«¿Cuándo... el Papa?». Las últimas palabras que pronunció madre María de Jesús Velarde fueron un fiel reflejo de una vida entregada a Dios y al servicio de la Iglesia. Era el día 8 de marzo, lunes, a pocas horas de morir. A sus casi 96 años y ya desde el lecho de muerte, la fundadora de las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús había seguido el viaje del Papa a Irak. Y estaba preocupada por él. «¿Cuándo... el Papa?». «Madre –le dijeron–, ¿que cuándo vuelve el Papa de Irak?». «¡Sí!». «Hoy vuelve». Y ella respiró tranquila. Murió el día 9 de marzo de madrugada.
La madre María José, más de 30 años acompañando a la fundadora y sin separarse de ella estos últimos días, destaca así «cómo ella fue una hija de la Iglesia muy fiel; la amaba profundamente». Y también a los sacerdotes: «Nos puso ese cariño en el corazón, nuestra vida es ofrenda por la santidad de los sacerdotes». Estos días, ese amor ha sido devuelto al instituto con creces, «nos hemos sentido muy acompañadas por instituciones de la Iglesia que nos han demostrados el cariño que le tenían a nuestra madre».
En su funeral, celebrado este miércoles, 10 de marzo, en la casa general que las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús tienen en Galapagar (Madrid) y presidido por el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, estuvieron presentes el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz; el vicario episcopal de Vida Consagrada, Elías Royón, SJ, y numerosos sacerdotes y hermanas de comunidad. Además, más de 12.000 personas se unieron a la emisión online a través del canal de YouTube del colegio Veracruz, obra del instituto.
«Quiso poner su vida entera en manos del Señor», destacó el purpurado en su homilía; Él ocupó «su vida entera». Se acordó de cuando, siendo arzobispo de Valencia, coincidió en el seminario de la ciudad con madre María de Jesús y ella le dijo: «Don Carlos, hay que acercarse a Dios siempre, en las circunstancias que sean, pero siempre dando la vida, no guardando nada para nosotros mismos».
«Tengo muchas ganas de irme con Nuestro Señor»
Al final, madre María de Jesús tenía ganas de encontrarse con el amor de su vida pero le pesaba la tristeza que esto supondría para quienes la rodeaban. «Tengo muchas ganas de irme con Nuestro Señor, pero me da pena dejaros por la pena que os voy a causar», decía a las hermanas. Siempre pensando en el otro, muy alejada de esa autorreferencialidad contra la que alerta constantemente el Papa. «Ya desde niña –cuenta madre María José– en lo poco que pudo ir al colegio, por la guerra, siempre se decantaba por las chicas más desfavorecidas. Le caracterizaba la caridad y la misericordia». Siempre prestando atención a los demás, y que eso «lo recibieran como una acción de Dios».
Cristina Ana María Velarde Gil, el nombre civil de madre María de Jesús, nació en Santander un Jueves Santo, 9 de abril de 1925, en el seno de una familia acomodada y profundamente religiosa. «Ella nos contaba que había sido sumamente feliz toda su vida, y que tenía consciencia de ello desde los cuatro años». Mujer adelantada a su tiempo, estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona, «solo eran cinco mujeres en clase», y culminó la carrera en 1951 con Premio Extraordinario.
Esa determinación vital se había hecho también muy patente en su vida de fe. A los 14 años ya tuvo claro que Dios la quería para sí, de modo que al acabar los estudios ingresó en la congregación de Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de San Cugat del Vallés. Una congregación dividida por provincias con tanta libertad de formación y autogobierno que acabaron diferenciándose de manera notable en diversidad de carismas. La hermana María José cuenta que madre María de Jesús redactó unos estatutos para la provincia de España en los que «asumió el carisma primigenio de la obra fundada por el padre Julio Chevalier y le añadió lo que Dios le inspiraba que viviéramos: fuerte vida comunitaria, oración contemplativa y vocación misionera».
La Santa Sede «protegió el deseo» de madre María de Jesús «de vivir nuestros estatutos» y en 1998 la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada aprobó un nuevo instituto de derecho pontificio, el de las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús, al que madre María de Jesús había dado identidad, espíritu y vida. Fue elegida madre general y además se la consideró desde entonces madre fundadora.
La obra de madre María de Jesús está presente a través de 42 comunidades, 39 de ellas fundadas personalmente por ella, en nueve países: España, Perú, Guatemala, El Salvador, México, Italia, Chile, Estados Unidos y Argentina. Cuenta en la actualidad con 663 miembros y 98 vocaciones en los siete noviciados. Además, tiene un aspirantado: «Nuestra madre siempre le dio mucha importancia a la pastoral vocacional. Ya desde joven, al ver que los seminarios menores eran camino de discernimiento para los chicos, pensó en algo similar para las chicas».
Las fundaciones y la caridad no fueron fáciles, «con medios precarios pero con mucha confianza en la providencia de Dios», cuenta la hermana María José. Una providencia que «siempre la ha asistido» y a la que ella se abandonaba sin dudas. «Hermanas –les decía cuando pusieron en marcha un proyecto de ayuda a familias menos favorecidas de Galapagar–, si tenemos arroz, demos todo, que Dios nos mandará arroz».
Predilección por los jóvenes
Las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús tienen en la educación uno de sus pilares, que desarrollan a través de sus colegios. «Nuestra madre tenía mucho gancho con los jóvenes –recuerda madre María José–; nos recordaba a san Juan Pablo II por el feeling que tenía con ellos». Estar con gente joven la rejuvenecía, ella «se entusiasmaba» y les hablaba de Dios «con mucha naturalidad», les decía que estaban llamados a la santidad, «les invitaba a que testimoniaran su fe». «Era graciosa, tenía mucha chispa y les tenía siempre embobados», en una «conexión sobrenatural» en la que madre María de Jesús desplegaba además todo su «espíritu maternal».
Unos jóvenes que además se sienten muy interpelados por la «radicalidad de la vida religiosa», por monjas «felices en una vida de penitencia y oración profunda». «En los colegios, el testimonio de las hermanas arrastra»; fue el origen de la vocación en madre María José, y también lo que impresionó, en las aulas del colegio Veracruz, en Galapagar, a la pequeña Teresita. Su testimonio de pasión misionera, muy enraizada en la carisma de la vida de las Hijas Hijas de Santa María del Corazón de Jesús, ha traspasado fronteras después de su muerte, con tan solo 10 años, el pasado 7 de marzo. «Sí –destaca la madre María José–, Teresita tiró de nuestra madre desde el cielo», y ahora la comunidad siente que tienen allí a dos grandes intercesoras.
La felicidad que madre María de Jesús experimentó en su vida la tuvo también en su enfermedad y muerte. «A ella, que disfrutaba con todo, Dios le quitó la capacidad de hablar, de ver, pero lo aceptó con paz y serenidad», destaca la madre María José. Una aceptación «admirable y en momentos heroica». «Padre mío –decía– me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras». Su enfermedad agónica, cuenta la madre María José, empezó con una fiebre extraña que los médicos no pudieron achacar a nada concreto, y ella «se fue apagando».
Los últimos momentos «fueron de cielo. Le decíamos: “Madre, ¿está contenta?”. “Sí, mucho”. Dejó de latirle el corazón y el alma voló con paz». «La vida de nuestra madre ha sido una caricia de Dios», concluye madre María José.
