La campana de la iglesia de San Pedro el Viejo apareció una mañana de forma milagrosa colocada en su sitio, en lo alto de la torre mudéjar que es la segunda más antigua de todo Madrid. Lo cuenta Juan Carlos, el sacristán de esta céntrica iglesia de Madrid, en el corazón del barrio de La Latina. «No había forma de subirla al campanario, cerca de tres metros de altura, de hierro forjado, sin grúas en aquella época e imposible que cupiera por el hueco de la escalera». Es la campana que se tocaba cuando los madrileños pedían lluvia al Cristo de las Aguas, que se encuentra en la capilla de los Luján, un Jesús agonizante con los ojos levantados al cielo. «Esto eran las viñas de san Isidro», continúa Juan Carlos, Madrid de campos, arados y labradores.

San Pedro el Viejo es una de las joyas del patrimonio religioso que aún se mantienen en pie en Madrid. La parroquia aparece ya citada en el fuero de 1202: la situaba a escasos metros de su emplazamiento actual, que data del siglo XIV. Fue entonces cuando se construyó, sobre los restos de una antigua mezquita, una nueva edificación que ha ido sufriendo sucesivas reformas, pero de la que se conserva la citada torre mudéjar. La iglesia es actualmente casa de Jesús el Pobre, una talla con gran devoción entre los madrileños y a la que nunca le faltan visitas. El retablo está presidido por una Purísima cuyo vestuario perteneció a la reina Isabel II –revela el sacristán– que muy devota de la imagen.

A pocos pasos se encuentra la parroquia San Andrés, que ardió en la guerra civil durante una semana entera. Solo quedó el exterior, y en los años posteriores se reorganizó la iglesia y se retomó el culto. A finales de los 80 del siglo pasado se reconstruyó el interior del templo a partir de documentos e imágenes anteriores a su destrucción. Había sufrido hasta entonces varias remodelaciones, ya que la iglesia primitiva data del siglo XII; colindante con la casa de san Isidro, era a ella a la que el santo patrón de Madrid acudía a rezar y en la que tuvo su primera sepultura.

En la actualidad, la parroquia es sede de la Hermandad de las Tres Caídas, una de las más jóvenes de Madrid; tanto, que su imagen titular mariana, la Esperanza de Madrid, no ha llegado a procesionar todavía en Semana Santa a causa de la pandemia. El templo alberga también una talla del Señor de la Paciencia, del escultor y belenista José Luis Mayo, que representa a un eccehomo. Se hizo a imagen de una que tuvo gran veneración en la ciudad, y que desapareció en el incendio de 1936.

En el lado norte de la Calle Mayor, casi en línea con la catedral de la Almudena, se encuentra la que a día de hoy es la iglesia más antigua que se conserva en Madrid, también citada en el fuero de 1202: San Nicolás de Bari, encomendada desde 1949 a la orden de los Siervos de María, y por eso se conoce también como San Nicolás de los Servitas. Los frailes, dos en la actualidad, viven en el convento de Nuestra Señora de los Dolores, anexo a al templo. San Nicolás es además la parroquia de la comunidad italiana en Madrid, y esta es la gran tarea pastoral que llevan a cabo los servitas, junto al cuidado de la devoción a su santo titular y la atención espiritual.

Tampoco ha estado este templo exento de avatares a lo largo de su historia, como aquellos años en los que, durante la ocupación francesa, fue almacén militar y cuartel. Declarada monumento nacional histórico artístico en 1931, de la iglesia destaca su torre mudéjar del año 1186 y la portada principal, labrada en el siglo XVIII por Luis Salvador Carmona. También el ábside, del siglo XV, «de lo poquísimo gótico que queda en Madrid», explica el párroco, Javier Badillo. Y en él aún se conservan dos arcos polilobulados de la época mudéjar y las yeserías que enmarcan la puerta de acceso a la sacristía. El artesonado del techo también es de factura mudéjar, pieza principal en Madrid hasta que se descubrió el de Santa María la Blanca. San Nicolás fue el primer lugar de sepultura de Juan de Herrera, arquitecto del monasterio de El Escorial –posteriormente fue trasladado a Cantabria, su tierra natal.

Junto a San Pedro el Viejo, San Nicolás es el único templo cristiano del que quedan vestigios de los diez que hubo en aquel Mayrit árabe. Viejos cristianos y mozárabes –como san Isidro–perseveraron en una fe de la que los madrileños de hoy son herederos espirituales. Templos que son posos espirituales, como explica el párroco. «Gracias a Dios, esta iglesia se ha salvado por esa espiritualidad mantenida en el tiempo». Y también por las aportaciones de los fieles, ya que «no tenemos otros ingresos que no sean los de ellos». Esto hace que el templo pueda ir haciendo arreglos, como el acceso para personas de movilidad reducida por una de sus puertas, y se mantenga siempre cuidadísimo, invitando a la oración. Además de las visitas físicas, ahora un poco más controladas por la pandemia, «tenemos 80.000 visitas en Google, y muchos de los que han venido hablan de ambiente recogido, iglesia imprescindible… Es nuestra casa, y a mí me encanta enseñar mi casa».

También en el resto de la Comunidad de Madrid

El patrimonio artístico y religioso también se hace patente fuera de la ciudad de Madrid, en los pueblos de la diócesis. La iglesia de San Vicente Mártir (1601-1610), de Braojos de la Sierra, es un ejemplo. Su párroco, Jorge González, explica que alberga cinco retablos barrocos, «uno de ellos íntegro de Gregorio Fernández» (el escultor estuvo casado con una vecina de Braojos), dos tablas de Berruguete del siglo XVI, una pintura de Carduccio y una imagen de la Virgen del Buen Suceso, la patrona, del siglo XIV. La pila bautismal es del siglo XV, hecha en piedra. La catedral de la Sierra Norte, la llaman.

«Lo que tenemos que hacer los fieles es tener los templos decentes», señala el párroco, porque de las grandes rehabilitaciones, explica, se ocupa la administración y el Arzobispado. Y por eso, cuidar el patrimonio en la Iglesia implica también cuidar la herencia espiritual, y de eso saben mucho los 206 habitantes de Braojos, herederos de tradiciones centenarias «muy arraigadas». Como la procesión minerva que cada tercer domingo de mes realizan por el interior del templo con Jesús sacramentado, y que se lleva haciendo desde 1589, cuando se fundó la cofradía sacramental.

O la pastorela, un baile que se lleva haciendo en el pueblo desde el siglo XV con referencias datadas, pero probablemente su origen se remonte al XIII. Y siempre, con los mismos pasos, resalta el párroco. Se trata de una danza tradicional que se realiza en la Misa del Gallo, en la de Navidad, en Año Nuevo y el día de Reyes ante el Niño Jesús. Son los pastores que bajan de los montes a llevarle al Niño Dios los mejores corderos de sus rebaños. Las danzas se bailan en diferentes partes de la Eucaristía, como el gloria o el credo.