Hace poco más de diez años cuatro hermanos decidieron que iban a emprender una aventura. El objetivo era llegar andando a un centro comercial, a más de dos horas de su casa, pues allí estaba la última consola de moda. En su cabeza sonaba espectacular: aventura familiar para disfrutar juntos de un buen rato de play. Lo que no midieron es que eran muy críos y jamás llegaron a su destino, cansados y sedientos. Quedó como un recuerdo de la infancia, pero hoy esos cuatro hermanos han apostado por una nueva aventura de la que no piensan volver con las manos vacías.
Luna (16), Javier (18), Guillermo (20) y Germán (22) son cuatro hermanos que vienen juntos a la peregrinación para vivir el Jubileo de jóvenes de Roma. Vienen de la madrileña parroquia de la Beata María Ana Mogas, de Tres Olivos. Luna es la primera que se lanza a contarnos que es su primera experiencia de este tipo, pues nunca antes ha vivido una peregrinación de tales dimensiones. Aunque es la benjamina del grupo, rezuma ilusión al contarnos que en estos primeros días de viaje está sintiendo todo súper familiar.
La verdad es que en la playa de Savona se ha montado lo que bien parecen las vacaciones de una familia numerosa: muchos aprovechan para interactuar, jugar y conocer a jóvenes de otras parroquias, mientras que otros hacen pacientemente la fila de las duchas de la playa para acicalarse un poco tras diez horas de autobús. Por eso, vivir una experiencia así en familia de sangre es una oportunidad envidiable.
Hacer «piña»
«Nuestros padres nos han enseñado que la familia es lo primero» afirma Luna, para reconocernos que los valores que les han inculcado en casa tienen mucho que ver con la manera que tienen de estar en la peregrinación. Han venido a hacer piña aquí, no solo con los jóvenes de Madrid, sino para afianzar más sus vínculos como familia. «Nos ayuda a conectar entre nosotros», dice Germán mirando con orgullo a sus hermanos. Realmente es una suerte ver la complicidad de los cuatro que, siendo diferentes entre ellos, se les ve totalmente unidos.
Esta quizá sea la experiencia más enriquecedora de estos días: la comunión entre los diferentes. Son cerca de dos mil los jóvenes que marchan juntos estos días con la Delegación de Jóvenes de Madrid, y aunque son de parroquias y realidades muy diferentes, este grupo va a una. Se nota en las ganas de pasarlo bien en la playa, en el ambientazo que se genera cada vez que todos se juntan, en la disposición generosa para servirse unos a otros y en el atronador silencio al celebrar la Eucaristía en la piazza mayor de la ciudad, que sobrecogió al secretario del obispo de Savona: «Ver tantos jóvenes rezando en silencio me ha conmovido profundamente». Porque cualquier aventura se vive mejor si se hace en familia.