«Me agrada muchísimo poder tener este encuentro con vosotros». Así se presentó el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, ante un grupo de alumnos del colegio Punta Galea, en Las Rozas, durante la visita que realizó este jueves, 4 de mayo. Eran los niños que durante este mes recibirán la Primera Comunión, y le confesaron que estaban muy «felices y contentos».

En un silencio de máximo respeto, pero a la vez con la frescura y la inocencia de la edad, los niños le asaetearon a preguntas: «¿Cómo llegaste a ser obispo?». «Por la gracia de Dios». «¿Por qué quisiste ser sacerdote?». «Porque el Señor me llamaba». Y aquí el cardenal les contó que, siendo él profesor de Matemáticas, tras su primer día de clase, «viendo a los alumnos», pensó que «yo podía entregar algo más, no solamente la asignatura». Fue a hablar con el sacerdote con quien se confesaba, que era jesuita, y ahí comenzó su proceso de discernimiento.

«¿Te gusta ser sacerdote?», continuaron. «Sí, poder hacer las veces del Señor, deciros “Tomad y comed, esto es mi Cuerpo”, regalar el perdón a la gente… Me siento feliz paseando por la vida intentando acercarme a los demás con las entrañas del Señor», les respondió el arzobispo. Había mucha curiosidad también por si conocía al Papa Francisco. «¡Claro!». «Si le puedes mandar un beso de nuestra parte…».

También les contó, en respuesta a las preguntas que nunca se acababan, que la primera vez que le hablaron de Jesús sintió alegría, que los cardenales son «el grupo que tiene el Papa para aconsejarse», que las primeras oraciones que aprendió, de sus padres, fueron el padrenuestro y el avemaría y que, aunque las chicas no pueden ser sacerdote, «el ser humano más importante que ha existido» ha sido una mujer, la Virgen María. «Dios se sirvió de una mujer excepcional para tomar rostro humano».

Un año de pastoral

La visita del cardenal Osoro incluyó un recorrido por las instalaciones del centro. Allí estaba también José Antonio Lerín, párroco de Santa Cruz y que hasta hace dos años ha sido el capellán del colegio. Más de 30 años entre sus aulas, preparando a los chavales para los sacramentos de iniciación cristiana, que han dado para mucho. De ellas han salido, cuenta, una vocación al diaconado permanente, dos al sacerdocio y una a la vida consagrada. «Una alumna que es misionera de la caridad, de la madre Teresa de Calculta».

El sacerdote Alfonso Rodríguez cogió el relevo de Lerín en la capellanía. «Que venga nuestro padre es una alegría, estamos muy contentos», relataba momentos antes de la llegada del cardenal Osoro. Con su impulso, el de los profesores de Religión y el entusiasmo de los jóvenes que recogieron el guante, hace un año nació el grupo de pastoral del colegio. Dos de las responsables, Victoria y Andrea (en la imagen inferior, saludando al cardenal Osoro), alumnas de 2º de Bachillerato, indican que actualmente en el chat de whatsapp hay 42 personas.

Se organizan para hacer tareas de voluntariado una vez al mes, a las que invitan también a amigos aunque no sean de colegio: residencias de mayores, casa cuna, comedores sociales… También tienen ratos de oración y formación. «Está moviendo a los jóvenes de forma maravillosa», asegura de Rodríguez el director del centro, Javier Fábregas (en la imagen inferior, junto el cardenal Osoro y Rodríguez), que reconoce que, aun siendo aconfesional, el centro «tiene ese matiz católico».

Lo corrobora el antiguo capellán. «Desde siempre han querido que haya sacerdote; los dueños son de Ávila y están tocados por Santa Teresa», se sonríe. Punta Galea, inaugurado en 1988, cuenta en la actualidad con 1.200 alumnos.

Las medidas de Jesucristo

Más provocador fue el cardenal Osoro con un grupo de alumnos de Bachillerato. «¿Qué os preocupa?», les preguntó. La respuesta en forma de murmullo fue «los exámenes», pero el arzobispo quiso ir más allá y entabló un diálogo rápido con uno de los chicos de la primera fila:

—¿Qué quieres hacer en tu vida? ¿Qué buscas?

— Algo que me llene espiritual y sentimentalmente.

— ¿Has descubierto algo?

— La familia.

— ¿Y algo que dé sentido a tu vida?

— Yo mismo.

— ¿Te basta?

— Sí.

— ¿No necesitas nada más?

— No.

— ¿Ni a Dios siquiera?

— A lo mejor…

— Bueno, te vas situando.

A este grupo, el arzobispo de Madrid les recordó que «Dios no sobra», que «cuando se margina a Dios de la vida acojo medidas muy mediocres, las que yo me doy a mí mismo». Pero «si acojo a Dios, acojo sus medidas, que son medidas sin medida». Unas medidas que son de ayuda y servicio al otro, apuntó. En esta sociedad «configurada por mis gustos, es importante configurarla por el gusto de Dios que, tal y como revela en Jesucristo, es que todos los hombres somos hermanos».

Por eso animó a los alumnos a que «la religión no se quede en una idea», sino que «me dé una manera de ser, de estar, de actuar, de entregarme, de servir…». «Hay que estar preparado —continuó— para que la mirada sea para los demás, no para nosotros mismos».

Uno de los alumnos le quiso devolver al purpurado una de las preguntas que les había hecho al entrar en el aula: «Usted nos ha dicho si hay algo que cambiar en el mundo, y yo se lo pregunto, si lo cambiaría». «Yo sí lo cambiaría», pero «el mundo cambia si cambia el corazón de los hombres», replicó el purpurado. Un corazón, sostuvo, «en el que puedan entrar otras personas». Porque «no solo es que vamos a Misa, que naturalmente, sino que esto lo traducimos en la vida con los demás». «La atracción que los primeros cristianos tenían era precisamente que vivían sirviendo a los demás», observó.

El cardenal Osoro concluyó su encuentro con los chavales animándolos a «entrar en la aventura que nos propone Dios a través de Jesucristo». También a ir a la JMJ de Lisboa del próximo verano y, más en clave diocesana, a la vigilia de jóvenes de este viernes, 5 de mayo, en la catedral de Santa María la Real de la Almudena.