El arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, presidió el pasado viernes, 9 de diciembre, la Misa con motivo de la festividad de san Dámaso, patrón de la Universidad San Dámaso y del Seminario Conciliar de Madrid. Lo acompañaron el arzobispo castrense, Juan Antonio Aznárez, el obispo auxiliar de Madrid monseñor José Cobo, y el rector de la universidad, Javier Prades, entre otros sacerdotes.
Un año más, dijo el purpurado, «el Señor nos regala su Palabra para que también nosotros vivamos no de cualquier palabra, sino de la suya». Una Palabra que instruye y marca caminos, «que nos hace vivir sabiendo lo que quiere Dios de nosotros», y que invita a todos «a ser testigos vivos de Jesucristo Nuestro Señor, al estilo en que lo fue también san Dámaso».
La santidad de Dámaso consistió «precisamente» en que dejó «ocupar la vida por el Señor». Él hizo un camino «de vida, de verdad», y este es el que propone Dios para todos. «Hacer la propuesta del camino que nos ofrece el Señor a los hombres es la gran salida que tiene esta historia y este mundo», comentó el cardenal Osoro, en estos tiempos concretos de la humanidad.
Precisamente la universidad «propone este camino», y además «sabe lo que quiere Dios de nosotros». Y este Dios «se acredita con los santos», los hombres y mujeres que «han transformado todo lo que estaba a su alrededor precisamente siguiendo a Jesucristo».
La lucha entre el bien y la fragilidad humana
Jesús invita «a amar siempre», pero no «con un amor sentimental o romántico«, como si en las relaciones no existieran, reconoció el purpurado, momentos de conflicto. Dios es realista, «habla de los enemigos», sabe que «en nuestras relaciones tiene lugar una lucha cotidiana entre el amor y el odio», y que también en cada uno se libra una lucha entre los propósitos de bien y la fragilidad «que a veces nos domina y nos arrastra».
Dios sabe también el sufrimiento que genera el que, ante los muchos esfuerzos, «no recibimos el bien que esperábamos». En estas situaciones Jesucristo pide la «valentía de arriesgarnos por algo que aparentemente parece una opción perdedora […], que permanezcamos en el amor a pesar de todo». En definitiva, es poner la otra mejilla en vez del ojo por ojo.
El Señor pide comprometerse en vivir la fraternidad universal, «perseverando en el bien incluso cuando recibimos mal», rompiendo la «espiral de la venganza», «desmilitarizando el corazón humano». «Vence el mal haciendo el bien», animó el cardenal Osoro.
Esta propuesta de Jesús es para las situaciones concretas de la vida, para los vínculos que se cultivan en la vida laboral, familiar, donde hay conflictos, visiones distintas, «pero quien sigue al Príncipe de la paz busca siempre la paz; y no se puede establecer la paz si a una palabra ofensiva se responde con otra. Nos es necesario desactivar y quebrar esa cadena que está funcionando en este mundo, esa cadena del mal».
El amor, continuó el arzobispo de Madrid, «siempre es el camino de Jesús para construir la paz». Y esto, resumió, lo vivió san Dámaso. La tarea es «aprender a amar, incluso a los enemigos». «Significa no ver en el otro un obstáculo que se deba superar sino un hermano y una hermana a quien amar», concluyó.