oración por las vocaciones de especial consagración, han hablado un matrimonio, un religioso, un futuro sacerdote… Esta oración y esta celebración tiene un eslogan: Deja tu huella. Sé testigo. Y tiene, para todos nosotros, algo especial, que nos lo ha enmarcado esta página del Evangelio de san Lucas, el capítulo 24, del encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús. A mí me gustaría esta noche haceros, en primer lugar, una pregunta; en segundo lugar, dar un grito a esta sociedad en la que estamos viviendo; y, en tercer lugar, ser dóciles para aprender a decir al Señor: «quédate con nosotros».

En primer lugar, una pregunta, que es la misma que Jesús les hizo a los discípulos de Emaús: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Estamos en un momento nada fácil de este mundo en el que vivimos. Necesitamos hombres y mujeres que sean capaces de construir la cultura del encuentro; pero construirla con la fuerza de Nuestro Señor Jesucristo. No de cualquier manera. Construir una cultura del encuentro al servicio del Reino de Dios compromete personalmente. No se trata solamente de salir a este mundo, de ver y mirar. No es una cuestión de sentimiento. No solamente es una cuestión de escuchar. No basta con encontrarse, o pasar por personas. Es necesario detenerse en la realidad y comprometernos con los hombres, con las cosas que realmente importan. Porque es verdad: compartimos el camino con los demás; nos apoyamos en la búsqueda, y nosotros en la búsqueda de la Verdad; nos esforzamos por tejer relaciones para hacer una vida juntos. Pero hacen falta hombres y mujeres, laicos, que radicalicen su vida cristiana y se hagan presentes en esta radicalidad en el mundo; consagrados y sacerdotes que sean capaces de hacer una experiencia viva de fraternidad y construir una caravana de solidaridad y de peregrinación por este mundo.

Cada uno de nosotros debe de buscar el lugar donde mejor puede construir la cultura del encuentro. «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?», nos diría Jesús. Porque, nos diría también: yo os veo tristes. No os veo felices. ¿No sabéis lo que ha pasado? ¿No sabéis que Dios ha venido a este mundo y se ha hecho hombre para advertir y decir a los hombres que hay una nueva posibilidad de construir la vida con el amor mismo de Dios? Estáis tristes porque no encontráis salidas, porque hacéis más de lo mismo. Pero seréis felices si sois capaces de ser promotores del encuentro con los hermanos, al estilo y a la manera de Jesucristo, les diría el Señor; a mi modo, dando la vida, regalando el amor.

Nuestras conversaciones. Hoy nos preocupan las situaciones del mundo, las guerras que están a nuestro lado… Todo lo que se comete contra las personas, contra la dignidad del ser humano. Hoy nos preocupa a nosotros todo eso. Es verdad. Pero, ¿qué hacemos? ¿Qué conversación os traéis? ¿Os habéis enterado de que Dios ha venido a este mundo? ¿Y os habéis enterado de que Dios ha querido elegir a personas para que manifiesten su presencia y muestren con su vida el itinerario de Jesús?

La segunda llamada que el Señor hizo a los discípulos de Emaús no fue solamente preguntarles qué conversación, sino decirles: «¡Qué torpes y necios sois para creer!. Os fiais de vosotros mismos, y no os fiais de mí. Os fiais de vuestros proyectos, y no os fiais del proyecto que Dios ha dado. Os fiais de vuestras fuerzas, y a veces camináis por la vida sin contar con Aquel que verdaderamente tiene fuerza y capacidad para hacer obras grandes». Hay que trabajar para hacer posible que el rostro de Jesucristo esté presente. «¡Qué necios y torpes!».

Queridos amigos y hermanos: estamos viviendo en un momento en el que yo creo que… la pandemia que hemos vivido en estos dos últimos años, con signos que aparecen en el universo digital, que todo nos lo hace más cercano… pero no nos lo hace con el calor de la presencia del Señor. Y esto se necesita. Por eso, el relato humanista de Cristo se necesita en este mundo. En esta coyuntura histórica que estamos viviendo. No solamente necesitamos programas económicos, o nuevas recetas contra el virus. Necesitamos vivir, prolongar, manifestar, expresar… no con palabras, sino con vidas enteras, el humanismo, el relato humano de Cristo.

San Pablo VI, al final del Concilio Vaticano II, un 7 de diciembre de 1965, decía: «La religión del Dios que se hizo hombre se ha encontrado con la religión del hombre que se hace Dios». Y, en lugar de condenarlo y execrarlo, el Papa san Pablo VI recurría a otra cosa: al modelo del buen samaritano que había guiado el pensamiento del Concilio; la simpatía por el ser humano y sus logros; la simpatía por sus alegrías y esperanzas; la simpatía por las dudas, y las tristezas, y las angustias que a veces tiene el ser humano. Y decía, y terminaba san Pablo VI, invitando a la humanidad y a los discípulos de Cristo: «No os cerréis. Abríos a la trascendencia. Presentad el nuevo humanismo con vuestras propias vidas, en medio de este mundo».

Y esto es lo que estamos celebrando: la llamada que Dios nos hace a presentar este humanismo. Nos llamará para ser sacerdotes, para ser religiosos o religiosas, para ser laicos con una consagración singular y absoluta, pero en medio de este mundo… Nosotros tenemos que ser capaces de hacer posible este humanismo.

Fijaos que hoy está en marcha una revolución que toca los nudos y la vida de la existencia de los hombres, y nos está exigiendo una creatividad especial a nosotros. ¿Qué significa hoy ser hombre y mujer como personas complementarias llamadas a relacionarse? ¿Qué significa hoy ser hombre o mujer relatando la existencia y la vida de Cristo en medio de este mundo? ¿Qué significa?. «¡Qué necios torpes sois para creer!».

Queridos hermanos, hermanas y queridos amigos: hoy necesitamos salir, o hacer salir, de todas las inseguridades que el ser humano tiene cuando construye la vida desde sí mismo. Y esto significa saltar este mundo, y presentar en este mundo, la radicalidad del Evangelio. Absoluta. Con todas las consecuencias.

Cuando los discípulos de Emaús se dieron cuenta de quién estaba al lado suyo, era Jesús. ¿Os habéis dado cuenta que le dijeron, nos lo ha dicho esta página del Evangelio: «quédate con nosotros, que atardece, que sin ti viene la oscuridad. Quédate, que cuando hay declinación del día, es bueno que estés a nuestro lado. Que nos des tu luz. Que nos des tu vida. Que nos des tu amor». Es una necesidad para todos nosotros.

Os diría que en esta Pascua hay tres acciones que los discípulos de Jesús tenemos que vivir. Y, que en este día de oración por las vocaciones, se nos presentan. Y que se han manifestado en las apariciones que Jesús hace a los discípulos y a las mujeres después de su resurrección. Descubren que la tumba está vacía. Ven. Descubren. Y vieron dos figuras resplandecientes que les dijeron que Jesús había resucitado. Escuchan. No solamente ven: escuchan. Y, en tercer lugar, corren rápidamente a anunciar la noticia a los demás. Anuncian. Yo os diría, en este día, que la conversación del camino que demos, que la torpeza y la necedad en la que a veces estamos, sintamos el gozo de un Jesús que ha resucitado, y que nos apremia. Y que nos dice que hay que cambiar esta tierra. Y que hay que cambiar este mundo. Y que necesitamos hombres y mujeres que se comprometan por vivir la radicalidad del Evangelio.

Ver. El primer anuncio de la resurrección no es una fórmula. No. No es. Ver. La tumba está vacía. Cristo ha resucitado. Cristo da esperanza. Cristo ofrece nuevas relaciones entre los hombres. Miremos la vida. Levantemos los ojos. Descubramos lo que hoy se da en la vida y en el mundo. Aparece la cárcel de la apatía. Aparece la cárcel de encerrarnos en nuestras propias necesidades, de acomodarnos a lo que viene. Sin embargo: ver. Cristo no está en la tumba. Vive. Jesús quiere darnos unos ojos diferentes. Quiere encender en nuestra vista, y dar esperanza, y quitar miedos, y quitar dolor. Quiere Jesús hacer esto para todos los hombres. ¡Qué maravilla!

Pero los discípulos de Jesús, y aquellas mujeres, escuchan. No solamente ven que Cristo ya no está allí, y que les dicen que ha resucitado. Escuchan. «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?» ¿Por qué vuestros proyectos son de tierra para bajo? ¿Y por qué no nacen los proyectos, y la forma de entender el ser humano, desde Dios?. ¿Os imagináis a los discípulos de Cristo construyendo guerra entre nosotros, como las que estamos viendo por ahí?. ¿Os imagináis a los discípulos de Cristo matando de hambre a la gente?. Escuchan: «No está aquí. Ha resucitado». No busquéis entre los muertos al que vive. Tened la valentía de salir a anunciar a este que vive. Y no tengamos miedo de buscarlo en el rostro de los hermanos que nos rodean.

Ver. Escuchar. Anunciar. Esto es lo que hicieron las mujeres y los discípulos. Vieron. Escucharon: «¡Ha resucitado!». Y se fueron a anunciar. Anuncian la alegría de la resurrección. La Pascua no acontece para consolar íntimamente al que llora la muerte de Jesús. La Pascua es para salir y abrir de par en par el corazón al anuncio del Evangelio, a la victoria de Dios sobre el mal. Y eso está pidiendo personas, hombres y mujeres. Hombres y mujeres que no regresan al sepulcro. Siempre al mismo sitio. No. El sepulcro está vacío. Ellas lo han visto. Y ellos. Y han escuchado que Cristo ha resucitado. Y se ponen a anunciarlo.

Queridos amigos: ¡Qué hermosa y qué bella es la Iglesia que corre de esta manera por el mundo sin miedos, sin estrategias, sin oportunismos, llevando la alegría del Evangelio! Y qué maravilla cuando hay hombres y mujeres que dicen: esto es lo mío, esto es para mí y no quiero otra cosa, me basta. A esto somos llamados.

Por eso, esta noche, como los discípulos de Emaús le decimos al Señor: «Quédate con nosotros, Señor. Necesitamos tu luz. Necesitamos tu presencia. Y necesitamos que Tú nos digas lo que tenemos que hacer».

Cristo ha resucitado. Y a nosotros el Señor nos invita y nos pide que resucitemos con Él. Sí. Por eso, para nosotros, esta página del Evangelio es una página de compromiso. ¿Qué conversación lleváis? ¿Sois necios y torpes para creer? ¿Pero tenéis dudas? ¿Tenéis duds? ¿Pero es que hay alguien que puede hacer las cosas tan maravillosamente para construir este mundo, para poner en camino al mundo y a los hombres, un camino de renovación y de vida?. ¿Hay alguien más que Jesucristo?

Señor: quédate con nosotros. Y enséñanos a descubrir lo que Tú quieras que cada uno de nosotros hagamos y vivamos.

Que el Señor nos bendiga.

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