Homilías

Jueves, 09 febrero 2023 15:07

Homilía del cardenal Osoro en la Jornada de la Vida Consagrada (2-02-2023)

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Querido vicario general. Queridos vicarios episcopales, especialmente hoy querido vicario para la Vida Consagrada, padre Elías Royón. Querido obispo auxiliar, don José. Hermanos todos, sacerdotes que os habéis querido hacer presentes en este día de la Vida Consagrada.

Queridos hermanos y hermanas. En el día en que celebramos la Jornada de la Vida Consagrada, en este año 2023, nos volvemos a reunir en la catedral de Madrid para celebrar la Eucaristía y para poder dar gracias a Dios renovando nuestro compromiso con agradecimiento al Señor por esta llamada a la consagración de nuestra vida al servicio de un carisma, dando la vida en la misión de la Iglesia desde una congregación o instituto religioso. Hoy pedimos al Señor, unidos a toda la Iglesia universal, para que el deseo universal de esta Jornada Mundial de la Vida Consagrada lo hagamos vida: Caminando en esperanza.

La Palabra de Dios que hemos proclamado nos invita a hacerlo con alegría, con la fuerza del Espíritu Santo, y en estos momentos de la historia que estamos viviendo. El profeta Malaquías ha sido claro. Nos invita a descubrir que nuestra consagración, realizada en una familia religiosa, es fruto de una llamada; una respuesta dada por cada uno de nosotros; y, ciertamente, se ha expresado como una gracia para cada uno de nosotros: «Mirad. Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí». Como veis y escucháis, ¡qué hondura alcanza nuestra vida sintiendo que hemos sido llamados para ser enviados como mensajeros, y preparar un camino de esperanza para los hombres a través del carisma en el cual ha querido el Señor que viviésemos nuestra consagración! Queridos hermanos y hermanas: hemos sido llamados y enviados para vivir, expresar y comunicar el amor de Dios a través de una familia. Para dar, comunicar y vivir la esperanza.

El amor es ocuparse del otro. Es preocuparse por el otro. El amor es éxtasis. Pero no en el sentido de arrebato momentáneo, sino como un camino permanente. Como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia una liberación en la entrega del sí y, precisamente, de este modo, hacia el encuentro consigo mismo; más aún, hacia el descubrimiento de Dios. Como nos dice el Señor, «el que pretenda guardar su vida la perderá, pero el que la pierda por mí la recobrará».

¿Cómo se realiza esto? ¿Qué medios utilizó el Señor para hacernos una llamada y para vivir caminando en esperanza? Los mismos con los que llamó a Simeón y a la profetisa Ana: el encuentro con Jesucristo. Sí. El encuentro con Jesucristo. Un día os encontrasteis con Jesucristo y entrasteis a formar parte de una familia religiosa, o de un instituto, que da rostro a Cristo con obras y palabras. Lo habéis escuchado, y lo podéis volver a meditar en el texto del evangelio de Lucas, en el capítulo 2. Cuando Jesús iba a ser presentado en el templo, allí, un hombre y una mujer, Simeón y Ana, de formas diferentes, se encuentran con el Señor. Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios por haberse encontrado con Jesús. Vio al Salvador que se había hecho presente en este mundo, que había tomado rostro humano para iluminar, y lo tomó en sus brazos; es decir, lo acogió en su vida, reconociendo al Salvador de los hombres. También la profetisa Ana, ya anciana, y dando gracias a Dios, hablaba del Niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Lo importante, queridos hermanos y hermanas, es el encuentro con Jesucristo, que me llama a vivir Caminando en esperanza y regalando su presencia a todos los hombres.

Me vais a permitir que formule en este día tres aspectos que creo que son fundamentales para vivir la vida Caminando en esperanza.

En primer lugar, dar importancia en nuestra vida a la esperanza. Dársela. Vive en la esperanza invencible: con la fuerza de la esperanza no tenemos miedo a las pruebas, pues nunca podrán alterar la alegría que brota en nosotros del hecho de ser amados por Dios. Su amor nos basta. El que pone la esperanza en el Señor no queda defraudado. ¿Por qué a veces vivimos la crisis de la esperanza? Entre otras cosas, porque hemos puesto la esperanza en otras cosas, y no en el Señor. Hoy el Señor desea y quiere que afrontemos las vicisitudes que tenemos en este tiempo histórico con plena confianza en Él. Abandonados en Él. «No se turbe vuestro corazón. ¿Creéis en Dios? Creed también en mí». A veces vemos la falta de vocaciones, las indecisiones de muchos jóvenes por servir radicalmente a Jesucristo. Confianza en Él. Abandonados en Él.

Por otra parte, cuando en la última obra de santo Tomás de Aquino, que está inconclusa, el Compendium theologiae, que se estructura según las tres virtudes teologales -fe, esperanza y caridad-, el gran doctor comenzó el capítulo de la esperanza y lo desarrolló parcialmente. Identifica la esperanza con la oración. El capítulo sobre la esperanza es al mismo tiempo en santo Tomás el capítulo sobre la oración. La oración es esperanza en acto. En la oración se desvela la verdadera razón por la cual es posible esperar. Nosotros podemos entrar en contacto con el Señor del mundo. Él nos escucha, y nosotros podemos escucharlo a Él. San Ignacio de Antioquía decía que el cristianismo no es obra de persuasión, sino de grandeza. Nos lo dice así en la Carta a los Romanos, capítulo 3. Pero, ¿en qué consiste la esperanza? Sencillamente, queridos hermanos y hermanas, en el conocimiento de Dios. En el descubrimiento de su corazón de Padre bueno y misericordioso. Jesús nos reveló el rostro de un Dios con un amor y un corazón tan grandes que comunica una esperanza inquebrantable, que no puede destruir ni la muerte, porque la vida de quien se pone en manos del Padre se abre permanentemente a la bienaventuranza de la vida eterna. La esperanza, queridos hermanos y hermanas, es una palabra central en la fe bíblica; es elemento distintivo de los discípulos de Cristo.

En segundo lugar, después de dar importancia en nuestra vida a la esperanza, sepamos dar razón de nuestra esperanza. La esperanza es conocer al Dios verdadero. En la Carta de Pablo a los Efesios se nos dice que, antes del encuentro con Cristo, los efesios estaban sin esperanza, porque estaban en el mundo sin Dios. Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza. Nos lo recuerda el Papa en la encíclica Spe salvi, 3. Hay algo que debemos tener claro, como es que la esperanza solamente está en Dios. Quien no conoce a Dios, aunque tenga multitud de esperanzas, en el fondo está sin esperanza. Piensa en esto. Pensad en esto, queridos hermanos. Veréis la fuerza que os da para mostrar el rostro de Dios en vuestra vida y con el amor que tenéis desde el carisma que vivís y al que el Señor os llama. Hemos de saber con certeza que la gran esperanza del hombre, que resiste todas las desilusiones, solamente puede ser Dios. Que nos ha amado, y que nos sigue amando hasta el extremo, hasta el total cumplimiento, como nos dice el evangelio de san Juan.

Hermanos y hermanas, haceos siempre estas preguntas: ¿Cuándo es mejor el mundo? ¿Qué es lo que hace bueno al mundo? ¿Qué criterio valora lo bueno? ¿Cómo puedo alcanzar la bondad? Y, ante estas preguntas, veréis que no bastan las esperanzas: tenemos que experimentar y acoger la gran esperanza, que es Dios. Y no cualquier Dios, sino el Dios que tiene rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo. Os diría que un lugar privilegiado y esencial para el aprendizaje de la esperanza es hablar con Dios: la oración. Sí. La oración. El encuentro con el Señor.

Y, en tercer lugar, no solamente tenemos que dar importancia en nuestra vida a la esperanza; no solamente tenemos que saber la razón de nuestra esperanza. En tercer lugar, ante la crisis de esperanza, la respuesta queridos hermanos y hermanas es la nueva evangelización. El primer compromiso que nos atañe a todos es recuperar la esperanza y, para ello, una nueva evangelización, como ya nos recordaban el Papa san Juan Pablo II, nos lo ha venido recordando Benedicto XVI, y hoy nos lo sigue manifestando desde el primer momento que inició el ministerio en la sucesión de Pedro el Papa Francisco. Sí. La evangelización. Que se haga con nuevo ardor, con nuevo método, con nueva expresión. En la exhortación apostólica Evangelii gaudium, el Papa Francisco nos invita a dar esperanza. A ser hombres y mujeres de esperanza. Hoy encontramos a muchos heridos por la vida: niños, jóvenes, matrimonios, ancianos... Y el primer compromiso es el de una nueva evangelización que ayude a descubrir el auténtico rostro de Dios que es Amor. Sí, queridos hermanos: es Amor. El amor, os lo he dicho al principio, es ocuparse del otro; preocuparse por el otro. El amor es éxtasis. Pero no el éxtasis de arrebato momentáneo, sino el camino permanente de salir de un yo cerrado en nosotros mismos hacia una liberación y entrega de nosotros precisamente con todas las consecuencias. Para san Pablo, la esperanza no era solamente un ideal. No era un sentimiento. Era una Persona viva: Jesucristo. Él. El Dios vivo resucitado y presente en el mundo. Él es la verdadera esperanza. Y quiere que nosotros, sus discípulos, seamos esperanza. Y solamente lo podemos ser si permanecemos unidos a Él. En ese sentido, queridos hermanos, el lema o el slogan de este día de la Vida Consagrada, Caminando en esperanza. Sí. Caminando en esperanza.

Queridos hermanos y hermanas: embargados por el amor ilimitado de Dios, descubramos siempre el triunfo siempre del amor de Dios, que nos permita ver con los ojos nuevos la vida, las dificultades, los sufrimientos… Pero con ojos nuevos. El acto de amor de la cruz, la luz deslumbrante de la su Resurrección, envuelve y transforma todo. Al venir una vez más hacia nosotros, el Señor, en el misterio de la Eucaristía que estamos celebrando, nos trae y nos sigue ofreciendo el don de su amor y de su salvación. Acojámoslo. Con todas las consecuencias. Acojámoslo como lo hicieron vuestros fundadores. Remitiros a ellos. Caminado siempre en la esperanza. Ante la crisis de esperanza, nueva evangelización. Pero la novedad está en la que nosotros hagamos. Nueva en ardor, nueva en expresión, y nueva en método, si es necesario, o acercándonos al método que nuestros fundadores tuvieron para poder, hoy, ver cómo ese carisma sigue en medio de la Iglesia. Hermanos y hermanas: vivid en la esperanza invencible. Con la fuerza de la esperanza. No tengamos miedo a las pruebas. Nunca. Nunca las pruebas podrán alterar la alegría que brota de unos hombres y mujeres que, sintiendo el amor de Dios, un día le dijeron al Señor: toda mi vida para ti, Señor. Encontrémonos con Jesucristo una vez más, hoy, en el misterio de la Eucaristía Amén.

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